España, territorio narco
La brutal eclosión de la marihuana protagoniza una nueva era en el tráfico de drogas que huye de los nombres propios, se diversifica con bandas policriminales y se internacionaliza
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Territorio Narco
Ir al contenidoEn España el tráfico de drogas evoluciona y cambia impetuosamente. Más allá de las grandes cifras de incautaciones que revelan los balances de 2020 por las aprehensiones realizadas en 2019 (1,5 millones de plantas de cannabis, casi 38 toneladas de cocaína y cerca de 350 toneladas de hachís) y de los miles de detenidos (20.437*) por narcotráfico, los narcos se amoldan rápidamente a las circunstancias (incluida la pandemia) impulsados por la policriminalidad de las mafias del Este y el megaboom de la marihuana. El narco se vuelve anónimo, huye de iconos y de los nombres propios de antaño con un único objetivo: que “el negocio” no pare.
Los detenidos por narcotráfico en España aumentaron en 2019 un 12,3%
Y, a la luz de los datos, el sistema de producción, receptación y distribución de la droga está bastante engrasado, “ya no en España, sino en todo el mundo, esto es un campo sin vallar que solo va a más y que tiene una solución compleja, si es que tiene solución”, advierte el fiscal antidroga, José Ramón Noreña, que lleva 14 años como máximo responsable de esta área.
El narcotráfico ni se crea ni se destruye, solamente se transforma: “El sistema está montado, España es receptor [de Marruecos, el hachís; y de Latinoamérica, la coca] por su posición geográfica y gran productor de marihuana; y cuenta con unos perfectos y fluidos canales de distribución, principalmente en el transporte por carretera, con camiones que llevan toda clase de frutas y verduras por toda Europa”, señala un mando de la lucha contra el crimen organizado de la Guardia Civil.
“Podemos desarticular grupos más fuertes o más pequeños, pero seguirán otros, que además tratarán de imponerse y ocupar los espacios vacantes como vemos en los violentos enfrentamientos entre organizaciones rivales en la Costa del Sol”, analiza un alto mando policial de la Udyco, Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía Nacional. “Lo único que podemos hacer es evitar que ese sistema sustituya o compita con el Estado, como ocurre en algunos países como México”.
El último Balance del Tráfico de Drogas del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco) evidencia principalmente el auge de lo que ya era una tendencia: el espectacular incremento de los cultivos de marihuana (tanto en interior como en exterior). Además, muestra una clara fluctuación en la entrada de cocaína, desde el sur hacia el norte, volviéndose a convertir Galicia en la puerta principal del polvo blanco, proveniente en su mayor parte de Brasil y Colombia. En noviembre de 2019 se interceptó en las costas gallegas el primer semisumergible en Europa con 3.000 kilos de cocaína a bordo, confirmando una sospecha que durante años habían mantenido los agentes que luchan contra el narco.
El tráfico de hachís desde Marruecos se mantiene constante, incluso con un ligero repunte. Todo ello pese al Plan Especial para el Campo de Gibraltar que el Ministerio del Interior puso en marcha en julio de 2018, ante el descaro y la incesante llegada de lanchas rápidas llenas de fardos a las playas, a plena luz del día y hasta en presencia de turistas. Y acompañada de una violencia insolente contra los agentes de la autoridad.
Los datos revelan que ahora entra el mismo hachís o más que hace un año. Decenas de narcolanchas siguen esperando a que escampe el mal tiempo para cargar en aguas cercanas a Chafarinas, y se ensayan nuevas (y antiguas) rutas hacía el Levante para alijar por Almería y Murcia (“y aún más arriba”, señalan fuentes policiales), o por el río Guadalquivir hacia Huelva y el Algarve. Del mismo modo que aparecen otros medios de transporte, con veleros de recreo que cargan en la costa marroquí y alijan en cualquier puerto del sur o el este peninsular.
Pero si hay algo que destaca este año frente a los anteriores, es el nuevo incremento que se ha producido en el tráfico y cultivo de marihuana, es un boom sobre otro boom anterior. Una droga silenciosa que se cultiva ya en 13 de las 17 comunidades autónomas españolas, según los datos del Citco. Un boyante negocio, con un bajo riesgo para los narcotraficantes, impulsado sobre todo por bandas de países del Este de Europa, cada vez más asentadas en nuestro país.
“Con la primera cosecha [hay tres o más al año] amortizan los gastos de la instalación eléctrica de una plantación indoor [en interior]”, coinciden fuentes policiales y judiciales. “No pagan ni luz, porque se enganchan al tendido eléctrico”, señalan. “España, con una gran parte despoblada y con escasa vigilancia, es terreno abonado para ocultar esas plantaciones, aparte de los muchos polígonos industriales de las poblaciones medianas”, advierten las mismas fuentes.
Además, el reproche penal es muy bajo: “La pena oscila entre uno y tres años”, apunta Noreña, “y si puedes demostrar pertenencia a organización criminal, puede llegar a cuatro. Quizá habría que penarlo más”, sostiene. Y a todo eso se añade “la escasa conciencia social ante el grave problema que puede suscitar una droga modificada y con cada vez más concentración de principio activo [la que se produce en España y se envía al extranjero no es una droga blanda] que puede dar lugar a una pandemia pero de psicóticos o a graves e irreparables trastornos psíquicos”, previene Noreña. Por si fuera poco, Policía y Guardia Civil advierten de la explotación laboral asociada a las plantaciones, “cuidadas la mayor parte de las veces por personas extranjeras sin papeles en condiciones de esclavitud”.
Aunque el hachís (en primer lugar) y la cocaína (en segundo) siguen siendo las drogas más traficadas, la marihuana es la que más terreno gana un año tras otro, según fuentes de Policía Nacional y Guardia Civil, porque ya aúna a organizaciones de todo tipo: “Desde chinos hasta ciudadanos del Este, pasando por nacionales o ciudadanos británicos”, y cada vez genera más violencia en su entorno: “Vuelcos [robos entre bandas], ajustes de cuentas…”, coinciden fuentes de ambos cuerpos.
La Operación Verde, impulsada a principios de 2019 por la Policía Nacional, se lanzó tras comprobar que muchos de los golpes policiales contra el cultivo de marihuana en países europeos como el Reino Unido, Francia, Holanda, Italia, Portugal o Serbia, tenían a España como punto de partida de la droga con delincuentes de otros puntos de Europa.
