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Te dejas lo mejor de los pepinillos en vinagre (si haces deporte y tienes calambres)

El ingrediente principal de los encurtidos se usa para limpiar el parqué, tiene un sabor repugnante y está de moda entre los deportistas

Primera ronda del Masters 1000 de Miami. La joven promesa del tenis español, Nicola Kuhn, se enfrenta a Mischa Zverev. Tras gozar de varias bolas de partido en el segundo set, afronta la manga definitiva con 2-2 y 30-40 en su servicio, una situación en la que la emoción de este deporte es máxima. Apenas se suceden cuatro golpes tras el saque y, al avanzar hacia la pelota, el valenciano cae fulminado. Bocabajo, hierático, el dolor se apodera de sus piernas y se retuerce en la pista llorando sin consuelo. Final del partido.

Todo por culpa de los calambres, un enemigo de los deportistas que surge de una combinación de la deshidratación, la pérdida de electrolitos, la fatiga y el calor (un factor al que todos debemos saber enfrentarnos si no queremos acabar en urgencias). Los espasmos que provoca la contracción sostenida e involuntaria de los músculos suelen producirse por la falta de oxigenación, sumada a la pérdida de sales minerales y líquido durante un esfuerzo prolongado. ¿El 'antídoto' más efectivo? Tomar un trago de zumo de encurtidos (pickle juice, en inglés) o, lo que es lo mismo, un chupito de la salmuera contenida en un bote de pepinillos... Si te atreves.

Es una práctica muy arraigada en EE UU, donde los deportistas parecen tener una creatividad especial para reciclar este líquido; por ejemplo, el jugador de béisbol de los Mets de Nueva York Nolan Ryan, un clásico lanzador del equipo, solía meter las puntas de los dedos en este zumo porque decía que evitaba que le salieran ampollas. Actualmente, y en España, la tendencia no es a encurtirse los dedos, pero sí comienza a extenderse el uso de este brebaje como remedio para los calambres. Una botella estándar del elixir contiene unos 75 mililitros de agua filtrada, vinagre orgánico, sal, aceite de eneldo, potasio, zinc y vitaminas C y E. Se estima que esta combinación contiene diez veces más electrolitos que las bebidas isotónicas, una de las alternativas al agua más comunes.

Una de las claves que se han propuesto para justificar la eficacia del zumo de encurtidos es que, según explica el médico especialista en el aparato digestivo Luis Miguel Benito, "mejora el transporte iónico a través de las fibras musculares". Es decir, restablece los niveles de sodio y potasio (iones) perdidos durante el ejercicio físico de alta exigencia, que son los responsables de la transmisión de los impulsos eléctricos que posibilitan la correcta contracción de los músculos. Además, añade el expresentador del programa de TVE Saber Vivir, "son prebióticos, ya que dan de comer a las bacterias buenas del intestino". Estos microorganismos tienen un papel primordial en el metabolismo porque facilitan la descomposición de los carbohidratos, las proteínas y la fibra. La idea es que todo ello incide directamente en la resistencia y la recuperación, así como en la fortaleza mental, que son factores decisivos para triunfar en el deporte.

Hidratación un 37% más rápida que la del agua

Otro de los puntos fuertes de este jugo es su velocidad de actuación. Según un estudio publicado en la revista Medicine & Science in Sports & Exercise, en 2010, los calambres llegan a desaparecer 35 segundos después de ingerir el líquido. Los resultados de la investigación de Kevin Miller, que según la explica el libro Los primeros 20 minutos, van en la misma línea. La obra recoge un experimento en el que se pidió a diez hombres que pedalearan en intervalos de media hora, con cinco minutos de descanso, en un ambiente cálido que les hizo perder un 3% de su peso corporal por el sudor. Tras el esfuerzo, los científicos estimularon sus nervios tibiales, ubicados en los tobillos, con secuencias de descargas eléctricas que les produjeron calambres en los dedos gordos de los pies.

En ese momento, a unos sujetos se les ofreció 70 mililitros de agua desionizada mientras otros bebieron la misma cantidad de zumo de pepinillos. Las molestias desaparecieron a los 85 segundos en el último caso, un 37% antes que entre quienes se hidrataron de manera convencional. Y la velocidad de hidratación no es la única diferencia; el agua puede agravar la deshidratación porque, si el calambre se produce por la falta de potasio (un micronutriente fundamental para los deportistas y muy abundante en los plátanos), añadir líquido al organismo puede hacer que el mineral se diluya aún más en el cuerpo, puntualiza el especialista del aparato digestivo Luis Miguel Benito.

