El hambre se resiste a retroceder a los niveles anteriores a la pandemia
Entre 691 y 783 millones de personas no tuvieron comida suficiente durante el año pasado, 122 millones más que en 2019, según el último informe sobre seguridad alimentaria de la ONU
Las cifras del hambre en el mundo volvieron a alcanzar niveles inasumibles en 2022. Entre 691 y 783 millones de personas no tuvieron alimentos suficientes durante el año pasado. Aunque la cifra es sensiblemente más baja a la del último informe —en 2021 el hambre golpeó a entre 702 y 828 millones de personas—, el alza en el precio de los alimentos, los conflictos armados y las consecuencias del cambio climático han impedido que se logre revertir el aumento del hambre ocurrido tras la pandemia de covid con consecuencias nefastas: hay todavía al menos 122 millones de personas desnutridas más que en 2019. Además, el 29,6% de la población mundial, unos 2.400 millones de personas, sufrieron inseguridad alimentaria durante el año pasado, de los que unos 900 millones de personas afrontaron una situación “grave”.
Estos son los datos que se desprenden del principal estudio sobre el hambre, El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2023 (SOFI, por sus siglas en inglés), publicado este miércoles y elaborado anualmente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La mejoría en el resultado global de lucha contra el hambre está lejos de considerarse, según los organismos firmantes del informe, como una buena noticia. “En 2022 hubo una pequeña caída del hambre y los niveles se han estabilizado, pero todavía estamos muy lejos de las cifras de 2019”, afirma Máximo Torero Cullen, economista jefe de la FAO, en una conversación con este diario. Según el experto, sin el impacto de la covid ni la guerra en Ucrania, las proyecciones indicaban que en 2030 todavía 461 millones de personas padecerían desnutrición crónica, muy por encima del objetivo de “hambre cero” que Naciones Unidas pretendía alcanzar en esa fecha. Ahora ese horizonte está aún más lejos y, si nada cambia, el número de hambrientos crónicos dentro de siete años se elevará a 600 millones.
Unos 2.400 millones de personas sufrieron inseguridad alimentaria durante el año pasado
Aunque la desnutrición se ha reducido en zonas de Asia y de América Latina, lo que ha contribuido al descenso global en las cifras del hambre, ha habido regiones donde la situación ha empeorado. “En África, 11 millones más de personas no disponen de alimentación suficiente [en torno al 20% de la población del continente]; en el Caribe, el hambre ha aumentado hasta un punto y medio, y en Asia Occidental es un 0,6%”, explica a este diario Álvaro Lario, presidente del FIDA.
El análisis evidencia asimismo que la capacidad para acceder a una dieta sana se ha deteriorado en todo el mundo: más de 3.100 millones de personas (el 42% de la población del planeta) no pudieron disfrutar de una alimentación saludable en 2021 —los datos del informe en este aspecto aluden a ese año—, lo que supone un aumento de 134 millones con respecto a 2019.
La población más vulnerable
Entre la población más vulnerable figuran, como cada año, las mujeres y los niños. El informe de 2023 arroja como dato positivo que la brecha de género en la desnutrición se ha reducido del 3,8% de 2021 al 2,4% en 2022, aunque subraya que la inseguridad alimentaria sigue afectando a las mujeres “de forma desproporcionada”. También se ha registrado una mejoría notable en el número de menores de seis meses alimentados con leche materna, aproximadamente el 48% de los bebés en esa franja de edad, una cifra cercana al objetivo fijado para 2025.
Sin embargo, y pese a la expansión de la lactancia, los datos sobre la infancia siguen siendo “alarmantes”, lamenta Lario. Unos 148 millones de niños padecen retraso en el crecimiento por culpa de una alimentación insuficiente (un millón menos que en 2021), 45 millones sufren desnutrición aguda muy grave (la misma cifra que un año antes) y 37 millones padecen sobrepeso como consecuencia de la falta de acceso a una dieta saludable. “La desnutrición es una de las principales amenazas para la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños”, condena Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, que pide “una respuesta contundente centrada en los niños” para lograr que tengan acceso a “dietas nutritivas y asequibles”.
“La inseguridad alimentaria y la malnutrición son nuestra nueva normalidad”, denuncian las organizaciones que han elaborado el informe, que consideran que los datos del hambre ponen de manifiesto “la vulnerabilidad” de los sistemas agroalimentarios a los conflictos, el cambio climático y la crisis económica.
Sostiene también esta misma reflexión Jeniffer Clapp, profesora de la Universidad canadiense de Waterloo y experta del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES-Food): “Se han borrado años de progreso y mejora de la seguridad alimentaria, los gobiernos han fallado en la creación de sistemas alimentarios resistentes a las crisis, en proteger a la gente de la inflación del precio de los alimentos o en hacer frente a la bomba de relojería de la deuda”. Alude Clapp con este último punto a la decisión que, según critica el IPES-Food, deben tomar los países con menos ingresos entre pagar una deuda cada vez más elevada o alimentar a su población.
148 millones de niños padecen retraso en el crecimiento por culpa de una alimentación insuficiente
Por ello, según Torero Cullen, es imprescindible adoptar “acciones rápidas” para aumentar la resiliencia de las poblaciones, como la creación de sistemas de alerta temprana ante las catástrofes medioambientales y de seguros que protejan a los agricultores y ganaderos, además de inversiones tecnológicas en el sector o mejoras en el comercio. “Es muy importante optimizar el almacenamiento, distribución y comercialización de los productos agrícolas para lograr que los agricultores reciban un precio justo y garantizar el acceso a la financiación y a la posesión de la tierra, algo especialmente importante en el caso de las mujeres”, apunta Lario.
El impacto de la urbanización
Por primera vez, el informe anual sobre el hambre se detiene en cómo la urbanización afecta a lo “que la gente come” y desecha la división tradicional entre las zonas urbanas y rurales, ya que cada vez están más interconectadas, explica Lario. “La urbanización suele ir asociada a una diversificación de la dieta, incluido el consumo de alimentos que pueden contribuir a una dieta sana, no solo en las zonas urbanas, sino también en las rurales”, sostiene el informe.
Sin embargo, la expansión de la urbanización —se calcula que en 2050 siete de cada 10 personas vivirán en la ciudad— también entraña riesgos. De acuerdo con las conclusiones de los expertos, “contribuye a la difusión de alimentos precocinados y rápidos, a menudo hipercalóricos y ricos en grasas, azúcares o sal, que son cada vez más abundantes y baratos”. En los 11 países analizados en el informe se constata que la compra de comida procesada es muy significativa también en las áreas rurales, incluso en las más alejadas de las zonas urbanas.
Por ello, incluir la perspectiva de la urbanización es crucial en las políticas sobre alimentación, según el informe, especialmente porque la inseguridad alimentaria continúa afectando en un mayor porcentaje a la población que vive en áreas rurales, en concreto, al 33% de la población adulta frente al 26% de quienes habitan en ciudades.
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