La economía de Estados Unidos pierde fuelle con Trump
La incertidumbre sobre los aranceles eleva las expectativas de inflación, daña la confianza de los consumidores, eleva el déficit comercial y lastra el crecimiento


La fortaleza de la economía estadounidense ha sido la envidia del mundo los últimos años. Los presagios de una recesión durante el mandato de Joe Biden nunca se cumplieron. El mercado laboral batió récords de creación de empleo mientras el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, maniobraba para lograr el ansiado aterrizaje suave: controlar la inflación sin desatar una crisis. En su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha heredado una economía pujante. Sin embargo, algunos nubarrones empiezan a asomar en el horizonte. El deterioro de algunos indicadores de consumo y comercio exterior ha llevado a la Fed de Atlanta a pronosticar incluso una contracción de la actividad en el primer trimestre. La mayoría de los economistas apuestan por el crecimiento, pero ya piensan en una ralentización.
Un puñado de datos han puesto en guardia a economistas e inversores en las últimas semanas. Ninguno es concluyente por sí solo, pero en conjunto abonan la idea de que la economía estadounidense está perdiendo algo de fuelle como consecuencia de la incertidumbre arancelaria, la persistencia de la inflación, los despidos de empleados públicos y la paralización de algunos desembolsos federales.
“La economía de Estados Unidos mantuvo un sólido impulso a principios de año, pero la creciente incertidumbre en torno a la política comercial, fiscal y regulatoria está ensombreciendo las perspectivas”, opina Gregory Daco, economista jefe de EY-Parthenon, que destaca la postura más proteccionista del Gobierno de Donald Trump. “Más allá del impulso inflacionario y los impactos negativos en el crecimiento de los aranceles más altos, la mayor incertidumbre política podría conducir a la volatilidad de los mercados financieros, así como a que las empresas y los consumidores adopten cada vez más una actitud de esperar y ver qué pasa”, añade.
La política comercial de Trump está siendo confusa y contradictoria, llena de anuncios incumplidos, cambios de criterio, amenazas inconsistentes y actuaciones improvisadas. Sin haber llegado apenas a aplicarse nuevos aranceles, sí parece haber empezado a tener consecuencias. El déficit comercial ha pulverizado récords, pues los anuncios parecen haber tenido un efecto llamada sobre las importaciones para adelantar los envíos y evitar gravámenes.

Además, los aranceles también ayudan a explicar el cambio en las previsiones de inflación, que la Reserva Federal vigila muy de cerca para evitar que las subidas de precios demasiado pronunciadas se enquisten en la economía. Las expectativas se han disparado, según las medidas basadas en encuestas de la Universidad de Michigan, el Conference Board y la Reserva Federal de Nueva York. Si se mantienen elevadas, sería un obstáculo serio para el objetivo de la Fed de hacer retroceder la inflación al 2% sin provocar una desaceleración económica significativa.
Los economistas de Bank of America, sin embargo, creen que hay razones para “no perder el sueño” con esos datos por varios motivos. En primer lugar, parece haber una enorme división partidista que contamina el resultado: los demócratas creen que la inflación se va a disparar con Trump hasta el 5,4% en un año, mientras que los republicanos esperan deflación (0,1%), según la encuesta de la Universidad de Michigan, que hace esa diferenciación por grupos de votantes. “La conclusión de los datos de la Universidad de Michigan es que la política ha reducido la señal de las encuestas de consumo sobre las expectativas de inflación”, indica Stephen Juneau, economista de BofA Securities.
En segundo lugar, las previsiones basadas en cotizaciones de mercado (o en encuestas a economistas y empresas) no muestran ese mismo repunte. En todo caso, Juneau espera que los aranceles eleven la inflación, aunque sea temporalmente. Y también cree que las expectativas pueden enquistarse. Están muy determinadas por los artículos que los hogares compran con más frecuencia, como huevos, leche o gasolina. El aumento de los precios de los alimentos, en particular de los huevos, que se han disparado por la gripe aviar, puede hacer que esas expectativas de inflación alta se extiendan.