Eso sí, por muy interesantes que sean los datos recogidos en el laboratorio, estos experimentos no aportan una explicación satisfactoria sobre los mecanismos de acción del remedio que todos tiramos cuando abrimos un bote de pepinillos en vinagre. Es imposible que el jugo de encurtidos recupere el organismo en un lapso de apenas unos segundos, como sugirió el médico deportivo sudafricano Martin Schwellnus desde 1997, cuando formuló su teoría de que la base del poder del elixir puede estar en su capacidad de influir en los neurotransmisores -que son moléculas que transmiten impulsos nerviosos entre las células-.

El ácido acético del vinagre, que es el principio activo de este remedio, estimula un conjunto de receptores en la boca, la garganta y el estómago que inhiben la señal eléctrica del calambre. "Al ingerir algo tan agrio desconectas el interruptor. En ese momento el cerebro está pensando que tiene que contraer el músculo, pero si tomas algo muy fuerte se corta el canal y eso hace que se relaje antes. No lo evita, pero sí consigue que dure menos", explica la dietista-nutricionista del Leganés Bárbara Sánchez. Conseguir que los calambres sean más cortos es un alivio cuando tu cuerpo llega a su límite, pero la profesional del equipo de fútbol advierte de que este remedio no es infalible, aunque asegura que funciona. "En algunas maratones americanas se dan tubos en los puntos de avituallamiento", subraya.

Un tónico 'milagroso' que los futbolistas no se tragan

No todo son virtudes. El tenista estadounidense Frances Tiafoe confesó que alcanzó los cuartos de final del último Open de Australia, tras derrotar a Dimitrov, gracias a este potente aliado. Pero también admitió que no fue fácil... lo de aliarse con este tónico. "Me mantuve con vida tragando zumo de encurtidos. Sabe terrible", narró al finalizar el duelo. La potencia de su acidez lo convierte en un manjar no apto para sibaritas. "Los atletas, con tal de arañar segundos, lo toman sin problemas, pero con los futbolistas no lo he conseguido. Se quejan de todo; o está bueno de sabor o no lo quieren", desvela Sánchez. Aunque hay excepciones. Por ejemplo, hace unos meses se hizo viral la imagen desencajada del futbolista del Arsenal Lucas Torreira, escupiendo el elixir anticalambres al césped.

Quizá en el futuro haya alternativas para quienes, comprensiblemente, se niegan a tragarse un elixir como el vinagre usado para encurtir pepinillos. El neurobiólogo Bruce Bean y el neurocientífico ganador del Premio Nobel Rod MacKinnon descubrieron hace tres años que otras sustancias como la mostaza y la capsaicina de los pimientos picantes actúan de manera más vigorosa, mejorando la fórmula.

En todo caso, y por mucho que la innovación sea imparable, el equilibrio entre la dieta, el entrenamiento y el descanso sigue vertebrando el escudo más sólido contra las lesiones. No hay fórmulas milagrosas que permitan olvidar una de las máximas fundamentales, la de la prevención. "Lo principal es llegar hidratado a la competición porque los músculos necesitan agua para todos los procesos químicos que hacen. Es conveniente calentar y estirar bien al finalizar", concluye Sánchez.

De Cleopatra a Cristóbal Colón, pasando por Julio César

El encurtido es uno de los métodos más antiguos de conservación de alimentos. Aunque sus orígenes no son muy precisos, en el 2400 a. C. ya era usado por las civilizaciones mesopotámicas. Fue, además, una parte importante del menú de Cleopatra en Egipto en el 50 a. C., porque confiaba en sus propiedades para mejorar la belleza y la salud.

Julio César y otros emperadores romanos también dieron crédito a sus bondades en cuanto al rendimiento físico, proveyendo a sus tropas de pepinillos para mejorar sus capacidades y resistencia. En 1492, Cristóbal Colón combatió con ellos el escorbuto, una enfermedad causada por la deficiencia de vitamina C y que sufría la tripulación durante sus viajes transoceánicos.

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