Más de 2.000 agentes especializados participaron en este operativo que entre agosto de 2019 y octubre de 2020, que conllevó la intervención de casi medio millón de plantas de cannabis, 800 plantaciones, 25,6 toneladas y más de 7,6 millones de euros, en sucesivas actuaciones policiales. Además de un fraude de luz eléctrica estimado en 7 millones de euros.
La gran eclosión de la producción y exportación de marihuana en España es el próximo gran reto en la lucha contra el narcotráfico, coinciden los expertos. Un segundo informe interno del Citco sobre la tipología de las organizaciones que se dedican al tráfico de drogas, al que ha tenido acceso EL PAÍS, alerta y “destaca la subida de grupos [un total de 71] dedicados principalmente al tráfico de marihuana en 2019, 21 más que el año anterior”.
Refugio y base de 504 organizaciones internacionales
Las grandes cifras de incautaciones y detenciones no suelen mostrar, en cambio, las características de las organizaciones de narcotraficantes dedicadas al tráfico de estupefacientes que operan en este lucrativo negocio ilícito. Se estima que amasa 6.000 millones de euros al año en España (0,5% del PIB), según datos del Ministerio del Interior, y que expande sus poderosos tentáculos por medio mundo.
Pese al incremento en el número de detenciones, no ha dejado de crecer el número de grupos asentados en nuestro país y dedicados al narcotráfico. Según los datos del Citco, eran 504 en total en 2019, un 4% más que el año anterior. De ellos, 109 se dedican principalmente al tráfico de cocaína, según señalan los máximos responsables de ese centro de inteligencia.
El informe del Citco va más allá y convierte a Málaga en el centro logístico del narco: “En cuanto a la extensión territorial de los grupos, cabe destacar a Málaga que, siguiendo la tendencia, se posiciona como una de las principales provincias donde más actúa el crimen organizado”.
Y agrega: “De igual modo, las provincias de la zona del Levante y Cádiz, que cuentan con puerto marítimo, así como Sevilla, con su puerto fluvial, al tratarse de importantes centros de logística y comunicación, son puntos estratégicos para la entrada en nuestro país de sustancias estupefacientes, principalmente en contenedores”.
La Costa del Sol es el punto al que llega la mayor parte de la droga y desde donde todo se distribuye. “Lo mismo que mandamos tomates a Europa mandamos cualquier cosa”, ironiza un investigador del a Guardia Civil para explicar la fórmula más usada por las organizaciones para mover su mercancía.
“Sociedad podrida”
Nada tiene que ver con lo que ocurre en La Línea de la Concepción (Cádiz), donde son meros receptadores y transportistas de hachís, pero donde el problema es más grave (si cabe) porque el dinero de la droga, asentado sobre los viejos canales del contrabandeo, ha perforado toda la sociedad.
“En una sociedad con un 30% de desempleo, quizá aún más entre los jóvenes, un chico gana 1.000 euros por solo avisar de si viene la policía, 3.000 por descargar fardos de una lancha en la playa, y 30.000 por transportar la droga”, advierte un inspector jefe de la unidad de Greco (Grupos de Respuesta Especial para el Crimen Organizado) de la Policía Nacional con años persiguiendo narcos en esa zona. “Convénceles tú ahora de que se dediquen a otra cosa”, ironiza. “El Plan Especial llega muy tarde, lo que hace falta es un Plan Integral”, señala el mismo agente.
“Ha sucedido lo que no podemos permitir que pase: el motor económico de esa sociedad, el dinero que llega a los bancos, a las empresas, a los grandes y pequeños negocios, procede en gran parte del narco, es una sociedad podrida en ese sentido”, apunta otro investigador de la Guardia Civil.
El informe interno del Citco relativo a las organizaciones de narcotraficantes las analiza tambien por nacionalidades de los investigados: “Destacan los españoles en cocaína y hachís, seguidos de los marroquíes y los colombianos. Los ciudadanos chinos se encuentran implicados en el tráfico de marihuana, si bien este año han descendido considerablemente en favor de otros grupos, como británicos, lituanos y polacos”. Según los expertos policiales, la violencia de otros grupos ha hecho huir a los grupos de chinos que se habían introducido en la producción de la marihuana en años pasados.
“Es significativo en el aumento de las detenciones [han crecido un 12% con respecto al año anterior]: las de marroquíes, dedicados principalmente al tráfico de hachís y consecuencia de las actuaciones policiales llevadas a cabo en el Campo de Gibraltar y zonas adyacentes; las de colombianos, cuya actividad delictiva principal es el tráfico de cocaína. Y las de albaneses se cuadriplican, dedicados entre otras actividades ilícitas al tráfico de marihuana”, recoge el informe del Citco.
“Pero de nada sirve hacer detenidos si el sistema judicial es incapaz de asumirlos”, señala un mando de la Guardia Civil. La Justicia se encuentra taponada y la sensación de impunidad de estos delitos es enorme, los narcos empiezan a entrar en prisión pasados los 30 años y muchos tienen tan engrasadas sus empresas que “siguen operando entre rejas y salen en libertad con fianzas que pagan con el dinero procedente del narcotráfico”, advierte.
“Los amos del cotarro ahora son los holandeses, suecos y belgas de origen magrebí, ellos son los que mueven gran parte del negocio a escala europea después de lograr hacerse con el control de las principales zonas portuarias”, señala otro alto mando de la Udyco central. “Y luego tenemos a los transportistas/distribuidores/blanqueadores de las bandas del Este, serbios y rusos principalmente, que se han asentado en Valencia y Alicante y con conexiones en la Costa del Sol”, concreta. “Y algunos asiáticos en Cataluña, moviendo heroína y haciendo crecer grandes extensiones de plantaciones cannábicas”, agrega. Todo un crisol de organizaciones criminales repartiéndose el territorio español como un pastel.
Por territorios
España es un territorio propicio para el narco por su posición geográfica, su cercanía a Marruecos y sus muchos grandes puertos de entrada a Europa (Algeciras, Barcelona, Valencia). También por la histórica tradición del contrabandeo del Campo de Gibraltar y de Galicia, por el anonimato que ofrecen zonas turísticas como la Costa del Sol o el Levante y por la infraestructura (conexiones y capacidad de descarga y transporte) existente en Andalucía (huerta de Europa).
Si a eso se le añaden las enormes extensiones de terreno de la desprotegida España vaciada y las muchas naves industriales de los cinturones de muchas poblaciones, la ecuación se completa con el inédito auge de las plantaciones de marihuana, que este último año han batido sus propios récords.