El reverso de las subidas de precios es un deterioro en la confianza de los consumidores, que también se ha apreciado en las encuestas recientes. En febrero, registró el mayor descenso mensual desde agosto de 2021. “Se produjo un fuerte aumento de las menciones al comercio y los aranceles, volviendo a un nivel no visto desde 2019. En particular, los comentarios sobre la actual Administración y sus políticas dominaron las respuestas”, explica Stephanie Guichard, economista sénior de Indicadores Globales de The Conference Board.
Al empeoramiento del sentimiento de los consumidores pueden haber contribuido también la congelación de desembolsos federales y los despidos de funcionarios impulsados por Elon Musk y el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Los recortes pueden lastrar el producto interior bruto (PIB) y el secretario de Comercio, Howard Lutnick, coqueteó este domingo con la idea de excluir el gasto público del cálculo del PIB o mostrar dos medidas, con él y sin él, en la línea de lo que había reclamado el propio Musk.
El deterioro de la confianza amenaza con restar potencia al consumo, el gran motor de la economía estadounidense. Las cifras publicadas el viernes por la Oficina de Análisis Económico, dependiente del Departamento de Comercio, muestran que los ingresos personales aumentaron en enero un 0,9%, mientras que los gastos personales cayeron un 0,2% (un 0,5% en términos reales), el mayor descenso en cuatro años.
Los consumidores se tomaron un respiro en un mes de temperaturas gélidas tras una fuerte temporada navideña y hay que tener mucho cuidado con extrapolar el dato de un mes. Aun así, según Gregory Daco, de EY, “el aumento resultante de 1,1 puntos porcentuales en la tasa de ahorro personal es digno de mención, ya que podría indicar el inicio de un ahorro preventivo por parte de los hogares”. “Es demasiado pronto para concluir si ese es el caso, pero será algo a tener en cuenta a medida que se avecinan las amenazas arancelarias, los despidos del Gobierno federal y la incertidumbre fiscal”, argumenta.
Datos del mercado inmobiliario, indicadores adelantados de actividad empresarial y algunas cifras del mercado laboral también apuntan en la dirección de que la actividad económica se está frenando algo, aunque es pronto para sacar conclusiones. La Bolsa y las criptomonedas han perdido casi todo lo avanzado desde la victoria de Trump en las presidenciales.

La cotización de los bonos del Tesoro estadounidense ha ido reflejando el cambio de preocupaciones de los inversores. Inicialmente, dominaba la tesis de que los aranceles y las restricciones de oferta en el mercado laboral (por las trabas a la inmigración) alimentarían la inflación y eso obligaría a la Reserva Federal a mantener los tipos altos durante más tiempo. El banco central bajó un punto los tipos oficiales entre septiembre y diciembre, pero las rentabilidades de los títulos a 10 y 30 años se dispararon. En las últimas semanas, sin embargo, los tipos a largo han caído ante las perspectivas de un crecimiento más débil. De hecho, hasta se ha invertido la curva de tipos (rentabilidades más altas a plazos más cortos), una indicación clásica de riesgo de recesión.
La indefinición sobre los aranceles está pasando factura. “Cuanto más se prolongue, mayor será la incertidumbre”, sostiene Alex Cohen, estratega de divisas de Bank of America. “El mercado parece estar aceptando la idea de que, si bien los aranceles plantean riesgos iniciales de inflación y de alza del dólar estadounidense, al mismo tiempo no deben pasarse por alto los impactos en el crecimiento. De hecho, las interrupciones en la cadena de suministro, los efectos de posibles aranceles de represalia, la parálisis de las inversiones en bienes de capital y los efectos adversos que la fortaleza de la moneda puede tener en los exportadores y en los beneficios de las empresas multinacionales son factores que podrían conducir a tipos más bajos (no más altos) y a un dólar más débil”, argumentaba antes incluso de que Trump confirmase el inicio de la guerra comercial con México y Canadá desde este martes.
Gregory Daco, de EY, espera una desaceleración del crecimiento económico en los próximos trimestres como consecuencia de todos esos riesgos, hacia un ritmo trimestral anualizado tendencial en el entorno del 2%. Daco espera que el gasto de los consumidores avance a un ritmo más moderado a medida que los hogares continúen adaptándose a un mayor costo de vida y a tipos de interés elevados. En su opinión, el crecimiento más lento de la demanda final llevará a las empresas a seguir gestionando su fuerza laboral de manera estratégica, dando prioridad a las mejoras de productividad para aliviar las continuas presiones de costes.
