Ernesto Samper: “Una victoria electoral del uribismo sería terrible”
El exmandatario hace un llamamiento para que haya un candidato único de una coalición a favor de la paz
Fuera del ámbito hispanoamericano, la imagen de Ernesto Samper (Bogotá, 1950) es la de un personaje efímero de la tercera temporada de Narcos. El expresidente colombiano lidió durante su mandato en los años noventa con la acusación de que el cartel de Cali había financiado su campaña, pero ha cabalgado esta última década convertido en representante regional y defensor de primera línea del proceso de paz con las FARC, la penúltima cabeza de las seculares guerras colombianas en las que han caído sucesivos narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares sin que haya terminado por completo la violencia.
El reto de implementar los pactos de La Habana, con los que el Gobierno y los insurgentes dieron fin el año pasado a un conflicto de más de medio siglo, se multiplica ahora en plena víspera de la campaña para las legislativas y las presidenciales de 2018. Mucho más inclinado a la izquierda del espectro político que durante su mandato, Samper, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) desde 2014 hasta el pasado enero, analiza los desafíos de su país y la región durante una visita a Madrid la semana anterior, en la que participó del encuentro Oportunidades de negocio en Colombia tras los acuerdos de paz.
Pregunta. ¿Cómo califica el desarrollo del proceso de paz?
“Las FARC han cumplido sus compromisos, pero la reincorporación a la sociedad lleva un ritmo preocupantemente lento”
Respuesta. Se ha cumplido una primera etapa muy importante que fue el proceso que termina con lo que podríamos llamar el silencio de los fusiles, que termina con la dejación de las armas, la desmovilización de la gente [guerrilleros] de las zonas veredales. Y ahora comienza un proceso difícil, que va muy lento a mi juicio, que es el de reincorporación. Mientras las FARC han cumplido con sus compromisos, incluido el de formar un partido, los programas de reincorporación, especialmente los de carácter económico, tanto para las FARC como para las víctimas me parece que llevan un ritmo preocupantemente lento.
P. Hay analistas que creen que ciertos grupos políticos buscan que esto sea así para debilitar a las FARC como movimiento.
R. Con los niveles a los cuales ha llegado la oposición, no descarto [que haya adoptado] ningún tipo de estrategia para entorpecer el proceso. Sin embargo, creo que está blindado por sí mismo y me parece que pese a las dificultades que he señalado ya es irreversible, por lo menos el proceso de las FARC. Y espero que en los próximos meses si se logran crear las condiciones para extender el alto el fuego bilateral que se pactó en Quito con el ELN [ahora la principal guerrilla del país], podamos afirmar que estamos ya en una situación de irreversibilidad de los dos procesos.
“La gente no votó contra la paz en el plebiscito, sino contra los impuestos, los gobernadores, el Gobierno nacional…”
P. ¿Cómo afecta la campaña electoral la implementación los pactos?
R. Contrario a lo que muchos piensan, el tema de la paz no va a ser decisivo en las próximas elecciones, sino el tema económico. De alguna manera la situación económica está contaminando las propias posibilidades de que se exprese un apoyo claro, sincero, solidario y masivo hacia el tema de la paz. Esto fue exactamente lo que vimos con el referéndum [sobre los acuerdos de paz en 2016 en que ganó el rechazo a los pactos]. La gente no votó contra la paz, sino contra los impuestos, los gobernadores, el Gobierno nacional… Pero eso fue una especie de sindicato de odios que encontró en la oposición a la paz una manera de expresarse dentro de lo que se ha llamado hoy en día la posverdad.
P. ¿Quiénes son los enemigos de la paz?
“Se están comenzando a presentar situaciones de deserción, de persecución de los dirigentes desmovilizados”
R. Por supuesto que hay unos enemigos políticos que están haciendo daño, pero creo que sin desconocer la importancia de los opositores a la paz el mayor enemigo es que se mantengan, o inclusive que se reproduzcan, las condiciones objetivas dentro de las cuales se concibió la violencia que mantuvo a las FARC durante 50 años en el monte. Está en el informe que estamos trabajando sobre cómo va el proceso con la Fundación Paz y Reconciliación. Ahí aparece claramente que en las 16 zonas veredales donde se concentraron las FARC se están comenzando a presentar situaciones de deserción, de persecución de los dirigentes desmovilizados. Pero más grave aún es que en las zonas donde operarían las nuevas circunscripciones para la elección de unos candidatos al Congreso (pactado en La Habana) es donde se está concentrando la persecución y el exterminio de dirigentes sociales.