El narco también demarca su territorio, aunque lo haga cada vez más cubierto por un aura de anonimato. “Si me preguntas qué caracteriza ahora al narco en Galicia te diría que la discreción; en Cataluña, el entramado cosmopolita; el Levante es el plan B del narco; la Costa del Sol es la plataforma logística; y el Campo de Gibraltar es la ‘zona cero”, resume un mando de la lucha contra el crimen organizado de la Guardia Civil .
“Ahora, frente a la popularidad de los narcos de otras épocas (Sito Miñanco, Laureano Oubiña o el Pastelero en Galicia; o los Castaña, Messi o el Tomate en el sur) se lleva el perfil bajo, aunque usen sus infraestructuras”, insiste un comisario de la Udyco central. “Dar la nota les convierte en diana fácil, como ha pasado en el Campo de Gibraltar: los esfuerzos políticos y policiales se han centrado allí, pero el narco funciona como los vasos comunicantes, aprietas en un punto y se va para el otro”.
Miembros de la Guardia Civil reflotan el 'narcosubmarino' aprehendido en aguas gallegas. AFP
El narcotráfico gallego está descabezado. Ya no quedan los clanes ni jefes carismáticos que fueron los dueños de la droga que comenzó a entrar en la Galicia del contrabando de tabaco hace ya cuatro décadas. El esquema piramidal de las históricas organizaciones que abrieron el mercado de la cocaína colombiana a Europa se ha ido desmoronando lentamente hasta prácticamente desaparecer, dando paso a pequeños y resilientes grupos que ofertan su infraestructura marítima y conocimiento del medio como empresas de servicios para el transporte de alijos. No obstante, Galicia vuelve a ser, según los últimos datos del Ministerio del Interior, principal puerta de entrada* de cocaína en España.
En 2019 fueron incautados 7.642 kilos, una cantidad nueve veces superior a los 824 kilos del año anterior
En el globalizado tráfico de cocaína mandan ahora potentes mafias del Este de Europa, muy experimentadas y violentas, que operan con redes del norte de África para el almacenaje y embarque de cargamentos, y con otras asentadas en Bélgica y los Países Bajos que se encargan de su distribución. Ellos son los herederos de los históricos narcos gallegos que llegaron a operar como auténticos carteles del viejo continente, emulando a sus proveedores y poderosos capos colombianos de Cali y Medellín.
Estos grupos de los Balcanes han sabido aprovechar el vacío que dejaron los audaces jefes, algunos todavía encarcelados, otros ya envejecidos, o los que permanecen ausentes por el desgaste mediático de la actividad delictiva. Y aunque Galicia sigue siendo un coladero de alijos, el perfil del nuevo narco gallego, casi anónimo y secundario en el actual esquema del mercado de la cocaína, es una radiografía del peso que este ha perdido en el establishment del narcotráfico internacional donde el potencial económico y el riesgo mínimo para los alijos son la moneda de cambio en este negocio.
Estas mafias emergentes, según Europol, están en la cúspide del crimen organizado. Son polifacéticos y aunque carecen de especialización en el transporte de la droga cuentan con los lancheros gallegos para el traslado de la droga a Galicia y tienen sus propios representantes en Sudamérica para negociar la compra directa de la cocaína, tal y como lo hacían los históricos narcos gallegos. Su gran estrategia son las cadenas logísticas que utilizan para introducir la droga, que también sirven para traficar con ropa o armas, por ejemplo, pero las apuestas, juego, blanqueo, inmobiliarias, prostitución o la inmigración ilegal son otras de sus vertientes.
“Estamos ante otra dimensión del crimen y en Galicia ya nada funciona como antes”, afirma el juez de Vigo Juan Carlos Carballal. Él conoce los entresijos de algunas operaciones policiales que dirigió contra conocidos traficantes y afirma que estas mafias del Este están instaladas no solo en Galicia, también en Andalucía y en toda Europa. “Poseen una estructura impresionante, difícil de controlar en la inmensidad del océano y por el intenso tráfico en los puertos, y no pretenden competir con los carteles sudamericanos sino cooperar con ellos. Un emporio ante el que los gallegos pueden hacer una descarga a comisión, pero nada más”, explica el magistrado.
Estamos ante otra dimensión del crimen y en Galicia ya nada funciona como antesJuan Carlos Carballal, juez
Frente a la caída del número de capturas de alijos en Galicia respecto a la gran oleada de la pasada década, los envíos que se interceptan ahora son cada vez más voluminosos y la pureza de la cocaína mucho más elevada, coincidiendo con el excedente de stocks de esta sustancia en Colombia, el principal proveedor. El constante trasiego de mercancía quedó patente durante el confinamiento por la covid-19, cuando en dos operaciones consecutivas se incautaron más de siete toneladas en las costas gallegas. “Esto ha sido una sorpresa y además se ha constatado que los traficantes han recuperado los viejos métodos del transporte y desembarco de la droga”, comenta el jefe de la Unidad Orgánica de la Policía Judical de Pontevedra, Tomás García.
“El perfil del nuevo narco es su experiencia y especialidad como transportista y recepcionista de cargamentos, incluso la fabricación de lanchas en astilleros propios”, añade el capitán, que además alerta de las tecnologías en auge, como las redes telefónicas encriptadas que emplean las nuevas mafias para operar y que hace imposible identificar las líneas y servidores. “Pontevedra y Algeciras son los dos puntos calientes del narcotráfico en España”, subraya.
Mientras Europa consume cocaína más pura y Latinoamérica produce todavía más, el futuro pasa por el uso de las tecnologías digitales en el mercado de las drogas y el perfeccionamiento de algunos recursos marítimos como es el submarino. De hecho, el comisario de la Brigada Central de Estupefacientes, Antonio Duarte, cree que la operación policial de diciembre de 2019, que permitió la captura de 3.000 kilos de cocaína en un semisumergible en las Rías Baixas “no ha sido la primera ni será la última” . Incluso cree que se utiliza este método un par de veces al año y lo han ido perfeccionando.
Para Duarte “el traficante gallego ha perdido peso pero no así el narcotráfico en Galicia que sigue muy vivo”. “Son más lancheros que nunca, hacen lo que saben hacer y aunque han tenido muchas caídas, siempre lo arreglan con otra operación”. Apunta que quedan dos grupos con capacidad para operar en cualquier momento, y que aunque ha decaído el transporte en pesqueros se ha recuperado el tráfico en contenedores y mercantes, este último casi inabarcable.
