
Crucificadas
El camino más seguro a una vida espantosa es no tener la vida que se quiere tener

Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

El camino más seguro a una vida espantosa es no tener la vida que se quiere tener

Por momentos, todo me parece un acto de omnipotencia deplorable que alguien debería prohibirme

Según la OMS, una de cada cinco niñas y uno de cada trece niños es víctima de "abuso sexual"

El pueblo no olvida ni perdona, parece que eso a Kuczynski se le olvidó

Y que no se habla cuando se quiere: se habla cuando se puede

Siempre me pregunté cómo sería cuando estaba solo. Habitaba un territorio que estaba más allá de la rabia, de la inteligencia, de cualquier ternura

No hay derecho a pedirle al Papa ninguna prueba de la existencia del dios en el que cree. Pero sí de exigirle que ejerza la misericordia a la que su dogma obliga

Se habla, desde hace rato, del muro que pretende levantar como el mayor símbolo de su lucha retráctil contra la invasión de los bárbaros

Sienta una repulsión demente. No por ella, sino por lo que han hecho: por lo que se han hecho

Admirables los que están en el tiempo sin pensar en él

El mundo era un lugar repleto de cosas que anhelaba con ferocidad, y todas estaban demasiado lejos, eran demasiado inalcanzables

Pasé por ese lugar cientos de veces. Pero lo había olvidado por completo: su existencia, su nombre, su ubicación

Hasta el 18 de octubre clamábamos por el cuerpo de uno. Ahora otorgamos, silentes, licencia para matar

Pasó de poeta sesudo a columnista popular. La obra de este autor, en la que confluyen lírica y periodismo, es hoy considerada lo más exquisito de la prosa chilena

No dije nada para evitar que otros hicieran lo que ustedes hacen: dudar de la única evidencia que una mujer, en esas circunstancias, tiene: la palabra propia

Alguna vez el periodista norteamericano Jon Lee Anderson dijo, lúcidamente, que "ser víctima no es ninguna virtud"

Durante años no hubo para mí nada más importante que la vida y la obra —y la muerte— de ese hombre

Incluir a más mujeres que hombres es una forma de empujar hacia la igualdad

Hoy ejerce una represión brutal en un país con un 90% de desempleo y una de las tasas de prevalencia de VIH más altas del mundo

La casa está en silencio, flotando no en calma sino indiferente, como una enorme cabeza de hormigón con los oídos tapiados

Durante casi ochenta días se le exigió al gobierno que respondiera dónde estaba

Debemos asegurarnos de que nuestro último adiós se diga apropiadamente

Una risa gozosa que me recuerda que siempre estamos solos. Nunca abandonados

Me tomó pocas horas leer el libro, pero todavía siento sus efectos

"Era la última vez que íbamos a vernos. Él había suspendido el encuentro de la tarde anterior con una llamada amable"

La expresidenta tuiteó que la policía había efectuado "una cacería de gente y de periodistas"

Los adultos seguimos convencidos de que la soledad, la incomprensión y el vacío son cosas de la edad

Un mundo que parpadea sin ganas. Un blindaje de pájaros muertos. De bostezos brumosos

Autor de más de 20 libros y 700 cuadernos, el poeta y fotógrafo chileno exhibe su devoción sacra por el sexo y las mujeres y su dependencia de la escritura: “Yo busco la página cuando me pasa algo”

Una condena amable, la exigencia del perdón por parte de los violados: esa es la tolerancia cero que la Iglesia auspicia

En África somos 1.216 millones, y por lo que se nos tiene en cuenta parece clarito que acá no hay nadie. O nadie que importe

El único motivo por el que la gente hoy hace fotos parece ser el de regurgitarlas con urgencia en el buche glotón de las redes sociales

Y aunque sé que es sólo una conjunción de tiempo, suciedad y telarañas digo, muy despacio: "Sí, es mi abuela"

Ella no iba buscando futuro. Iba, como Cadarso, de visita.

Los habitantes de la aldea veían tu cruz y sonreían y decían "¡Christian, christian!", y eso era todo

Les debo aquellos días soñando que, como el Corto Maltés, yo también podía labrarme el destino con una navaja en la palma de la mano


Ese día me bastó con saber que, cuando caemos, no estamos solos

En mitad de la noche, siéntese en la cama y escuche cómo él respira sereno

Piense con alivio y con pánico, con agradecimiento y terror: “Podemos seguir así veinte años más”