James Cameron: “Titanic’ nunca nació con ansias de arrasar en la taquilla”
Veinticinco años después de su estreno, el célebre filme vuelve con éxito a las salas anclado a la nostalgia. “No es solo la película que hay que ver, es la película que el público quiere experimentar con otra gente”, dice su director
En la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, el RMS Titanic chocó contra un iceberg y se hundió. Murieron 1.496 personas de las 2.208 que iban a bordo. Un transatlántico que había tardado en construirse tres años se fue a pique en dos horas y media, durante su viaje inaugural.
A James Cameron, recuerda por videollamada, esa historia le impresionó “desde niño, en los sesenta”, no tanto por sí misma como por la película británica La última noche del Titanic (1958), que en primoroso blanco y negro y de forma espectacular recreó aquel naufragio. En 1985, el explorador Robert Ballard encontró a 3.784 metros de profundidad el pecio. Cameron sintió la llamada. Y, por ello, en 1997 estrenó Titanic, que 25 años después sigue siendo la tercera película más taquillera de la historia (aunque le quedan en ese puesto pocos días, al ritmo que va Avatar: el sentido del agua, otro producto de Cameron). Cada cinco años, su realizador saca alguna novedad relacionada con el barco y su colisión. Esta vez ha reestrenado el filme en la gran pantalla, solo en versión remasterizada en 3D, y ha protagonizado un documental sobre la posible supervivencia o no del protagonista masculino de su drama. “Aunque esté con otros proyectos”, cuenta desde los estudios de Nueva Zelanda, donde prosigue filmando la saga Avatar, “mi pasión por Titanic no se apaga”. Por eso, ha descendido hasta en 33 ocasiones hasta el pecio. Tampoco la pasión del público. En su relanzamiento la semana pasada, ha recaudado en todo el mundo 20,9 millones de euros, y en España ha ganado 461.824 euros, solo por detrás de Avatar: el sentido del agua.
¿Cuánto le importan esas cantidades? “Esto no va de dinero. Es importante, claro, porque te ayuda a encarar en su justa proporción otros proyectos, y hay que contentar a los inversores, pero Titanic nunca nació con ansias de arrasar en la taquilla”, comenta el cineasta. En aquel 1997, Cameron no era el Cameron de ahora. Primero, se le consideraba un reputado director de acción y ciencia ficción, pero no un narrador al uso. Y, por ello, con un público limitado. “Confiaba en mi película, pero aquellas semanas en que se mantenía no solo como la que más recaudaba, sino que incrementaba su taquilla, como si fuera ola tras ola, llamaron la atención de todos”. Y se ríe: “La taquilla me importa porque significa que el público disfruta de lo que hago. Personalmente, ya no necesito ganar más dinero. Titanic no cayó durante un par de meses, y luego llegaron las nominaciones y los premios de la Academia”, asegura.
Ganó 11 estatuillas de los Oscar en una ceremonia en la que se le escapó en el escenario un exacerbado grito reivindicativo: “¡Soy el rey del mundo!”, parafraseando a Jack, su protagonista masculino. “Pensaba esta mañana que en realidad, como artista y narrador, no he cambiado mucho. Puede que ahora subraye más mis intereses en la conservación del medio ambiente, pero entonces ya me preocupaba”, dice el cineasta. “Veinticinco años después, creo que Titanic se puede ver como una metáfora del cambio climático, del peligro que nos rodea”.
Para entender de dónde nace su determinación sirve una anécdota de quien, por otro lado, posee el récord de inmersión individual a mayor profundidad en las fosas Marianas, con 10.908 metros. Cuando otro aventurero, Victor Vescovo, con el que rivalizaba, buceó alrededor de los restos del transatlántico, le escribió por correo electrónico: “He visto Titanic en el Titanic”. Cameron le respondió: “Vale, pero yo hice Titanic en el Titanic”. ¿Cómo pudo triunfar una película de 194 minutos en la que una estrella como Leonardo DiCaprio se enamoraba de un personaje al que daba vida una actriz mucho menos conocida, Kate Winslet, que además se alejaba del físico prototípico en la pantalla de aquellos años noventa para acercarse más a lo que se veía por la calle? “Entiendo que al gran público le atraiga cierta idealización del romanticismo con la que yo disfruto, aquella pasión entre Jack y Rose. En realidad, esa mezcla de pasión y caos ya había funcionado antes en el cine”.