“Prevemos que la economía se expandirá un 2,3% en 2025, con un impulso de crecimiento del PIB que se irá reduciendo en la segunda mitad del año, y anticipamos una tasa de crecimiento promedio del 1,7 % en 2026″, concluye. Eso supone un debilitamiento frente al 2,8% de 2024, pero sigue siendo un crecimiento superior a la media de los países avanzados. La inercia sigue siendo muy alta.
Inflación o crecimiento
En todo caso, a Jerome Powell se le complica el trabajo. En sus últimas intervenciones, el presidente de la Reserva Federal ha señalado que, tras la rebaja de un punto en el precio del dinero, la política monetaria está bien situada para responder a un debilitamiento del mercado laboral o a un repunte de los precios. Pero responder a las dos cosas a la vez es más difícil. “Las políticas de Trump ponen a la Fed en una situación difícil”, opina Tiffany Wilding, economista de Pimco en Estados unidos.
“La inflación rígida plantea interrogantes sobre la medida en que la Fed finalmente llevará a cabo los dos recortes de tipos de 25 puntos básicos implícitos en sus proyecciones de diciembre. Al mismo tiempo, una ralentización más relevante del crecimiento del PIB real y de los mercados laborales, que hasta ahora se han apoyado en las fuertes tendencias de la inmigración, podría aumentar la percepción de mayores riesgos a la baja para la economía”, explica Wilding.

Jeff Schmid, presidente del Banco de la Reserva Federal de Kansas City, se refirió expresamente a ese dilema la semana pasada en un discurso en Washington. “Existen riesgos que podrían dificultar cada vez más nuestras decisiones de política monetaria”, indicó Schmid. “Mientras los riesgos de inflación parecen ser al alza, las conversaciones con contactos en mi distrito, así como algunos datos recientes, sugieren que la elevada incertidumbre podría pesar sobre el crecimiento. Esto plantea la posibilidad de que la Reserva Federal tenga que equilibrar los riesgos de inflación con las preocupaciones sobre el crecimiento”, apuntó, antes de recordar las lecciones de las décadas de 1970 y 1980, cuando las subidas de precios se enquistaron en la economía después de que el banco central no fuera lo suficientemente estricto.
Schmid lo tiene claro: puestos a elegir, lo primero será controlar los precios. “Habiendo alcanzado la inflación recientemente su nivel más alto en 40 años, ahora no es el momento de bajar la guardia. Se podría argumentar que algunos de los factores que impulsan las expectativas de inflación son probablemente acontecimientos transitorios puntuales, pero, de nuevo, dada la experiencia reciente, no estoy dispuesto a correr ningún riesgo cuando se trata de mantener la credibilidad de la Reserva Federal en materia de inflación”, argumentó.
Decenas de grandes empresas estadounidenses han advertido de los riesgos inflacionistas de los aranceles de Trump. También han señalado el posible impacto de esas medidas proteccionistas sobre el crecimiento económico y las posibles distorsiones en las cadenas de suministro. El gigante Walmart, la empresa que más factura del mundo y que sirve de termómetro del consumo estadounidense, restó importancia a los aranceles, pero presentó unas previsiones de crecimiento inferiores a las que esperaba el mercado, en parte por la incertidumbre sobre la economía.
Su consejero delegado, Doug McMillon, señaló la semana pasada en un acto en Chicago que el grupo está detectando “comportamientos de estrés” entre los consumidores preocupados por llegar a fin de mes. “Se puede ver que el dinero se acaba antes de que termine el mes, se puede ver que la gente está comprando paquetes más pequeños al final del mes”, dijo.
Con su política de precios bajos, Walmart se ha erigido como uno de los ganadores del entorno inflacionista de los últimos años. Aunque su previsión de crecimiento sea menor a la que esperaba el mercado, sigue siendo positiva. De hecho, espera que el paisaje se despeje, como en episodios anteriores. Al presentar las cuentas de la empresa a los analistas, McMillon dijo: “Habíamos visto nubes en el horizonte y nunca llegaron. Y ahora mismo me siento un poco así”.
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