Galicia es uno de los paradigmas del constante cambio y evolución de las organizaciones del crimen organizado cada vez más potentes gracias a la globalización, lo que les ha permitido manejar mejor los mercados locales en puntos estratégicos. Los expertos estiman que solo se captura el 10% de los cargamentos en tránsito y solo en la Comunidad gallega las incautaciones aumentaron en 2019 un 827% respecto al año anterior, mientras el precio del kilogramo de cocaína prácticamente se mantiene en los 30.000 euros en el mercado negro. En 2020 se apresaron 10 toneladas en territorio gallego.
El fiscal antidroga de Pontevedra, Pablo Varela, desgrana los cambios en el narcotráfico derivados de la propia evolución del mercado internacional de estupefacientes, y apunta a la rama gallega como un elemento imprescindible en este sistema global que ha fortalecido aún más el negocio de las drogas. “El crimen organizado avanza igual que la sociedad, y las organizaciones gallegas ya no son las mismas”, afirma. “Ahora aportan su principal activo que es el transporte al nuevo esquema de la globalización, en el que unas mafias más conectadas comparten cotas de mercado, canales de distribución y nuevas herramientas telemáticas”, subraya.
Plantación de marihuana descubierta por los Mossos d’Esquadra.
Cataluña es el gran vivero de Europa de marihuana. “Es su Silicon Valley. Hay innovación permanente, ferias, que ahora se hacen virtualmente… Es de una especialización brutal a nivel económico, y las asociaciones cannábicas son una enorme tapadera para poder tener detrás dinámicas de cultivo y de venta”, explica el intendente de los Mossos d’Esquadra, subjefe de la Comisaría General de Investigación Criminal, Toni Rodríguez. La droga se ha convertido en el principal dolor de cabeza de la policía catalana, que ha elaborado un extenso informe sobre los riesgos del tráfico de marihuana, con amplia aceptación social, y el peligro de que se cree una economía criminal, al margen de la regular, similar a la que rige en el Campo de Gibraltar.
“El 70% de la delincuencia organizada se dedica también a la marihuana. Organizaciones de robos a domicilios invierten parte de sus esfuerzos en esta droga para maximizar su rendimiento criminal”, ejemplifica Rodríguez, que asegura que la planta ha “usurpado el mercado” de otras sustancias estupefacientes. No hay operación policial, del tipo que sea, en la que los Mossos no encuentren marihuana. Desde hace ocho años, es la droga más incautada en Cataluña; hace 10, asegura Rodríguez, su implantación era casi anecdótica, en un mercado que dominaba el hachís. Cataluña fue la comunidad autónoma de España con más aprehensiones de esta droga (12.398 kilos, seguida de 9.565 de Andalucía y 4.694 de la Comunidad Valenciana) en 2018, según datos del Ministerio del Interior recopilados por los Mossos.
Su popularidad también ha supuesto un incremento de la violencia. Desde 2016, la policía catalana cuenta 11 homicidios a causa de vuelcos (robo entre traficantes) y conflictos por su control. Uno de los últimos episodios ocurrió el 12 de diciembre, cuando dos clanes acabaron a tiros en la zona limítrofe entre Barcelona y el barrio de la Mina (Sant Adrià de Besòs). En el edificio de donde supuestamente salieron los disparos ―por ahora no constan heridos―, la policía catalana encontró un cultivo con 400 plantas.
El 70% de la delincuencia organizada se dedica también a la marihuanaToni Rodríguez, intendente de los Mossos d'Esquadra
En seis años, los Mossos han desarticulado 150 redes criminales, formadas por personas de diversas nacionalidades, cada una trabajando la droga a su manera, e incluso colaborando entre ellas y creando organizaciones híbridas. Definen un mercado “mosaicado”, donde a pesar de la violencia puntual, todas las mafias pueden convivir gracias al equilibrio entre la demanda y la oferta. El temor, indican, es que la rueda se pare y empiece una guerra entre ellas.
También advierten de dos fenómenos que han encontrado este último año: personas sin antecedentes con negocios legales que deciden dedicarse a la marihuana, después de atravesar problemas económicos. Pasó en el caso Neretva, donde fueron arrestadas varias familias autóctonas de la zona de Vallès de Barcelona, que departían sus negocios en lugares como el restaurante Celler de Can Roca. Y otro, la corrupción. También este año, la policía catalana ha detenido a tres mossos acusados de formar parte de una trama de tráfico de marihuana. Los agentes estuvieron en prisión preventiva un mes y medio.
El éxito de la marihuana crece paralelo al resto de drogas. La cocaína sigue entrando sobre todo por el puerto de Barcelona, o por vía terrestre, escondida en caletas (escondites) dentro de vehículos. Es una droga más complicada de trabajar que la marihuana. “Necesitas los contactos externos, confiar y depender de ellos, pagar una comisión por el transporte…”, resume Rodríguez. “Como mucho, se pueden encontrar aquí laboratorios de terminación, pequeñas cocinas para terminar la cocaína que llega antes de ser clorohidrato”, explica el intendente, que asegura que no hay una gran especialización.
La droga sigue estando en manos de clanes autóctonos y también se han desarticulado algunas organizaciones que menudeaban. El último traficante con comunicación directa con Colombia y una capacidad real para negociar con los cárteles en origen, Juan Carlos D., fue detenido en 2016, acusado de introducir más de 300 kilos. No es la mayor cantidad de esta droga intervenida por la policía catalana (encontraron 1.400 kilos en un almacén en noviembre de 2018), pero sí el hombre con mayor capacidad para moverla, según fuentes policiales.
El puerto de Barcelona ha evolucionado, con controles estrictos en los accesos, mejores sistemas técnicos y de videovigilancia, donde queda registrado quién entra y quién sale. “En el movimiento de mercancías, ya no hay un guardia en la puerta que te pide la documentación. Es un sistema que lee la matrícula, comprueba que todo está ok, y levanta o no la barrera”, explican fuentes de Vigilancia Aduanera. Antes, aseguran, una persona podía entrar o salir con más facilidad con algunas mochilas cargadas de droga que hubiese en un contenedor. Ese tránsito se ha complicado. Ahora es necesario mover los contenedores sin dejar rastro en el sistema informático.
En 2019, la Policía Nacional y Vigilancia Aduanera detuvieron a dos informáticos acusados de manipular el sistema para permitir que dos transportistas sacasen contenedores preñados de droga y los devolviesen al puerto sin dejar rastro. En total, en esa investigación se intervinieron más de 5.000 kilos de cocaína.
