_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vencimiento

Y que no se habla cuando se quiere: se habla cuando se puede

Leila Guerriero
Harvey Weinstein.
Harvey Weinstein.MIKE SEGAR / REUTERS

Las ondas expansivas de los escándalos por acosos y abusos sexuales en Hollywood producen discusiones interesantes —como el grupo de mujeres francesas que pide “no confundir el coqueteo torpe con el ataque sexual”—, pero también comentarios como aquel que reprocha a las víctimas no haber hablado a tiempo y desliza, así, dos ideas peligrosas: la primera, que no haberlo hecho las transforma en cómplices de lo que sucedió; la segunda, que los traumas tienen fecha de vencimiento y que, pasada esa fecha, no es adecuado mencionarlos. “En este libro mostraré que el primer acto del depredador consiste en paralizar a su víctima para que no se pueda defender. (...) Por mucho que la víctima intente comprender qué ocurre, no tiene las herramientas para hacerlo”, escribe Marie-France Hirigoyen en el El acoso moral. En una relación de trabajo —pero no solo—, buena parte del gozo laberíntico del predador —aun cuando se trate de un igual en la cadena de mando— reside en el ejercicio del poder absoluto. Su enardecimiento ante la víctima se produce también —o sobre todo— por el hecho de haberla acorralado: si hablara, la víctima transformaría su vida en una pesadilla (porque perdería su empleo, porque no conseguiría otro, porque nadie le creería). Me gustaría entender si hay algo reprobable en tener miedo. Porque eso es lo que estamos diciendo cuando decimos que debieron haber hablado antes: “Ahora no pueden hacerlo, porque no cumplieron con su obligación de ser valientes”. Me gustaría entender si les estamos pidiendo un certificado de dignidad para otorgarles, a cambio, el derecho a decir. Creí que ya habíamos comprendido —gracias a sobrados ejemplos— que las huellas de la humillación y del trauma no tienen fecha de vencimiento. Y que no se habla cuando se quiere: se habla cuando se puede. A veces, incluso, no se puede nunca.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_