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El peligroso viaje de la coca de Colombia a Holanda con escala en el Guadalquivir

La Guardia Civil consigue desmontar por primera vez una nueva ruta de la cocaína por el Estrecho organizada por una mafia marroquí-holandesa

Una de las mafias del Guadalquivir ha conseguido convertirse en transportista de una peligrosa banda marroquí-holandesa de la cocaína
Una de las mafias del Guadalquivir ha conseguido convertirse en transportista de una peligrosa banda marroquí-holandesa de la cocaínaEl País
Jesús A. Cañas

Transportistas eficaces, discretos y, sobre todo, fiables. Nada de excentricidades, ni salidas de tono que llamasen la atención. Dos históricos narcos del río Guadalquivir, bien bregados en mover hachís, consiguieron ganarse la confianza de una peligrosa mafia marroquí-holandesa para pasar cocaína a través del Estrecho de Gibraltar. El viaje de 1.255 kilos de polvo blanco comenzó en Colombia, pasó por Marruecos y se quedó detenido en Isla Cristina (Huelva), pero su destino final era Holanda. Es la primera vez que los agentes del sur de España detectan un movimiento de coca en portes del hachís, sospechan que no es el primero y temen que no pueda ser el último.

Lo de la cocaína por el Estrecho de Gibraltar era una sospecha nunca confirmada pero temida. En las oficinas de OCON Sur, el organismo de la Guardia Civil creado para lucha contra el narco, hace tiempo que la sospecha también había llegado. “Había algún indicio suelto, pero no constancia de todo el proceso como hemos conseguido ahora”, explica uno de los agentes que ha investigado la denominada operación Doberman que ha concluido con la detención de 51 personas entre las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga.

El pasado 18 de noviembre de 2019, el temor se hizo realidad a bordo de una narcolancha descubierta en Isla Cristina en la que agentes de la Guardia Civil y de Vigilancia Aduanera esperaban encontrar hachís. En su interior, viajaba un porte desconocido en las costas andaluzas: decenas de bolsas de deporte envueltas en cinta de embalar y repletas de hasta 1.255 kilos de cocaína. “Fue un pelotazo”, explica sin rodeos el investigador. En OCON Sur llevaban desde septiembre vigilando los movimientos de la mafia que organizaba el viaje, aunque pensaban que “era una más organización del hachís”.

No erraban en el tiro. Los dos capos que organizaban el porte —dos traficantes de en torno a 40 años cuya identidad no ha trascendido— eran viejos conocidos de los agentes por dedicarse a alijar hachís procedente de Marruecos a través de las marismas del Guadalquivir. Uno residía en Lebrija, el otro en El Cuervo; los dos seguían una máxima común en la zona: mover hachís sin llamar la atención, con vidas discretas muy diferentes a las que llevan los traficantes del Campo de Gibraltar, más amantes del lujo y las excentricidades. Los guardias civiles descubrieron que los dos eran los responsables de una nave de Lebrija en la que se ocultaba una narcolancha que movían en un semirremolque hasta las costas de Cádiz o Málaga para hacer sus portes de droga.

Agentes de la Guardia Civil en un registro en Trebujena durante una operación de narcotráfico contra una banda que introducía cocaína en narcolanchas de hachís
Agentes de la Guardia Civil en un registro en Trebujena durante una operación de narcotráfico contra una banda que introducía cocaína en narcolanchas de hachísGuardia Civil

En algún momento que los agentes desconocen, los dos capos dieron un salto cualitativo —y económicamente cuantitativo— y entraron en contacto con una mafia de marroquíes y holandeses. “Aunque son los típicos que trabajaban de todo, debían resultar fiables para que los holandeses confiaran en ellos”, explica el agente. Y tal debió la certidumbre que proyectaron que los agentes sospechan que el movimiento de coca del pasado 18 de noviembre no es el primero en el que los narcos sevillanos podrían haber colaborado.

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La droga era propiedad de una mafia “muy peligrosa” con ramificaciones en Marruecos y Holanda, donde el material tenía su destino final. El grupo trajo cocaína “de gran pureza” en un contenedor de mercancías que llegó desde Colombia al puerto de Casablanca. De allí, acabó en una guardería ubicada entre esta ciudad y en Rabat hasta que el día del porte a España unos vehículos la trasladaron a la costa. “La navegación hasta la costa de Cádiz fue larga, para lo habitual del hachís, que procede del norte de Marruecos”, explica el agente. La organización española llegó a la desembocadura del Guadalquivir el pasado 17 de noviembre, desistió y lo intentó al día siguiente, momento en el que la Guardia Civil se topó con el sorpresivo alijo de coca.

La intervención puso en marcha dos investigaciones, conectadas, a ambos lados del Estrecho. En Marruecos, la gendarmería detuvo en enero a más de diez miembros de la mafia. También consiguió una orden de detención internacional para uno de los capos de la peligrosa banda que se encontraba en Emiratos Árabes Unidos, según explican fuentes de la Guardia Civil española. A este lado, sus socios españoles estos acabaron por caer el pasado mes de marzo. La pista de los viajes del remolque a la costa les llevó también hasta sus colaboradores en las provincias de Cádiz y Sevilla.

Aunque a los capos sevillanos les gustase fingir una vida austera —“sus casas eran bastante normales, nada que ver con las de los narcos de La Línea”, asegura el agente—, no escatimaban en medios para delinquir. En total, la Guardia Civil se ha hecho con 60.000 euros en efectivo, nueve vehículos —cuatro eran robados— y seis semirrígidas valoradas en 1,5 millones de euros. Aunque podría parecer hasta poco, si se tiene en cuenta que el kilo de cocaína se mueve en torno a un valor de 34.000 euros y que solo el alijo de Isla Cristina podría superar el precio final de los 30 millones de euros. “A más ganancias, más dinero por blanquear. Esa es la investigación que nos toca ahora”, remacha el agente.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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