“Queríamos juntarlas todas”: Fede Álvarez repasa la saga de ‘Alien’ película a película hasta llegar a su ‘Romulus’
El director de la nueva entrega ha querido crear en su versión un lazo que una todos los capítulos de la franquicia que venera desde niño
Cuando tenía unos 12 años, a principios de los noventa, Fede Álvarez (Montevideo, 46 años) pulsó el play del VHS de Aliens: el regreso, esperando ver un nuevo Star Wars. Estaban repitiendo la saga por el inminente estreno de su tercera entrega, y este niño quería ver más naves espaciales. “A mitad de la película me di cuenta de que era mucho más violento y sangriento”, cuenta a EL PAÍS por videoconferencia. Ese momento lo cambió todo.
El director uruguayo quedó prendado por la saga y soñó con poder manejar algún día a ese alienígena xenomorfo que aterroriza las naves en las que aterriza. “Dirigir una película de Alien es algo que llevaba años queriendo hacer. Cuando acabé No respires [2016] empecé con el plan de presentar mi idea a Ridley Scott”, director de la primera entrega, que lo acogió como mentor y ha producido su filme. El primer día del rodaje le dio una nota: “Buena suerte, buena salud, buena caza y no jodas esto. Te deseo lo mejor”.
Así germinó Alien: Romulus, primera entrega bajo el paraguas de Disney y séptima de la saga (o novena, si se cuentan las dos de Alien vs. Predator) ahora en cines. Álvarez vuelve en ella a las raíces del terror, pero con un plan mayor, dar coherencia a la franquicia y reunir toda la historia: “Mi coguionista, Rodo Sayagues, y yo queríamos que fuera como los anillos de Tolkien, una película que junta todas y las abraza”. Por eso, todas viven de alguna manera en su cabeza, y sostiene que hasta las peores despertaron algo en él. Incluso el videojuego Alien: Isolation tiene su referencia. Este es su repaso a la saga.
Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979)
“Lo que funciona es la simpleza, el terror y la efectividad de descubrir el ciclo de vida de las transformaciones del alien. Lo que te mantiene intrigado cuando la ves es saber qué está pasando, qué es esa criatura, qué busca, qué va a pasarle al que le agarró la cara, en qué se va a convertir. Pero los personajes son muy livianos. A la gente le encanta hablar de lo increíbles que son, pero no sabes nada de ellos, ni de dónde son, ni qué quieren de la vida… Funciona porque no ves al monstruo entero hasta el final. Entonces descubres su forma humanoide, con esas piernas. Me acuerdo de verlo en la televisión por primera vez y quedar en shock con esa imagen”, cuenta Álvarez de la película a la que vuelve una y otra vez y de la que posee blu-rays en ediciones especiales en casa.
Álvarez se puso como objetivo para su película recuperar el terror de aquella primera entrega y el poder de transformación del monstruo. Con ello convenció a Scott, un productor ejecutivo muy presente durante el rodaje, que bromeó en el estreno en Los Ángeles sobre los encontronazos que tuvo con el director. Álvarez ríe: “Sabe que cuando a un director le dan muchas notas, la reacción siempre es enojarse. Pero de esa fricción entre director y productor sale lo mejor. Si ves El padrino o cualquier obra maestra, el director nunca hizo al 100% lo que quiso; había un estudio empujando. En esas fricciones se encuentra la verdad. En los últimos años, hemos visto qué pasa cuando las plataformas de streaming dejan que los directores hagan exactamente lo que quieren: no hacen su mejor trabajo. Así que aprecio el punto de vista fuerte de Ridley”.
Aliens: el regreso (James Cameron, 1986)
“Cameron empujó la historia hacia la acción y el thriller, así que decían que no era de terror, pero a mí de chico me daba un miedo de puta madre”, recuerda Álvarez. Alien: Romulus sucede exactamente 20 años después de la primera entrega y 37 antes que esta segunda. El director estaba obsesionado con respetar el canon y no pisar el trabajo ajeno. “El juego entre ambas es lo que hace funcionar mi película. Es el hijo rebelde de las dos. Se parece a ambas, pero quiere rebelarse y no ser ellas. En los minutos finales de la película lucha por su propia existencia. Eso también está escrito en los diálogos de la protagonista, Rain (Cailee Spaney)”, en una película donde la maternidad y el parto vuelven a hacer de trasfondo.
