_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Antídotos

Un mundo que parpadea sin ganas. Un blindaje de pájaros muertos. De bostezos brumosos

Leila Guerriero
Un hombre mirando por la ventana
Un hombre mirando por la ventana© Getty

Se hace así: se tienen padres, madres, hermanos, se vive una infancia más o menos feliz y más o menos triste, una adolescencia más o menos feliz y más o menos triste, una juventud atolondrada. Se tiene una vocación. Se vive —se logra vivir— de, por, con, en, para ella. Se viaja a sitios inesperados, impensables. Se hacen cosas inesperadas, impensables. Se encuentran hombres y mujeres inesperados, impensables. Se cometen prodigios y desastres. Se mira hacia atrás con vértigo. Hacia adelante con curiosidad. Nunca a los lados. Y se sigue y se sigue. Y todo parece bien, y hasta muy bien, o razonablemente bien. Hasta que un día se mira alrededor y ya no hay vértigo. Ni nada inesperado. Ni prodigios ni desastres. Solo cordialidad y horror. Un mundo que parpadea sin ganas. Un blindaje de pájaros muertos. De bostezos brumosos. Entonces se hace así: se abre la puerta de casa. Se bajan las escaleras. Se sale a la calle. Se llega hasta la esquina (como si se fuera a huir definitivamente). Pero una vez allí no se hace nada salvo seguir respirando y recordar este verso de Sharon Olds: “Qué precisión se hubiera necesitado / para que los cuerpos volaran a toda velocidad por el cielo tanto tiempo sin lastimarse el uno al otro”. Y esta trilogía de Nicanor Parra: “Ya no me queda nada por decir / Todo lo que tenía que decir / Ha sido dicho no sé cuántas veces”. Y: “He preguntado no sé cuántas veces / Pero nadie contesta mis preguntas. / Es absolutamente necesario / Que el abismo responda de una vez / Porque ya va quedando poco tiempo”. Y: “Solo una cosa es clara: que la carne se llena de gusanos”. Después se vuelve sobre los propios pasos. Se suben las escaleras. Se entra en casa. Se sigue. Así se vive cuando se tiene temple. Y el corazón helado. (Y no se piensa nunca en el verso de Joseph Brodsky: “Y temblarás al escuchar decir: ‘Querido”. Jamás se tiembla)

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_