Eso significa que las dinámicas de la violencia pueden en cualquier momento reactivarse. No creo que las FARC vayan a volver a tomar las armas que ya dejaron. Pero los factores de la violencia que las llevaron a sostenerse en el conflicto armado pueden de alguna manera estimular a los grupos —a algunos disidentes de las FARC, a los de paramilitares que se están reconfigurando a través del cartel del Golfo (de Urabá) y a las bandas de sicarios del narcotráfico— a mantener la violencia viva.
P. El partido de Germán Vargas Lleras, hasta hace poco ‘número dos’ de Juan Manuel Santos y ahora aspirante presidencial, acaba de darle la espalda en el Congreso a la justicia transicional que juzgará a guerrilleros y militares.
“Que el exvicepresidente de Santos le haya dado la espalda a la paz es una decisión insólita”
R. Se trata de una decisión insólita. Germán Vargas sabe perfectamente que una de las columnas vertebrales del proceso es la justicia transicional. Y hacerle daño a uno de estos ejes es prácticamente colocarse del otro lado de la paz. Espero que él recapacite y entienda que si quiere llegar a representar a unos sectores importantes que están con una salida política al conflicto armado no puede sustraerse de su responsabilidad de aprobar lo que podrían ser los cuatro o cinco temas fundamentales de la paz.
P. Parece muy difícil, sobre todo por la posibilidad de que Vargas se alíe con el uribismo, el principal opositor de los acuerdos.
R. No sé si esto corresponde a una campaña oficial o forma parte de la desinformación y del manejo de la posverdad que ha caracterizado al Centro Democrático [formación del expresidente Álvaro Uribe] en sus últimas actuaciones. Pero en la política como en la física opera el principio de acción y reacción. Un entendimiento entre las fuerzas de derecha contra la paz inmediatamente fortalecería una opción de las fuerzas progresistas, no necesariamente de izquierda, a favor de encontrar un candidato para la paz, que es lo que yo he venido proponiendo. Que el próximo 11 de marzo con las elecciones parlamentarias los candidatos que han manifestado su voluntad de sostener los acuerdos de paz y acompañar los del ELN escojan un candidato que se presente a la primera vuelta.
P. ¿Qué implicaría una victoria electoral del uribismo?
R. Eso sería la tapa de la olla. Espero que no sea ese el camino que tomen los colombianos. Que no se les olvide todo lo que llevamos tratando de salir de esta noche oscura de la violencia ni lo que estamos viviendo gracias al funcionamiento de los acuerdos de paz en materia de tranquilidad y de recuperación de la economía, del turismo, de la imagen de Colombia.
P. ¿Cuáles son las posibilidades de la izquierda en las elecciones tras la desmovilización de las FARC?
R. Si algún efecto favorable han tenido los acuerdos de paz es que este remedo que teníamos de alternatividad política en que los partidos tradicionales se repartían el poder como dos buenos hermanitos ha quedado atrás. Parece que ya para la opinión pública está claro que hay unos sectores reaccionarios que son los que combaten las opciones de paz y todo lo que ella representa. Y que hay unos sectores de carácter progresista que no van a tener la dificultad que tuvieron en el pasado de que les saquen del armario el fantasma de “la combinación de las formas de lucha” para descalificarlos. Al contrario, aquí se abre un arcoíris de posibilidades para que las fuerzas políticas se expresen.