Pero lejos de disminuir la cuantía de droga con las mejoras técnicas, las cantidades intervenidas en el puerto han aumentado. “Ya no son mochilas, ahora hay que arriesgarse a sacar todo el contenedor, así que lo llenan más”, concluyen fuentes policiales. “Ya no hay casi nada de menos de 1.000 kilos en rip off”, añaden, en referencia al método del gancho ciego: colocar droga en contenedores de mercancía legal, sin que los dueños lo sepan. Y subrayan que esa tendencia es así desde hace al menos tres años. También han detectado casos en los que se intenta sacar la droga del barco antes de que este descargue los contenedores. La cocaína es la droga por excelencia en el puerto, aunque también han encontrado algunos casos de exportación de marihuana, y, más excepcionalmente, algunos de importación de la planta proveniente de Estados Unidos y de México.
La heroína se mantiene estable, con una base de consumo asociada a la marginalidad. Se vende sobre todo en el centro de Barcelona, en el barrio de El Raval ―donde desde 2018 se han llevado a cabo tres macrooperativos contra el menudeo―, y en mercados tradicionales como el de La Mina (Sant Adrià de Besós), La Font de la Pólvora (Girona), Sant Cosme (El Prat de Llobregat), Bon Pastor (Barcelona), Marca de l’Ham (Figueres), entre otros. “Hace poco más de un año, parecía que había aumentado su consumo, pero no encontramos datos que objetivaran esa percepción”, asegura el intendente de los Mossos Toni Rodríguez, ni de las salas de venopunción ni de sus propios operativos. Un capítulo aparte merece La Jonquera (Girona), la frontera de Cataluña con Francia. “Estamos estudiando la huella del crimen en las zonas fronterizas y como las modifican”, apunta el responsable de los Mossos, que afirma que la actividad delincuencial “condiciona socieconómicamente” el lugar. “No es una zona de grandes guarderías [lugares para esconder la droga], es un paso continuo, de negocios y trapicheos”, analiza Rodríguez. Los Mossos aún están “tejiendo conocimiento” de cómo se conforman las diversas organizaciones criminales en la frontera.
Agentes de la Udyco y la UCO muestran mercancía incautada en el puerto de Valencia. EFE
El narcotráfico trabaja como si de vasos comunicantes se tratara. “Cuando aprietas en un lado se desplaza hacia otro”, describe un comisario de la Udyco, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía Nacional. La presión en el sur (Costa del Sol y Campo de Gibraltar), con el Plan Especial puesto en marcha por el Ministerio del Interior en julio de 2018 para combatir el tráfico de drogas, ha provocado que las organizaciones fuesen buscando nuevas rutas hacia la zona de Levante: Almería, Murcia y Valencia, principalmente, convirtiéndose así en el “Plan B de los narcotraficantes”, en palabras de un mando de la Guardia Civil dedicado a la lucha contra el crimen organizado.
“Estamos detectando que los grupos que tradicionalmente operaban en el sur se están valiendo de organizaciones locales, que tienen infraestructura en esta zona, sobre todo en Murcia, para meter el hachís”, señala un agente de Greco Levante (Grupos de Respuesta Especial para el Crimen Organizado). En 2020 han intervenido 13 embarcaciones de alta velocidad en esta zona, cuando “lo normal son tres o cuatro”, apunta. Los agentes han comprobado que los narcos utilizan grúas de los puertos deportivos para poner las embarcaciones en el agua, “algo que antes hacían en la zona del Campo de Gibraltar y Málaga”, asegura.
“Ahora viene un camión tapado con una lona en la que va una zodiac de tres o cuatro motores, con los GPS, los trajes de agua y los 5.000 litros de gasolina que necesitan para llegar hasta Marruecos, llegan a un puerto, (con la connivencia de algún operario) echan la embarcación al mar con la grúa, y salen a cargar el hachís en la costa marroquí; repostan de nuevo allí, vuelven y alijan en cualquier playa de esta zona”, explica el agente. En 2020 han desmantaledo 11 organizaciones de este tipo formadas por marroquíes y españoles.
Valencia, con un gran puerto que soporta ―como el de Algeciras— grandes envíos de cocaína ocultos en contenedores de frutas y productos venidos de Latinoamérica, junto a los 275 kilómetros de la costa murciana, son las principales vías de entrada de la droga, según reflejan los datos del balance del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco).
En la Comunidad Valenciana en 2019 se apresaron 3.000 kilos de cocaína, pero en una sola operación reciente, en junio de 2020, la policía se incautó 4.000 kilos de polvo blanco escondidos entre sacos de azúcar y pulpa de piñas provenientes de Panamá y Colombia. La investigación, que se saldó con 11 detenidos (entre los que había desde holandeses hasta un ciudadano de Costa de Marfil), implicaba a varios camioneros españoles con acceso autorizado al puerto.
En Murcia se aprehendieron 149 kilos de cocaína en 2019, frente a los 20 kilos incautados el año anterior (un 646% más) y más de 17 toneladas de hachís, y se produjo un incremento (155%) exponencial* de plantaciones de marihuana.
Se requisaron 2.086 kilos y se desmantelaron 32.750 plantas
La costa de Levante se ha convertido en una suerte de refugio para las organizaciones de narcotraficantes azuzadas por los cuerpos de seguridad en la Costa del Sol y Campo de Gibraltar. Hay poblaciones en las que los capos de esas mafias pasan igualmente desapercibidos, por el gran número de turistas y extranjeros que las habitan. Se instalan allí a sabiendas de que hay ciudades y puertos con importantes y buenas conexiones con el resto de España y Europa, perfectamente aprovechables para el transporte y distribución de su ilícita mercancía.
Drogas y Armas
Están por un lado los miembros de las bandas del Este (albaneses y kosovares), con fuertes raíces en la zona de Marina Alta (Alicante) y principalmente dedicados al tráfico de cocaína y marihuana, además del tráfico de armas “que se ha visto triplicado en los últimos años”, alerta un investigador de la Policía Nacional que trabaja en la zona. “En los tres últimos años hemos intervenido más de 60 armas, entre las que hay fusiles, Kaláshnikov y ametralladoras, la situación se está poniendo dura por aquí”, advierte.
“El crimen organizado avanza y hace crecer sus plantillas, las nuestras llevan 20 años igual o peor”, señalan fuentes del instituto armado. “Tenemos un notable incremento ciudadanos lituanos y polacos dedicados en el tráfico de marihuana”, advierte otro investigador de la Udyco-Alicante. “Y la mafia francesa (no todos de origen marroquí) dedicada principalmente al go fast [rapidez] del hachís: alijan en playas de Murcia y Almería y lo mandan a Francia directa y rápidamente en todoterrenos”, describe.
