El clima extremo afecta de forma desproporcionada a las mujeres del mundo rural, según la FAO
Un aumento de un grado centígrado en las temperaturas medias se asocia a una reducción del 34% en los ingresos totales a largo plazo de las familias lideradas por mujeres, según un organismo de la ONU
Los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático afectan desproporcionadamente a la población rural de los países de renta media y baja, especialmente a las mujeres. Esta es la principal conclusión de un informe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hecho público este martes, que por primera vez traduce en datos económicos el impacto de las inundaciones, sequías o episodios de calor extremo en las comunidades más vulnerables.
Las cifras del estudio, realizado en 24 países del Sur global (13 de África, nueve de Asia y dos de América Latina), evidencian cómo aumenta “la brecha de desigualdad” como consecuencia del calentamiento del planeta, asegura en conversación telefónica Benjamin Davis, director de la División de Transformación Rural e Igualdad de Género de la FAO.
Por ejemplo, los hogares pobres pierden el 5% de sus ingresos totales por el calor extremo y el 4,4% por las inundaciones, con respecto a los hogares más acomodados. Estos porcentajes “representan una reducción al año, en comparación con los hogares que no son pobres, de 21.000 millones de dólares [19.350 millones de euros] por las inundaciones y de 20.000 millones por el calor” en cifras globales, explica Davis. Y aunque el porcentaje no parezca elevado, sí lo es para estas familias, insiste el experto, porque ya se encuentran “en el límite del nivel de supervivencia”. Por ello, les resulta prácticamente imposible asumir nuevas pérdidas sin que se vea mermada su seguridad alimentaria.
Los hogares pobres pierden el 5% de sus ingresos totales por el calor extremo y el 4,4% por las inundaciones, con respecto a los hogares más acomodados
Pero si esos hogares están además encabezados por mujeres, las consecuencias son aún peores, con un desplome de ingresos del 8% por el estrés térmico y del 3% por las inundaciones, en comparación con los hogares encabezados por hombres. A largo plazo, “un aumento de un grado centígrado en las temperaturas medias se asocia a una reducción del 34% en los ingresos totales” de las familias lideradas por mujeres, concluye el informe de la FAO. “Las mujeres se enfrentan a muchas barreras, impuestas por normas políticas y sociales”, destaca Davis. La carga de los cuidados familiares, según el experto, les obstaculiza el acceso al trabajo y, por tanto, la diversificación de sus fuentes de ingresos. Pero además, “tienen a su disposición menos servicios porque los programas agropecuarios suelen estar dirigidos a los hombres”, añade.
Aunque los porcentajes de brecha son menores que en el caso de las mujeres, también los hogares de las personas de mayor edad sufren más los embates del clima. En un año medio, dejan de ingresar un 3% menos por las inundaciones y un 6% menos por el estrés térmico que los hogares en los que el cabeza de familia es una persona joven.
Los niños son otro de los colectivos más afectados. Las temperaturas extremas “los empujan a aumentar su tiempo de trabajo semanal en 49 minutos en relación con los adultos en edad de trabajar”, entre otros motivos, por la necesidad de las familias de buscar ingresos fuera del sector agrícola, según el análisis de la organización de Naciones Unidas.
Poblaciones invisibles
“Los fenómenos meteorológicos extremos llevan a los hogares rurales con menos recursos a adoptar peores estrategias de adaptación”, explica Davis. Por ejemplo, se ven obligados a vender su ganado para obtener dinero a corto plazo, pero la falta de animales reducirá su capacidad de obtención de ingresos en un futuro. También, según el experto de la FAO, estas familias disminuyen la diversificación de sus fuentes de ingresos “para adoptar una estrategia de supervivencia centrada en la producción” que les garantiza la fuente de alimentos, lo que les deja, a su vez, en una situación de mayor inseguridad financiera.
Por ello, continúa, es importante abordar “el enorme desafío que los fenómenos climáticos extremos plantean para los esfuerzos globales destinados a reducir la pobreza y la desigualdad”. Porque, hasta ahora, según resalta el informe de la FAO, “la población rural y sus vulnerabilidades climáticas apenas son visibles en las políticas nacionales”.
Solo el 6% de las 4.164 acciones climáticas propuestas en los 24 países estudiados por la FAO mencionan a las mujeres,
De nuevo, los datos son abrumadores: en los planes nacionales de adaptación al cambio climático de los 24 países estudiados (Bangladés, Etiopía, Ecuador, Burkina Faso y Pakistán, entre ellos), “solo el 6% de las 4.164 acciones climáticas propuestas mencionan a las mujeres, el 2% explícitamente a los jóvenes, menos del 1% a los pobres y alrededor del 6% a los agricultores de las comunidades rurales”.
A nivel global, en el periodo 2017-2018, el único analizado en términos financieros, solo el 7,5% de la inversión se destinó a la adaptación al cambio climático, el 1,7% a los pequeños productores y el 3% a la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra, según la FAO.
Por ello, este organismo de la ONU insta a tomar medidas concretas destinadas a la población más vulnerable. “Algunas son tan sencillas como crear escuelas infantiles” para que las mujeres no carguen con todo el peso del cuidado de los hijos, explica Davis, que también llama la atención sobre la importancia de adecuar los programas y servicios agropecuarios a las necesidades de ellas. “Generalmente, están dirigidos a los hombres”, lamenta. Otras, más complejas, como reformas legales para garantizar a las mujeres el derecho a la propiedad de la tierra, son también imprescindibles para reducir la brecha de género provocada por el cambio climático.
Pero, sobre todo, es fundamental “movilizar los recursos necesarios” donde más falta hacen para la adquisición de nuevas tecnologías, variedades de semillas mejoradas, accesos a los servicios que permitan a los agricultores adelantarse a los fenómenos extremos o financiación para realizar inversiones a largo plazo. “A menudo”, deplora Davis, “todos estos recursos se dirigen a los grandes propietarios de tierras, pero no a los pequeños productores”.
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