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Trump pone un muro a la integración económica de Norteamérica

Las cadenas de producción y suministro de Estados Unidos, México y Canadá se han hecho interdependientes en 30 años de libre comercio

Filas de camiones esperando a cruzar la frontera en Ciudad Juárez (México), este viernes.
Filas de camiones esperando a cruzar la frontera en Ciudad Juárez (México), este viernes.Jose Luis Gonzalez (REUTERS)
Miguel Jiménez

Donald Trump se refirió el viernes en el Despacho Oval de la Casa Blanca a los aranceles como “un muro”. El presidente de Estados Unidos aprobó este sábado gravar las importaciones procedentes de Canadá y México con una tasa del 25% y las de China, con un 10% alegando una emergencia nacional por el fentanilo. Además, incluyó en su decreto un mecanismo para que los aranceles suban si hay represalias de los afectados, como se espera. El presidente planea asimismo con carácter general tarifas para proteger sectores específicos como el petróleo, el gas, los microprocesadores, el acero, el aluminio, el cobre y los productos farmacéuticos. También tiene en el punto de mira aranceles universales que afectarán, entre otros, a la Unión Europea. El mundo se acerca a una guerra comercial a gran escala, pero el efecto de sus medidas será especialmente gravoso para la integración económica de Norteamérica, donde la interdependencia se ha acentuado en tres décadas de libre comercio.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA) que entró en vigor el 1 de enero de 1994 fue el pistoletazo de salida de esa creciente integración. El acuerdo permitió ganancias de competitividad y un mercado regional más amplio frente a otras áreas mundiales, pero tuvo contraindicaciones. Muchos fabricantes estadounidenses desplazaron producción a México en busca de mano de obra más barata, dañando especialmente a algunas zonas industriales de Estados Unidos. La entrada de China en la Organización Mundial de Comercio en 2001 acentuó ese efecto y muchos trabajadores estadounidenses se vieron de repente entre los perdedores de la globalización. Eso generó un descontento y una reacción contra el libre comercio que Trump supo capitalizar ya en 2016 con sus promesas proteccionistas.

Durante su primer mandato, Trump renegoció el TLCAN y firmó un nuevo acuerdo, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC o USMCA), que entró en vigor en 2020 y que ahora quiere vulnerar flagrantemente. El republicano regresó al cargo redoblando su apuesta por los aranceles como receta mágica contra todos los males. En campaña dijo que “arancel” era la palabra más bonita del diccionario. Aunque tras asumir el cargo la degradó y la puso por debajo de “Dios”, “religión” y “amor”, sigue siendo su receta económica favorita. “Los aranceles nos van a hacer muy ricos, y muy fuertes”, dijo el viernes, mientras evocaba como referencia a seguir el periodo de 1870 a 1913.

Más de un siglo después de aquella época, Estados Unidos es una economía abierta, pero Trump ha empezado a poner aranceles a sus tres principales socios comerciales, exagerando las cifras de déficit comercial que tiene con ellos y presentándolas falsamente como subvenciones. Estados Unidos importó entre enero y noviembre de 2024 bienes de México por 466.600 millones de dólares (450.000 millones de euros); de Canadá, por 377.200 millones, y de China, por 401.400 millones. Entre los tres acaparan la mitad de las importaciones estadounidenses. México ha superado a China como principal proveedor y el saldo a su favor ha alcanzado niveles récord, pero la relación no está tan desequilibrada como con el gigante asiático. El déficit comercial fue de 157.200 millones de dólares con México, 270.400 millones con China y 55.000 millones con Canadá.

Riesgo de recesión

Los intercambios comerciales de Estados Unidos con sus dos vecinos suman más de 1,5 billones de dólares anuales. Una guerra comercial puede dañar a los tres países, pero México y Canadá saldrán peor parados, pues son más dependientes de la economía estadounidense. Una caída importante de sus exportaciones probablemente los metería en una recesión, aunque México puede seguir siendo competitivo incluso con aranceles. En todo caso, el efecto concreto es incierto.

Según el Instituto Peterson, los aranceles del 25% a México y Canadá reducirían el producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos unos 200.000 millones de dólares en el conjunto del mandato de Trump. Canadá perdería 100.000 millones de dólares en una economía mucho más pequeña, y en su punto máximo, el arancel reduciría el tamaño de la economía mexicana en un 2% en relación con su previsión sin aranceles.

Planta de General Motors en Ramos Arizpe (México).
Planta de General Motors en Ramos Arizpe (México).Daniel Becerril (REUTERS)

El mejor ejemplo de la integración es el sector del motor. Las empresas automovilísticas han borrado las fronteras de sus cadenas de suministro y producción. Para Estados Unidos, México y Canadá son los principales proveedores de vehículos de motor y sus componentes y, a la vez, los principales mercados de sus exportaciones de esos productos. Un análisis reciente del Instituto Peterson calculaba que el 38% del valor añadido total de los vehículos importados desde México era de fabricación estadounidense. Casi la mitad de los coches importados por Estados Unidos desde México son en realidad fabricados por los gigantes estadounidenses del motor, los Tres Grandes de Detroit: General Motors, Ford y Stellantis (que absorbió Chrysler).