En los tres últimos años hemos intervenido más de 60 armas, entre las que hay fusiles, Kaláshnikov y ametralladoras, la situación se está poniendo dura por aquí
La costa levantina resulta idónea para el blanqueo de capitales de algunos de los capos del crimen organizado, en su mayoría de países del Este de Europa. Prueba de ello es una de las más grandes operaciones contra la mafia rusa desarrollada hace unas semanas en Alicante y Benidorm, en la que fueron detenidas más de 20 personas, entre las que se encontraban dos concejales de seguridad del Partido Popular (el actual de Benidorm, Lorenzo Martínez, y el anterior de Altea, Jaime Sellés), un inspector de policía y dos guardias civiles. La investigación continúa abierta.
“Aquí tienen menos presión y las condiciones de vida se parecen mucho a las de la Costa del Sol, buen nivel de vida, facilidad empresarial, colegios internacionales para sus hijos…”, explica el investigador de Greco-Levante. Asegura que recientemente han notado la presencia de organizaciones británicas, “asentadas principalmente en Alicante y dedicadas a la adquisición y transporte de marihuana al Reino Unido, donde se sextuplica su precio”, dice. Y destaca la violencia de las “colonias de criminales suecos” asentadas en Altea y alrededores y dedicadas a los vuelcos (robos de mercancía entre bandas) y la extorsión.
Más violencia
El incremento de la violencia es notable. La rivalidad entre las organizaciones es muy grande. “A mediados del pasado mes de diciembre asesinaron a un ciudadano albanés en un restaurante, cinco tiros”, recuerda. “Había sido detenido por tráfico de drogas y armas hace solo un año y trabajaba mucho con los británicos”, señala el agente de Greco-Levante.
“Pero el gran peligro de las mafias es que logren perforar las instituciones”, señala un miembro de la Unidad Técnica de Policía Judicial de la Dirección General de la Guardia Civil. “Afortunadamente la corrupción en España es puntual, existe aún una noble conciencia democrática y el sistema tiene herramientas todavía para ser implacable con las manzanas podridas, pero hay que ser conscientes de que un solo caso puede hacer mucho daño y tirar al traste años de investigación”, advierte. En la operación contra la mafia rusa en Alicante las filtraciones obligaron a parar las pesquisas hasta en tres ocasiones y demoraron años las detenciones de los investigados, aseguran los investigadores de la Policía Nacional.
Fuentes del instituto armado aseguran que el narcotráfico a gran escala funciona a través de grandes inversores de dinero que financian envíos y se llevan importantes porcentajes del beneficio obtenido sin acercarse jamás a la droga. “Lo normal es no llegar nunca hasta ellos”, dicen. La relevancia de la última operación contra la mafia rusa consistía en eso: cayeron grandes empresarios, parapetados por todas sus inmobiliarias, negocios de ocio y vidas de lujo.
Efectos intervenidos por la Policía Nacional en operaciones en Málaga.
Apenas 20 kilómetros del litoral malagueño acumulan más de un centenar de grupos de narcotraficantes de múltiples nacionalidades, que disfrutan del clima y lujo de la zona, pero también sus engrasados mecanismos para adquirir, almacenar y distribuir droga a toda Europa.
“En ninguna otra parte del mundo encuentras, en un territorio tan pequeño, tantas personas dedicadas a lo mismo y con tanta intensidad”. Las palabras pertenecen a un agente policial asentado desde hace años en la Costa del Sol. La actividad de la que habla no es otra que el crimen organizado, cuyos actores han encontrado en el triángulo que conforman las localidades de Estepona, Marbella y Benahavís el lugar ideal para camuflarse y operar. Sus más de 25 kilómetros de litoral y urbanizaciones entre colinas son un gran mercado de drogas que surte a toda Europa.
El hachís es el principal protagonista, pero en la zona también se asientan quienes introducen cocaína por el puerto de Algeciras y quienes distribuyen marihuana a los países del Norte. Un negocio extremadamente lucrativo que atrae a mafias y grupos de casi cualquier parte del mundo y cuyas consecuencias se ven periódicamente: tiroteos en plena calle, ejecuciones con armas de guerra, sicariatos, explosiones, secuestros, cadáveres en cunetas. “Esto es un polvorín”, subraya el mismo policía, que ha dirigido operaciones contra Los Castaña, el Messi del Hachís, el propio Sito Miñanco o el grupo de holandeses al que en 2018 se le incautaron seis toneladas de cocaína en Málaga.
El crimen organizado internacional adora la Costa del Sol. Playa, buen clima, buenas comunicaciones y mucho lujo donde alardear y disfrutar su dinero. “Para qué vivir en una barriada de La Línea pudiendo tener una gran villa de lujo en Marbella y, además, pasar desapercibido”, dice otro agente. A ello se suman la cercanía de Marruecos, Algeciras y Gibraltar, puntos clave para la entrada de droga y el blanqueo de capitales, así como la facilidad para encontrar la infraestructura necesaria para el narcotráfico: desde bandas especializadas en el robo de coches a asesinos a sueldo.
Cocaína y marihuana al alza
Estas características han facilitado la llegada constante de delincuentes. Según el Ministerio del Interior, de los 73 grupos de crimen organizado radicados en Málaga en 2012, se ha pasado a 113 en 2018, último dato disponible. La mitad de ellos se dedican al hachís, que suelen traer en narcolanchas desde la costa marroquí y luego enviarla en vehículos de alta gama hacia el norte de Europa, aunque también escondida entre otras mercancías.
La cocaína, sin embargo, mueve cada vez más dinero y la marihuana mantiene un crecimiento exponencial: entre 2018 y 2019 se intervinieron cinco toneladas en esta provincia, según los datos del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco). “Derivado de todos estos tipos de criminalidad, en los que se mueve tanto dinero, surge la violencia entre las organizaciones”, apunta la memoria de la Fiscalía de Andalucía en 2020.
Málaga no es solo en un gran mercado donde comprar y vender droga, también en un almacén desde el que distribuir a toda Europa. Las bandas, como las grandes empresas multinacionales, diversifican su actividad para aumentar ingresos y dividir riesgos. La zona es ahora, también, una de las principales productoras de marihuana gracias a cultivos bajo techo en chalets, invernaderos, naves industriales o fincas en el campo. También pisos ocupados, como los 21 desmantelados el pasado mes de noviembre por 300 agentes en Rincón de la Victoria en la llamada operación Gentleman. Hay quien envía la droga por correo postal o escondida entre piezas ornamentales.
