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La ruptura revitaliza el ‘superdomingo’

La negociación se rompió porque la Generalitat, en el último documento, insistía: “La mesa tiene por objetivo trabajar para acordar una solución al conflicto con respecto al derecho de autoderminación”

Pedro Sánchez, durante el mitin del partido socialista en Barakaldo este sábado. En vídeo, el Gobierno se enfrenta a su peor semana.Foto: atlas | Vídeo: FENANDO DOMINGO-ALDAMA | atlas
Carlos E. Cué

Nadie pensó que fuera una semana tan decisiva. Ni siquiera se convocó la habitual reunión estratégica de los lunes en La Moncloa. Se suspendió porque Pedro Sánchez tenía una comparecencia para reconocer a Juan Guaidó como presidente de Venezuela. Nadie auguraba lo que venía. Tanto que José Luis Ábalos, ministro de Fomento, hombre clave y fijo en esas citas de la cúpula, se fue a México de viaje oficial.

Los demás miembros fijos, Adriana Lastra, portavoz parlamentaria, Iván Redondo, jefe de Gabinete, y Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación, empezaron su semana en otros frentes ajenos a lo que venía. Solo la vicepresidenta, Carmen Calvo, encargada de llevar la negociación con los independentistas, ahora foco de todas las críticas, tenía las claves al minuto y se las transmitía al presidente.

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Después de una semana brutal, en la que dirigentes de todo tipo han cuestionado internamente su gestión, el viernes Calvo quiso mostrar fortaleza ante los ministros. Cuando le tocó hablar para explicar la situación de la negociación, ya en ese momento prácticamente rota, arrancó de forma dramática: “Esta semana me han hecho mucho daño”. Cuando algunos pensaban que haría una confesión de debilidad, les sorprendió: “Pero ha sido el dentista”, bromeó. Una intervención el martes la había dejado dolorida varios días.

Una vez más, tanto Calvo como Pedro Sánchez, que no ha dicho una palabra en público del asunto pero ha estado detrás de todas las decisiones, apelan a su resistencia para hacer frente a una crisis que amenaza con acabar con la legislatura.

¿Y ahora qué? Se preguntan todos en el Gobierno y el PSOE. Sánchez mantiene un hermetismo total sobre el día siguiente al miércoles, cuando se votan los Presupuestos. Quiere dar la batalla hasta el final porque aún confía en que a los independentistas les entre el vértigo de verse votando con la derecha para tumbar unas cuentas muy positivas para Cataluña.

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Pero diversos dirigentes cercanos al presidente consultados coinciden en que la opción del superdomingo el 26 de mayo —generales, autonómicas, municipales y europeas juntas— que siempre fue la preferida de la cúpula del PSOE porque es la mejor manera de movilizar a todo el partido y a toda la izquierda, es la más fuerte ahora. Aunque solo él decide.

El fracaso de la negociación con los independentistas, si se confirma el miércoles en la votación de los Presupuestos, empujaría así a Sánchez hacia la idea que más gusta a su entorno y menos a los barones socialistas, que quieren ir solos en sus elecciones.

“En las municipales es cuando más movilizado está el partido. El PSOE siempre se ha volcado ahí. Y los que dicen que eso les perjudica porque convierte la campaña en nacional que miren a Andalucía. Hagas lo que hagas van a ser unas elecciones con componente nacional. Además, la marca PSOE está bastante mejor que la marca barones en este momento”, resume un dirigente fiel al presidente.

La idea de gobernar varios meses por decreto, en este ambiente de ruptura con los independentistas, también parece cada vez parece más inviable. “Ya entramos en periodo electoral para todos, Podemos y el independentismo también se la juegan en las municipales. No nos van a aprobar casi nada”, sentencia otro.

El Gobierno empieza a asumir esa realidad y varios ministros y dirigentes consultados creen que el presidente podría tomar la decisión esta misma semana si caen los Presupuestos.

Pero hasta el miércoles aún puede haber sorpresas. Mientras en el Gobierno confían en que la manifestación del domingo, con la derecha enfervorecida, pueda meter más presión al independentismo para que rectifique, los sectores moderados en PDeCAT y ERC que aún quieren pactar esperan que sea el Ejecutivo quien después de haber dado un golpe en la mesa para desactivar esa marcha retome la negociación a partir del último texto que envió. De momento, en el fin de semana no se ha movido nada.

Los últimos intentos

Desde el jueves, en el Ejecutivo se vive un ambiente frenético para intentar recuperar la iniciativa después de tres días desastrosos en los que no solo la oposición, sino una parte relevante del PSOE, que va desde los barones hasta Felipe González y Alfonso Guerra, una especie de padres fundadores, han golpeado con fuerza a Sánchez por aceptar la figura del “relator” en la mesa de partidos para discutir el futuro de Cataluña.

El Gobierno lo intentó hasta el último momento, pero algunos párrafos del último documento enviado por la Generalitat, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, muestran que los independentistas no daban margen para buscar una redacción ambigua que no hablara del derecho de autodeterminación.