De esta secuela nació precisamente la idea que Álvarez presentó a Scott: “Quería que el elenco fuera joven. Me preguntaba cómo sería si adolescentes como Newt, la niña de Aliens, hubieran crecido en esta colonia. Me planteé que querrían haber escapado de ahí. Mi otro argumento fue querer contar la hermandad entre un humano y un androide, algo que a Ridley siempre le fascinó por Blade Runner”. El androide de David Jonsson es centro emocional y discursivo.
Álvarez también enseñó Romulus a Cameron, del que adopta discursos como el anticapitalismo o las dudas frente a las máquinas, que en su historia se vuelve reflejo de cómo la inteligencia artificial es utilizada por las corporaciones: “Cameron fue muy preciso con la tecnología, la geografía y la ciencia ficción. Me empujó en cosas como que se entienda bien por dónde entran y dónde están situados en la nave, cosas de orientación que te ayudan. Hice muchos ajustes por eso, aunque su mayor aporte es ver toda su obra una y otra vez, porque cojo de todos lados”.
Alien 3 (David Fincher, 1993)
La tercera entrega en prisión fue muy criticada, pero Álvarez la reivindica: “Me sigue gustando. Lo que muchos no entienden hoy es que cada una es hija de su tiempo. La primera es sobre anticorporaciones, cuando EE UU empieza a despertar y entender que las empresas no tienen en el individuo su principal interés. Cameron viene en una época pop y de optimismo, pero también del postVietnam. Llega Fincher y todos estábamos empezando a prender fuego a nuestros CD de Guns N’ Roses y Poison, entraban Nirvana y el grunge para hacernos entender que el nihilismo se disfrutaba más que el subidón de los ochenta. Es exactamente la película que la gente necesitaba. Por eso comienza y mata a todos los personajes que conocemos. Me encantó la idea de ver de golpe algo crudo y realista. Yo estaba en primera fila, en mi primera como fan, y en ese momento solo se hablaba de que habían cortado el pelo a Ripley (Sigourney Weaver). Su rapada habría roto internet hoy; era algo bastante único para un protagonista femenina, todo frío y nihilista. Pero para mí mostraba una valentía brutal de un cineasta. Fue para ahí con dos cojones”.
Alien: resurrección (Jean-Pierre Jeunet, 1997)
Para la cuarta película se tomó la decisión más extraña, tanto en el argumento como en la elección del director: un cineasta francés creativo y visual que hace saltar la acción 200 años en el futuro y un guion de Joss Whedon que fusiona a la heroína con el alien: “Entonces me encantó. En ese momento, si me preguntabas por mi director favorito, diría Jean-Pierre Jeunet. Veníamos de Delicatessen y La ciudad de los niños perdidos. Fue la mejor noticia, y disfruté mucho viendo a todos sus actores, a Pinon y al resto. Pero hoy lo que me cuesta es que Ripley no estaba ahí, está muerta, y su personaje no es ella. Está ausente, en tránsito e hipnotizada por el alien. Es lo que la hace no ser tan efectiva”, reconoce.
Prometheus y Alien: Covenant (Ridley Scott, 2012 y 2017)
Antes de que Ridley Scott regresara décadas después, Hollywood explotó la franquicia con dos entregas de Alien vs. Predator, que narraban el enfrentamiento y origen de las criaturas, pero que nadie abrazó: “No hay un paralelo, yo no creo que sean parte de la misma línea”, contesta elegantemente Álvarez. El propio Scott hizo borrón con todo para aplicar unas gotas de dioses y filosofía y echar la vista atrás a la creación de los xenomorfos. Alien: Romulus curiosamente debe mucho a la reinvención de Prometheus y saca de ella algunas de sus ideas más rompedoras, en esta línea temporal que Álvarez quería unificar. La primera vez que planteó su idea, Scott rodaba Covenant, y la pasión por la saga nunca acaba, ya que continuará en 2025 con la serie Alien: Earth, de Noah Hawley (Fargo), donde el monstruo llega a la Tierra.
“Estaba rodando Posesión infernal, mi primera película, cuando salió Prometheus, y el equipo fuimos al cine. El día siguiente en el rodaje no se hablaba de otra cosa, debatíamos y filosofábamos sobre lo que significaba la película, de qué hablaba, de sus respuestas… La conmoción que generó tiene un mérito brutal. Y hay una generación nueva que ve estas dos películas como las mejores, porque les pegó más cerca”, así que Álvarez las abrazó totalmente, y las migas que dejó Scott le sirven para desarrollar su visión, una que deja el futuro abierto para su regreso: “Ojalá”, dice este director que aprendió por primera vez desde un lugar que parecía tan lejano como Montevideo que en el espacio nadie puede escuchar tus gritos. “Ahora mi placer es enseñárselas a mi hijo de nueve años”.
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