Otros solo se desplazan a Málaga para comprar cogollos y transportarlos en camiones, como hizo una banda alemana que adquirió recientemente 110 kilos de marihuana y 20 toneladas de ajos para esconderla. “Es un negocio muy rentable”, insisten desde el Equipo de Delincuencia Organizada (EDOA) de la Guardia Civil. La inversión es mínima, la ganancia, enorme. Un kilo de maría en Andalucía cuesta unos 1.700 euros frente a los 6.500 de Alemania. En Suecia sobrepasa los 9.000 euros.
Escenas de película
Las fotografías con las que, internamente, trabaja la Policía Nacional muestran fiestas en villas de lujo, coches con valores superiores al millón de euros, grandes sistemas de vigilancia de última tecnología y miembros de seguridad cargados con granadas de mano, subfusiles o pistolas con silenciador.
Las escenas parecen sacadas de películas. Quienes las protagonizan pasean su lujo por los grandes clubes de Puerto Banús, acuden a gimnasios y acumulan posesiones, pero jamás han certificado su alta en la Seguridad Social. Y sus peones también obtienen mucha rentabilidad.
En cualquier alijo de hachís en el litoral malagueño se pueden ganar 1.000 euros solo por estar alerta y avisar si aparecen las fuerzas policiales, 3.000 por descargar fardos y 30.000 por conducir un todoterreno cargado de droga hasta la guardería donde se esconde mientras llegan sus propietarios. Son los primeros en caer en las operaciones que, prácticamente a diario, se desarrollan en esta franja de costa.
Baste un ejemplo: solo en cuatro operaciones del pasado septiembre se aprehendieron tres toneladas de hachís en la costa malagueña y se detuvo a 36 personas. Que caigan los capos es más espinoso. “Es complejo demostrar sus delitos y, además, contamos con una legislación hipergarantista que dificulta mucho nuestra labor”, se queja un policía, que cree que el apoyo de jueces y fiscales es “básico” para tener éxito contra el crimen organizado.
Es complejo demostrar sus delitos y, además, contamos con una legislación hipergarantista que dificulta mucho nuestra labor
Las incautaciones de hachís son las más numerosas en Málaga: entre 2018 y 2019 se intervinieron 131 toneladas de esta sustancia, según el Ministerio del Interior. “Pero el plato fuerte es la cocaína, es lo que más dinero genera”, cuenta un policía, que durante el confinamiento descubrió 1.500 kilos de esta sustancia en un piso de la Costa del Sol.
Esta droga suele estar en el origen de los ajustes de cuentas ocurridos en esta zona y publicados por los medios de comunicación. Un engaño, alguna estafa o un vuelco (robo entre organizaciones) son los principales desencadenantes de esas ejecuciones.
La droga, en cambio, es un delito que no genera demasiada alarma social. Ni tan siquiera se percibe miedo en en Málaga cuando corre la sangre por sus calles. La razón es que rara vez la población civil se ve afectada. La última bala perdida mató a un niño y a un hombre en 2004. Pero en los últimos meses varias personas han resultado heridas porque los narcotraficantes les han arrollado con sus coches mientras huían de la policía. Una escalada de violencia que las propias fuerzas de seguridad han sufrido en primera persona. “Ahora se ven más armas que nunca”, subraya un Guardia Civil destinado en Fuengirola.
Uno de los grupos que más huella reciente ha dejado en esta zona es del de Los suecos, formado por jóvenes asesinos que impusieron el terror en 2018. Amir Mekky era uno de sus miembros. En mayo de 2018 asesinó a David Ávila, alias Maradona, cuando salía de la comunión de su hijo en una iglesia en Marbella. Tres meses después, Mekky vació un cargador completo sobre Sofian Mohamed El Zacato, frente a su villa de lujo en Estepona. “Jamás habíamos visto un grupo tan violento”, relataban entonces en la Unidad contra la Delincuencia y el Crimen Organizado de la Policía Nacional (Udyco), donde en enero pasado se creó un grupo de trabajo exclusivo para la resolución de los ajustes de cuentas.
Un crisol de nacionalidades
A veces, Málaga solo es el escenario de guerras entre mafias que operan en otros países, como la que libraron los Kinahan, irlandeses a los que vincularon con una docena de asesinatos, tres de ellos en tierras malagueñas. Las nacionalidades de los narcotraficantes son de lo más variopintas: españoles, holandeses, belgas, búlgaros, rumanos, rusos, marroquíes, italianos, serbios, croatas, irlandeses, colombianos… “Tenemos lo mejor de cada casa”, concluye, con ironía, un miembro del Grupo de Respuesta Especial al Crimen Organizado (Greco) en la costa malagueña.
Dos agentes de Vigilancia Aduanera trasladan parte de los fardos que llevaba un velero atracado en Algeciras. ANDRÉS CARRASCO
Desde que el poderoso Isco Tejón, alias Castaña, protagonizó un videoclip de reguetón mientras era el narco más buscado de España hasta su presente como preso a la espera de juicio, solo han pasado dos años. Pero ese tiempo se antoja una eternidad en los submundos del hachís del estrecho de Gibraltar, donde todos sus actores están acostumbrados a vivir deprisa, gastar con desafuero y acabar en prisión aún en la treintena. Aunque Isco y su hermano Antonio no son dos traficantes cualquiera, a efectos cuantitativos forman parte de la abultada lista de unos 2.000 detenidos implicados en narcotráfico que ya suma el Campo de Gibraltar desde que se creó un Plan Especial de Seguridad en julio de 2018 para una zona que es el principal punto de entrada del hachís en España y en Europa.
El ascenso a la gloria y la caída a prisión de los Castaña bien ilustra la historia reciente del narcotráfico en la provincia de Cádiz, azotada por un paro endémico que antes de la era covid ya se movía en cotas del 30%. En medio de ese contexto de falta de oportunidades, dos jóvenes de barriada de La Línea de la Concepción vieron la golosa oportunidad de aprovechar la histórica tradición del contrabandeo de la zona para traer fardos de hachís desde la Marruecos, a través de un estrecho, el de Gibraltar, que tiene unas condiciones geográficas y socioeconómicas invariables. A bordo de potentes narcolanchas, en barcos de pesca o de recreo, la droga lleva fluyendo ya décadas a través de las costas de Cádiz.