El Ejecutivo les había hecho una última oferta importante, similar al documento que distribuyó La Moncloa el viernes: la creación de una “mesa de partidos en la que cada uno de los participantes planteará sus propuestas de resolución y proyecto político con total libertad”. Ese “total libertad” era lo suficientemente amplio como para que lo pudieran aceptar los independentistas. El Ejecutivo aún quería salvar los Presupuestos, pero necesitaba una respuesta urgente. Y la que obtuvo, con dos documentos muy parecidos el jueves por la tarde y el viernes por la mañana, convenció a La Moncloa de que no había nada que hacer.

El texto enviado por la Generalitat al whatsapp “Coordinación BCN-Madrid”, el que han usado estos meses Carmen Calvo, Pere Aragonés y Elsa Artadi, fue definitivo. En él se planteaba que la mesa de partidos “tiene por objetivo trabajar para acordar una solución democrática al conflicto político existente entre Catalunya y el Estado español con respecto al ejercicio del derecho autodeterminación en aplicación del Derecho Internacional y los tratados internacionales” y se añadía: “cualquier propuesta política que se plantee debe ser finalmente validada democráticamente (al menos) por la ciudadanía de Catalunya en un referéndum de autodeterminación organizado a tal efecto”.

Era un gesto claro. Pese a la enorme presión que estaba sufriendo el Gobierno en ese momento desde la oposición y una parte del PSOE, la Generalitat exigía que reconociera por escrito el derecho de autodeterminación de Cataluña e incluso que admitiera que el final del camino es un referéndum que el Tribunal Constitucional ha rechazado de forma tajante.

Desde el lunes, cuando ERC avisó al Gobierno solo una hora y media antes de que iba a presentar una enmienda a la totalidad, hasta el jueves, el Ejecutivo fue dando tumbos. Pero esa mañana del jueves, Calvo, reunida en Madrid con su equipo e Iván Redondo —el presidente estaba de viaje en Estrasburgo— dio un golpe en la mesa: llamó a Artadi para decirle que había que encontrar una solución antes de medianoche porque el viernes había Consejo de Ministros y tenían que llegar allí con una respuesta. Era un ultimátum claro.

Una partida de ajedrez

Mientras el PSOE entraba en ebullición, Calvo, Aragonés y Artadi jugaban una partida de ajedrez que acabó muy mal. Un fracaso del que ambos culpan al otro. El miércoles, después de una videoconferencia entre los tres, la Generalitat había mandado una propuesta. El jueves, después del ultimátum de Calvo, contestó el Gobierno a las 16.30, con un texto pulido que pasaba de cinco folios a tres. La vicepresidenta fue clara: necesitaba un compromiso de que iban a retirar las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos.

La Generalitat contratacó con otro texto que insistía en la autodeterminación. Y a las 19.30, ya con Sánchez de vuelta en Madrid y reunido con Calvo en su despacho, el Gobierno se plantó con su última oferta.

A esa misma hora, la cúpula del PDeCAT estaba reunida decidiendo presentar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos. Conectado por videoconferencia desde Waterloo, Carles Puigdemont intervino al final. No rechazó el diálogo para ver si se retiraba la enmienda antes del miércoles, pero se mostró convencido de que la realidad le daba la razón. En tono dramático, dijo que la reacción de la derecha y parte del PSOE a la propuesta del relator “demuestra los límites del Estado español para abordar este debate”. Los más duros de un lado y otro son los más satisfechos con esta ruptura, mientras los que apuestan por la negociación son achicharrados en las redes sociales.

“Llevamos un mes y medio en esto, lo tenemos que cerrar esta noche”, escribe Calvo a sus interlocutores. Les llama, pero ninguno de los dos contesta. Al final Artadi responde a las 9.30 de la mañana del viernes. Quiere seguir negociando por la tarde, pero no hay tiempo. Tiene que ser ya, dice Calvo, que sube al despacho de Sánchez mientras los ministros ya están llegando. El consejo empieza tarde. Ella se pierde buena parte hablando con los dirigentes catalanes en una sala contigua.

A media mañana, con los ministros reunidos, llega el último texto de Barcelona. Otra vez, la autodeterminación por escrito. Calvo ya no tiene tiempo. Los periodistas esperan. El presidente y la vicepresidenta ultiman el documento final con sus equipos, el que presentaron a la prensa, y lo envían a Barcelona a las 13.34 sabiendo que ya se acabó. La rueda de prensa tenía que ser a las 13.30. Calvo espera un rato a que lo lean. Ellos piden seguir hablando por la tarde. A las 13.50, con los periodistas ya muy impacientes, envía el último whatsapp: “Tenía que ser ahora. Entiendo que es un no. Suerte”. Desde entonces, el silencio. “Pero de aquí al miércoles queda un siglo”, rebate un ministro. El lunes, después de la manifestación, vuelve el ajedrez. Pero ya con muy pocas fichas en el tablero.

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