_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Te creo

No dije nada para evitar que otros hicieran lo que ustedes hacen: dudar de la única evidencia que una mujer, en esas circunstancias, tiene: la palabra propia

Leila Guerriero
© GETTYIMAGES

En octubre, una argentina que regresaba a Buenos Aires por Air France notó que el pasajero francés que iba a su lado se estaba masturbando. Llamó a una azafata, pidió cambiar de asiento, le dijeron que no había, la sentaron en el sitio de la tripulación, junto a los baños, y se desentendieron. Ya en destino, la mujer denunció al pasajero y al personal de vuelo, cuyos miembros declararon durante horas en una comisaría. Todo se supo en noviembre, no por la denuncia de la pasajera sino porque el presidente de Air France “comunicó a la cancillería argentina su indignación por la detención arbitraria de los tripulantes”. El pasajero desmintió su acto de onanismo y dijo que había tenido problemas “desde el principio” con la pasajera, que se había negado a cambiarle el asiento para que él viajara junto a un amigo. A la mujer nadie le preguntó nada.

Hace unos años yo volaba desde Panamá junto a un hombre de gran porte que había cedido su asiento en el pasillo para que un par de ancianos pudieran viajar juntos, cambiándolo por uno incómodo, en el centro. Cené y me dormí. Desperté con la mano del tipo bajo mi trasero. Sentí violencia ciega, lo insulté. Su cara fue toda una respuesta: me miró como si estuviera loca, sabiendo que yo sabía que esa era la cara que él iba a poner si yo hacía escándalo. Me levanté. Busqué otro asiento. No había. Y no pedí ayuda a la tripulación. Sé lo que hubieran visto: “Mujer, edad mediana, viaja sola: histérica” versus “hombre amable ayudó a viejitos”. Pasé la noche en vela, junto a él. La respuesta al motivo de mi silencio es la pregunta que muchos de ustedes se están haciendo ahora: por qué no dije nada entonces. Esa pregunta que me vuelve a mí —no a él— sospechosa. No dije nada para evitar que otros hicieran lo que ustedes hacen: dudar de la única evidencia que una mujer, en esas circunstancias, tiene: la palabra propia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_