La gran decepción
El Mundial de España de 1982 tuvo para España solo una connotación geográfica. La algarabía de los ochenta, entre la movida y el Naranjito, deportivamente fue un fiasco para una selección presuntamente llamada alcanzar cotas mayores. El empate inaugural ante Honduras (y de penalti convertido por López Ufarte) y la derrota ante Irlanda (entre medio se ganó a Yugoslavia), permitieron el pase a la segunda fase pero inundaron de desconfianza a la selección dirigida por Santamaría. Una derrota ante Alemania y el empate ante Inglaterra apearon a la selección que se fue del torneo con mucha pena y ninguna gloria. El Mundial de España fue, en realidad, el Mundial de Italia, que comenzó llena de dudas en el grupo de Polonia, Camerún y Perú, pero fue creciendo de forma imparable hasta la final que venció a Alemania (3-1). Italia tuvo dos nombres propios. Uno en el campo, Paolo Rossi, y otro en el palco, el presidente de la República, Sandro Pertini, festejando alborozado los goles de su selección.
ENTREVISTA A JESÚS MARI ZAMORA |
30 veces internacional español
“Éramos más de lo que fuimos”
De lo que le pasó a la selección española de 1982 habla ahora, más de 30 años después, Jesús Mari Zamora (1955, Guipuzkoa). Él fue uno de los pilares de aquella Real Sociedad capaz de ganar dos títulos de Liga y una Copa del Rey frente a las grandes potencias que eran el Real Madrid y el Barça. Con La Roja, sin embargo, vivió la presión de competir una Copa del Mundo como local y el fracaso de una eliminación temprana con un equipo lleno de talentos.
Pregunta. España fracasó en su Mundial con un equipo de campanillas. ¿Con que ánimo acudió a ese Mundial y que sensación le dejó al final?
Respuesta. El ánimo era excelente, porque teníamos un gran equipo, que además era muy experimentado, muy curtido y con varios futbolistas por puesto, cada uno de gran nivel. La sensación final es que no alcanzamos lo que estábamos capacitados para conseguir. Y no es solo un argumento teórico. Un año antes hicimos una gira magnífica por todo el mundo donde demostramos que éramos un equipo solvente y temible. Recuerdo que, por ejemplo, contra Brasil perdimos 1-0 como podíamos haber ganado 0-1. Y así muchos partidos que ganamos, empatamos perdimos ajustadamente. Por eso el Mundial nos dejó a todos un poso de amargura, porque nos sentíamos capacitados para, por lo menos, llegar a semifinales y discutir un puesto en la final. En realidad, éramos más de lo que fuimos.
P. Pero no ocurrió, ¿porque se torció desde el principio, con el empate ante Honduras y la derrota frente a Irlanda?
R. Cierto. La selección era un gran grupo, con un buen plantel técnico, un trato humano magnífico, pero creo, sinceramente, que pagamos una preparación inadecuada. Debido a una gira larguísima y a una concentración excesiva, de un mes en el que solo veíamos a la Policía y a la Guardia Civil que nos custodiaba en La Molina, primero, y en El Saler después, llegamos al Mundial sin la chispa necesaria.
Un Mundial no se gana con diesel, sino con gasolina súper. Y nosotros no podíamos cambiar de ritmo, algo imprescindible en una competición de ese nivel. Hicimos malos resultados al principio y los pagamos después. No fue una cuestión de aguantar o sucumbir a la presión, ¡qué va!, sino de preparación, pensada con toda la bondad del mundo, pero inadecuada a todas luces. Sin chispa no se puede ganar o disputar un Mundial.
P. Dos años antes, en la Eurocopa de Italia, España había transmitido buenas sensaciones.
R. En ese torneo, estuvimos concentrados dos semanas nada más. Lo justo para ambientar el grupo y establecer algunos conceptos colectivos, y el asunto funcionó mejor. Pero en el Mundial, quizás agobiados por la presión del anfitrión se decidió una concentración de un mes de aislamiento que resultó perjudicial. No es ninguna crítica al colectivo que dirigía los designios de la selección, sino el reflejo de un momento que en nuestro caso nos perjudicó.
P. Pero el empate contra Honduras fue un mazazo del que quizás España no se pudo levantar...
R. Fue un golpe duro. Pero si analiza el conjunto de aquel Mundial hay que pensar que entonces había selecciones de postín, como ahora, que no tenían un crack, sino varios, y había otras que ahora no figuran en la jerarquía del fútbol mundial, como Polonia o Bélgica, por ejemplo, que eran poderosísimas. La gente se olvida que jugábamos contra la Francia de Platini, Giresse y compañía, el Brasil de Zico, Sócrates, Falcao, Toninho Cerezo, la Italia de Paolo Rossi, Antognoni, Scirea y un largo etcétera. Los equipos no rotaban en torno a una sola figura sino a varias. Pero, aún así nosotros también teníamos futbolistas acreditados: ¿o no es un lujo tener a Santillana, Quini, Juanito, Arconada o López Ufarte en aquel plantel, por citar solo unos pocos?
P. Su gol de cabeza frente a Alemania, en la segunda fase, lo hubiera firmado cualquier nueve de alto nivel?. ¿Qué hacía un diez clásico ejerciendo de nueve clásico?
R. Cuando el balón se fue a la red, yo mismo pensé: “¡Vaya gol he metido!”. Fue tremendo. Pero también me acuerdo que después tuve otra ocasión que salió rozando el poste que nos hubiera dado otra vida en el partido. Sí, fue un gol inusual, pero lo peor es que no valió para nada, salvo para mi recuerdo.
P. Su prestigio en esos años, sin embargo, se agigantó. Incluso fue seleccionado por Europa.
R. Es cierto. Tras la Eurocopa del 80, nos seleccionaron a Arconada, Camacho y a mí. ¡Que tiempos, dos de la Real y uno del Madrid! Y luego tras el Mundial también se incluyó a Gordillo. ¡Es que éramos una buena selección!, el problema es que no encontramos el punto necesario. Pero aquel Mundial no me dejó ninguna mala sensación, salvo aquel mes que estuvimos recluidos en la concentración.
Casi todo son buenos recuerdos, buenas relaciones, como por ejemplo con Juanito que era un tipo magnífico, cojonudo, temperamental, pero un pedazo de pan además de un gran futbolista. Todo menos el resultado. Que al final es lo que queda.
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