La influencia de ‘Doctor Zhivago’
Cameron salta inmediatamente a mencionar la que considera madre de su película: “En Doctor Zhivago, David Lean combina una maravillosa historia de amor con la revolución rusa y unos planos espectaculares”. O Lo que el viento se llevó: si se considera la inflación, esta es la película más taquillera de todos los tiempos (detrás irían Avatar y Titanic), y juega en la misma liga de espectáculo y romance. “En mi caso, otro motor personal fue la atracción por lo que pasó durante aquellas dos horas y media del hundimiento. Pero en mi aproximación en el cine entendí que debía manejar cierto clasicismo, en que iba a filmar una historia que había ocurrido 80 años antes”. ¿Un poco al estilo de las novelas de los grandes escritores rusos? “Antes de que aparezca el iceberg, hemos estado dos horas con los personajes, construyéndolos, y sus relaciones sentimentales o de amistad; luego ya llegará la parte de película de catástrofes. Pero ¿por qué la recuerdan? Por ser una historia de amor”. Y recuerda un rumor: “Me acuerdo cuando decían que todas las adolescentes del mundo habían visto la película. Y era en parte mentira, porque las matemáticas demostraban que además la estaban viendo otros espectadores. Porque Titanic no es la película que hay que ver, Titanic es la película que el público quiere experimentar con otra gente. La importancia del amor es que te encara con la mortalidad del ser humano: todos amamos y todos moriremos. Por eso la gente la repite. Y a sus 25 años le sumamos otro sentimiento: la nostalgia. ¿Con quién y dónde viste Titanic? Muchos quieren recuperar aquella emoción”.
Cameron bajó al Titanic... “porque lo necesitaba”. Para un momento. “Y no pensé que iría tan bien para la película hasta que comencé a rodarla. Me di cuenta de que, desde la visita al pecio, había almacenado en mi inconsciente, primero, el tamaño real del transatlántico y, segundo, un compromiso con la exactitud de lo ocurrido a las víctimas y en el accidente”.
Aun así, pasados los años, y tras nuevas investigaciones, la historia aclara que el transatlántico no se hundió como en la pantalla (aunque en los noventa Cameron se circunscribió a lo que entonces se sabía). “Los fans han estado siempre ahí, aportando claves. Cada día, alguien me habla de Titanic o recibo alguna carta sobre la muerte de Jack”, confirma sobre un debate arrastrado durante cinco lustros: ¿tenía que fallecer el personaje de DiCaprio? ¿Se podía haber salvado junto a Rose? National Geographic ha estrenado el documental Titanic: 25 Years Later with James Cameron, en el que ahonda, entre otras consideraciones, sobre esa disputa. “Narrativamente necesitaba ese fallecimiento”, responde el cineasta. En este especial, se han recreado posibles escenarios de los minutos finales de Jack: la tabla con ambos subidos se hubiera hundido, con los cuerpos de los dos semisumergidos también hubieran fallecido... y Jack solo se salva en una carambola rebuscada. “Llegamos a una situación en la que [con un chaleco y mucha suerte] podría haber aguantado hasta que llegara un bote salvavidas. Jack podría haber sobrevivido… pero hay muchas variables”, arguye. La mayor parte de los supervivientes del naufragio murió por hipotermia en las gélidas aguas de Terranova: el rescate no llegó hasta dos horas más tarde. “Visto lo visto, tenía que haberlo filmado con una tabla más pequeña”, suelta. Pocas bromas a Cameron con su Titanic.
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