Todo ese despliegue se ha convertido en abultadas estadísticas de detenciones. Desde 2018, el plan especial de seguridad del Estrecho suma más de 9.300 detenidos en distintas provincias andaluzas —2.000 de ellos solo en el Campo de Gibraltar— y 20 millones de euros de inversión, según datos del Ministerio del Interior. En 2019 los detenidos en operaciones antidroga en la provincia de Cádiz se elevan a 1.523, según estimaciones de la Memoria de la Fiscalía Antidroga de la zona. Cayeron en las 47 operaciones incoadas* o en las 1.088 infracciones por tráfico de droga (un 38% más que en 2019) descubiertas en toda la provincia.
OCON Sur —la unidad creada en la Guardia Civil para luchar contra el narco en el sur de España— cerró 2019 con una incautación de 176.455 kilos de hachís y 4.341 kilos de cocaína
Al calor de lo que supone pasar la droga por uno de los puntos críticos de su viaje por España y Europa, se han labrado grandes nombres —o más bien, motes— y fortunas como la de Los Castaña; Abdellah El Haj Sadek El Messi; Kiko El Fuerte; Antonio Romero El Tomate… Todos están ahora en prisión o huidos de la Justicia —como El Messi—, aunque eso no significa que el narcotráfico haya desaparecido de la zona. “Los palos les están haciendo daño, pero sigue habiendo actividad. Lo que hay ahora es menos descaro del que nos tenían acostumbrados”, asegura Francisco Mena, presidente de la federación antidroga Nexos. Tanto él como los sindicatos policiales siempre han considerado que, solo en el Estrecho, operaban 30 clanes familiares del hachís, capaces de dar trabajo a unas 3.000 familias. Ahora, al ver el número de detenidos, Mena duda de si se quedan “cortos”.
Los palos les están haciendo daño, pero sigue habiendo actividad. Lo que hay ahora es menos descaroFrancisco Mena, presidente de la federación antidroga Nexos
En su huida hacia delante, perseguido por el refuerzo policial, el narco ha explorado nuevas vías de entrada de la droga. “En los noventa, La Línea ya estuvo un año tomada por la policía y [los traficantes] se fueron a Barbate. Cuando apretaron en Barbate, tiraron para Sanlúcar [de Barrameda] y luego volvieron al Campo de Gibraltar”, explica un investigador.
Ahora vuelven a dispersase por esas zonas transitadas en el pasado y otros puntos de Andalucía, como las costas de Granada, Almería y Levante. En cada una de sus zonas de influencia clásicas, cada cual con su narcoidiosincrasia, se repite el mismo patrón: pequeños clanes, habitualmente familiares, que se asocian entre ellos para conseguir hacer de transportistas del hachís. “Funcionan a modo de cooperativas para conseguir salir adelante”, tercia un agente especializado en la lucha contra el narcotráfico.
Sicarios franceses
Lo que cada vez sorprende más a los agentes es su capacidad para escalar más y más sus cotas de violencia. Hasta este pasado mes de noviembre, la Policía Nacional y la Guardia Civil no consiguieron desmantelar por completo a los 11 integrantes de dos mafias de Cádiz y Madrid que se asociaron para alijar hachís por el Estrecho y hacerlo llegar hasta Italia. Sería una de tantas operaciones si no fuese porque los madrileños acabaron contratando a cinco sicarios franceses para ajustar cuentas con los gaditanos: tres de ellos acabaron torturados y arrojados en mitad de una autovía en septiembre de 2019, uno de ellos cosido a puñaladas y ya muerto.
El narco del Estrecho ya no está de humor para pavonearse con videoclips, fiestas opulentas, cochazos o ropas de marcas caras. Agobiados, los sospechosos han vuelto a las andadas de ataques contra los agentes que les hicieron famosos a principios de 2018. En apenas unas semanas de septiembre, guardias civiles y policías de Cádiz detectaron decenas de ataques: desde liarse a tiros de escopeta en Bornos —en este caso, de traficantes de marihuana— contra guardias civiles a protagonizar una violenta embestida a un agente en el Campo de Gibraltar.
Un guardia civil de esta comarca atribuye ese pico de violencia a la salida de prisión durante unos días de Antonio Tejón por un error judicial: “La orden de embestida del vehículo lanzadera mientras el coche de atrás sale por patas cargado de droga es su sello. Y fue lo que dejó claro en una reunión con su gente al decirles que había que recuperar el dinero perdido”.
Porque eso, el dinero perdido, es por lo que las organizaciones de Cádiz pierden cada vez más los nervios. Día sí y día también, los agentes asestan duros golpes contra las tramas de blanqueo asociadas al hachís. Como la que implicó a Trini, una guardia civil de Algeciras encargada de las escuchas a los narcos, y a su novia, gerente de un taller de coches, en una red que blanqueó al menos 2,2 millones de euros para Antonio El Castaña.
En cada operación de blanqueo, acaban detenidas una media de 20 o 30 personas, muchos de ellos familiares de los cabecillas. “Son padres, madres, hermanos que no están vinculados a la droga, pero se han dejado llevar con propiedades a su nombre y estas son las consecuencias”, asegura un guardia civil. Para llevar a término estos golpes han resultado claves los refuerzos o creación de nuevas unidades especializadas en blanqueo en los cuerpos de la zona. Así fue como la Policía Nacional de La Línea consiguió desbaratar en octubre una narcourbanización de 50.000 metros cuadrados en la que 40 detenidos habían blanqueado 2,5 millones de euros en lujosas villas ilegales.
El tapón de la Justicia
Pero tanta investigación amenaza con crear un daño colateral: la Justicia, protagonista ahora del siguiente capítulo en el narcotráfico gaditano. “El incremento de medios policiales no ha estado acompasado con los nuestros”, apunta Ana Villagómez, fiscal antidroga en Andalucía. Las macrocausas saturan ahora los juzgados de Instrucción del Campo de Gibraltar hasta el punto de que solo los cinco de Algeciras acumulan ya una media de 50 presos preventivos cada uno.
Aunque se aumentaron las sedes, la carencia de personal se sigue haciendo evidente y las causas en el epicentro del hachís en España corren el riesgo de verse afectadas por unas dilaciones de años que alimentan la sensación de impunidad del narco. Mientras, los artífices del negocio hacen lo que pueden para continuar con sus portes desde prisión. Contra viento y marea, la vida en el narco sigue su curso. Aunque, algún día, los casos por los que fueron a la cárcel llegarán a un tribunal. Y, entonces, ya avanza Villagomez lo que pasará: “Aunque las causas tarden, se juzgan. No quedarán impunes”.
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- Coordinación: Brenda Valverde y Alberto Quero
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