P. Siguen creciendo los cultivos de coca, uno de los principales combustibles de la guerra.
“Llevamos 10 años fumigando más de un millón de hectáreas de coca y no ha funcionado”
R. Cuando en uno de los cinco puntos de la agenda de los acuerdos de La Habana se pactó que tendría que haber una sustitución masiva de los cultivos ilícitos se estaba pensando en desarmar esta bomba explosiva. El tema es cómo se hace. Nosotros tuvimos un Plan Colombia [patrocinado por Estados Unidos] que fue un absoluto fracaso. Llevamos 10 años fumigando más de un millón de hectáreas y lo que tenemos hoy son más hectáreas cultivadas. Creo en la fórmula que se acordó en La Habana de que sea un proceso de sustitución social y voluntaria con el apoyo del Estado en las zonas rurales donde se concentra la producción. Pero no un apoyo solo de presencia militar, sino con vías terciarias, con escuelas, puestos de salud, zonas de reserva campesina para que haya formas colectivas de trabajar la tierra. Estados Unidos no puede pretender que en un año de vigencia de los acuerdos se tengan los resultados que no se han obtenido con todos los Plan Colombia y todas las operaciones de fumigación que se han intentado en los últimos 20 años.
P. ¿Por qué Washington se obstina en la fumigación de la coca con glifosato?
R. Cada quien está buscando el flanco que más le interesa de los acuerdos para mostrar sus diferencias, que son de carácter ideológico.
La crisis de Venezuela y la mediación de Unasur
P. Ahora el fantasma electoral en Colombia es Venezuela ¿Cuán determinante será?
R. Depende de qué pase allí. Hace dos meses las alternativas que se abrían eran todas impensables: una guerra civil, un golpe de Estado, inclusive una invasión militar por parte de Estados Unidos. Hoy se han reabierto las posibilidades de negociación en Venezuela a partir de las tres premisas que fijamos los expresidentes a principio de año. Definir una agenda electoral par que hubiera elecciones regionales y presidenciales, que entiendo ha sido aceptada por el Gobierno y la oposición. Que a través de la Comisión de la Verdad, además de visibilizar a las víctimas, se legitimen otras aspiraciones, que las personas que hoy en día no pueden participar lo hagan a través de una amnistía concertada. Y también hay que hacer un acuerdo para una reforma constitucional que equilibre los poderes, de tal manera que no se siga en Venezuela con el juego de que el que gana las elecciones, gana todo. Y el que pierde, pierde todo. Hay que buscar una forma de equilibrar la participación en los poderes, que es lo que ha envenenado la política en Venezuela desde hace 10 o 15 años.
P. ¿Por qué fracasó la mediación de Unasur?
R. Fue exitosa mientras duró. Participamos a través de una misión electoral en las elecciones [parlamentarias] que ganó la oposición y el Gobierno aceptó estos resultados. Y luego iniciamos con los expresidentes y el Vaticano un proceso de diálogo en el que como señalaba el mismo Papa, lo importante no eran solamente los resultados, sino el proceso en sí, que la gente pueda estar hablando. Y creo que eso es lo que ha sucedido en Venezuela, que se está negociando sin dialogar. Lo más importante no es lo que se ve hacia fuera, sino que al interior de las negociaciones para el diálogo se están obteniendo concesiones y se están haciendo reclamos y exigencias atendidas por cada una de las partes, que están creando un clima de entendimiento entre el Gobierno y la oposición.
P. ¿Por qué se ha debilitado Unasur?
R. Desde mi retiro hace varios meses, los países no se han puesto de acuerdo para elegir un sucesor, por la fórmula venenosa de que se necesita consenso para cualquier decisión. Hay algunos países que están jugando a que no se elija un secretario general para debilitar a Unasur. Y que les interesa que no haya uno que sirva de interlocutor. Nunca había sido tan importante la interlocución de la región frente a problemas de una magnitud incalculable como las amenazas que para la región representan las políticas del señor Trump. Él va en contravía de todos nuestros intereses, de los migrantes, del libre comercio, del cambio climático, que es lo que produce los huracanes que están destruyendo las islas del Caribe… Yo creo que ahí necesitamos un interlocutor, que no puede ser el secretario de la OEA [Luis Almagro], que repica y va en la procesión.
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