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Tardelli celebra su gol en la final a Alemania con sus compañeros.
EL PAÍS MUNDIAL | España 1982

La gran decepción

El Mundial de España de 1982 tuvo para España solo una connotación geográfica. La algarabía de los ochenta, entre la movida y el Naranjito, deportivamente fue un fiasco para una selección presuntamente llamada alcanzar cotas mayores. El empate inaugural ante Honduras (y de penalti convertido por López Ufarte) y la derrota ante Irlanda (entre medio se ganó a Yugoslavia), permitieron el pase a la segunda fase pero inundaron de desconfianza a la selección dirigida por Santamaría. Una derrota ante Alemania y el empate ante Inglaterra apearon a la selección que se fue del torneo con mucha pena y ninguna gloria. El Mundial de España fue, en realidad, el Mundial de Italia, que comenzó llena de dudas en el grupo de Polonia, Camerún y Perú, pero fue creciendo de forma imparable hasta la final que venció a Alemania (3-1). Italia tuvo dos nombres propios. Uno en el campo, Paolo Rossi, y otro en el palco, el presidente de la República, Sandro Pertini, festejando alborozado los goles de su selección.

Secuencia del cabezazo que Zidane le propinó a Materazzi en la final y que le valió la expulsión.
EL PAÍS MUNDIAL | ALEMANIA 2006

Italia saca a Zidane de sus casillas

Italia llegó a Alemania 2006 como le gusta, en las peores condiciones. Acorralada por los escándalos de los amaños de partidos del calciopoli, la cadena de fraudes arbitrales en el calcio entre 2005 y 2006, sancionados como consecuencia de ello el Juventus, el Milan, el Fiorentina, el Lazio y el Reggina. Como ya hizo en el Mundial de 1982, la Azzurra se unió contra el mundo y en torno a su entrenador, en este caso Marcelo Lippi, afianzándose a partir de la solidez defensiva de Buffon y Cannavaro, la creatividad de Pirlo y Totti en la medular y el instinto de Del Piero para rematar. El fútbol procedía de Francia y de un Zidane pletórico aunque en sus últimos coletazos, capaz de tumbar a España en octavos y a Brasil en semifinales. Le esperaba Italia en la final de Berlín. Y un villano inesperado, Materazzi, que sacó a Zidane de sus casillas, insultándole hasta que el francés, en un arranque de furia incontenible, arremetió contra el defensa italiano como un ariete: golpeándole con la cabeza en el estómago. Su expulsión desinfló la superioridad francesa y le dio en la tanda de penaltis el cuarto título mundial a Italia (1934, 1938, 1982 y 2006).

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