_
_
_
_
el pulso
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Internet socialista de Salvador Allende

El proyecto Cybersyn, un primitivo Internet, estuvo muy vivo durante 1972 y 1973 en Chile, y murió tras el golpe de Pinochet

Representación de la sala de operaciones del proyecto Cybersyn.
Imagen del extinto proyecto chileno Cybersyn.

Recuerde este nombre, porque es el nombre de un genio: Stafford Beer (1926-2002). El padre de la cibernética de gestión dijo: “Un sistema autoorganizado debe estar siempre vivo, no finalizado, ya que finalización es un sinónimo de muerte”. El proyecto Cybersyn –digno de una serie de J. J. Abrams– estuvo muy vivo durante 1972 y 1973, nunca se acabó de definir y murió tras el golpe contra otro genio, este sí conocido, Salvador Allende, a manos de ese antigenio absoluto y genocida llamado Augusto Pinochet.

Solamente 10 años después de que el Departamento de Defensa de Estados Unidos alumbrara Arpanet, que es considerado como el primer protointernet, Cybersyn (sinergia cibernética) o Synco (sistema de información y control) llegó a controlar información económica proveniente de todos los rincones del país andino, gracias a una red tecnológica llamada Cybernet. Todas las empresas chilenas nacionalizadas remitían sus cifras de consumo y producción por télex a un centro ubicado en Santiago. La foto que documenta la sala de control podría pertenecer perfectamente a 2001: Una odisea del espacio. Muestra siete butacas blancas, con teclados en los apoyabrazos, encaradas hacia las grandes pantallas en las paredes. Todo tapizado, plástico y moqueta, estampa pop.

Esa habitación hexagonal “se creó para ayudar a Allende a implementar su visión del cambio socialista”, leemos en Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de Salvador Allende (LOM Ediciones), de Eden Medina. “Sus creadores esperaban que los más importantes miembros del Gobierno la utilizaran para tomar decisiones rápidas basadas en datos en tiempo real y en una visión macroscópica de la actividad económica nacional”. Fue el resultado del encuentro entre la política y la ciencia, entre Fernando Flores (hombre de confianza del nuevo presidente) y Stafford Beer, el visionario británico que no dudó en subirse a un avión para atravesar el Atlántico e irse a diseñar, cablear y pixelar la utopía.

El programa llegó a controlar información económica proveniente de todos los rincones del país andino, gracias a una red llamada Cybernet

Aunque fuera sin duda un intento de Internet socialista, de Big Brother o Big Data utópico, ni militar ni capitalista, lo cierto es que la información llegaba como electricidad pero se procesaba manualmente: cuatro diseñadoras gráficas preparaban las diapositivas con los gráficos que se proyectaban en esas pantallas dignas del porvenir. Lo analógico era tan o más importante que lo digital, porque el proyecto no tuvo tiempo de alcanzar la maduración necesaria para ser realmente efectivo. El 10 de septiembre de 1973 se tomaron medidas para instalar la sala de control en el Palacio de la Moneda; pero al día siguiente se acabó todo.

Beer se propuso, en sus propias palabras, “implantar un sistema nervioso electrónico en la sociedad chilena”; pero tanto él como el presidente estaban de acuerdo en una cuestión fundamental: no era ético espiar a los ciudadanos. Por eso no pudieron prever el golpe. ¿Qué debieron pensar los soldados de Pinochet cuando se encontraron la sala de control y la máquina de télex? Ellos provenían del pasado, de la Edad Media, de la noche oscura de los oscuros tiempos, y se topaban de pronto, sin transición ni analgésico, con un futuro que no podían ni querían entender: condenado a nunca ser. Así que destruyeron la maquinaria y apagaron la luz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_