Del mismo modo, los coches fabricados en Estados Unidos incorporan valor añadido de Canadá y México, tanto por los componentes como por otros productos básicos como el acero y el aluminio. “La aplicación de nuevos aranceles del 25% al acero canadiense y mexicano perjudicaría probablemente a la mayoría de los fabricantes estadounidenses de vehículos de motor y piezas de recambio, al elevar significativamente los costes de sus insumos”, sostienen desde el Instituto Cato.

La cadena de suministro de la industria automovilística norteamericana está tan entrelazada en los tres países del USMCA que un motor, una transmisión u otro componente puede cruzar las fronteras entre Estados Unidos y Canadá y entre Estados Unidos y México hasta siete u ocho veces antes de acabar en un vehículo terminado. La agencia Bloomberg siguió la pista en 2017 a un condensador, un simple componente eléctrico. Una empresa de Centennial (Colorado) se lo vende a otra de Grand Rapids (Míchigan). El condensador viaja a Ciudad Juárez (México), donde se inserta en una placa de circuito. A continuación, se envía a un almacén estadounidense del otro lado de la frontera, en El Paso (Texas). El componente vuelve luego a Matamoros (México), donde una empresa ensambla la placa de circuitos en un dispositivo para plegar un asiento. Desde allí viaja a una planta de Mississauga (Ontario, Canadá) que produce los asientos, desde donde se envía a una fábrica de Ford, empresa estadounidense, en Oakville (Canadá) para instalarse en el todoterreno Ford Flex, que se vendía en los tres países.

México destina el 80% de sus exportaciones a Estados Unidos. Su sector industrial, concentrado en el norte, trabaja en gran medida para su vecino. Junto a energía, componentes, automóviles, maquinaria y productos químicos, la alimentación también tiene un peso considerable. Estados Unidos concentra en México la mayor parte de sus importaciones de productos agrícolas, especialmente en invierno. El aguacate, el tomate, los pimientos, limas y limones pueden encarecerse para los consumidores estadounidenses, que también importan cerveza de ambos países y aceite de cocinar y vacuno de Canadá. En sentido inverso, Canadá y México compran en torno a un tercio de todas las exportaciones agrícolas estadounidenses, y si se añade China, suman la mitad, lo que pone en peligro cerca del 10% de todos los ingresos agrícolas de Estados Unidos.

Trabajadores empaquetan aguacates para su exportación a Estados Unidos en Peribán (México).
Trabajadores empaquetan aguacates para su exportación a Estados Unidos en Peribán (México).Ivan Arias (REUTERS)

Una parte importante de la relación comercial con Canadá es energética. Las redes eléctricas están interconectadas y el vecino del norte exporta electricidad a Estados Unidos, especialmente en el este. Al tiempo, Canadá destina el 80% de sus exportaciones de petróleo a Estados Unidos, que le compra casi la mitad de sus importaciones de crudo. Trump prevé para el petróleo canadiense un arancel del 10% en lugar del 25% general. El mercado del crudo es global, pero para Canadá será menos rentable desviar sus exportaciones a otros países.

Washington podrá sobrellevar mejor una guerra comercial con sus vecinos, dado el tamaño y la potencia de su economía, pero Canadá y México compran aproximadamente un tercio de todas las exportaciones estadounidenses. Canadá es el principal mercado exterior para 36 de los 50 Estados y México para otros seis, incluidos los cuatro fronterizos: California, Texas, Arizona y Nuevo México.

El Gobierno del canadiense Justin Trudeau prepara represalias para gravar el zumo de naranja que producen Florida y California; el whisky de Tennessee y la mantequilla de cacahuete de Kentucky, entre otros productos. Chrystia Freeland, exministra de Finanzas y candidata a suceder a Trudeau en el liderazgo del Partido Liberal, ha planteado una medida más concreta: aranceles del 100% a Tesla, la empresa de Elon Musk, aliado cercano de Trump. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no ha enseñado sus cartas, pero asegura que tiene “un plan A, un plan B y un plan C” para responder a Estados Unidos.

Hay, además, otra parte de daño autoinfligido. Los aranceles y otras medidas de Trump amenazan con presionar los precios al alza. Si eso ocurre, la Reserva Federal mantendrá altos los tipos de interés durante más tiempo para evitar que la inflación se enquiste, lo que frenará el crecimiento económico. El presidente de la Fed, Jerome Powell, reconoció que el banco central está ya analizando potenciales escenarios y decidió hacer una pausa de duración incierta en las rebajas de tipos. Trump respondió arremetiendo contra él.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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