Sergio Díaz-Granados (CAF): “América Latina envejece sin haber resuelto problemas centrales como la pobreza o la desnutrición”
El presidente del banco de desarrollo latinoamericano llama a fomentar la integración y a “recuperar” la capacidad de la región para atraer inversión en sectores clave
La plana mayor de las finanzas se dará cita el miércoles y jueves de esta semana en el Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe, que acogerá Ciudad de Panamá, y que organiza CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe en alianza con el Grupo PRISA y World in Progress (WIP). La primera edición de la cita, que el banco de desarrollo quiere convertir en referencia anual para toda la región, girará en torno a la gran pregunta que atormenta al bloque desde hace décadas: ¿cómo retomar la senda de crecimiento? El presidente ejecutivo de la entidad, Sergio Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia, 56 años), conversa con EL PAÍS en Madrid, a donde acude días antes de viajar al país centroamericano.
Pregunta. 2025 es un año clave para la región, repleto de citas importantes. La primera de ellas, la de esta semana en Panamá.
Respuesta. La primera reflexión es que América Latina no viene creciendo bien. Llevamos casi 10 años con crecimientos muy mediocres. La pandemia nos golpeó tremendamente, limitando mucho la capacidad fiscal de los gobiernos, pero la principal preocupación en 2025 es el bajo crecimiento, que está por debajo de su potencial. Esa es la razón central del foro que hemos convocado en Panamá.
P. ¿Cómo debe la región recuperar esa senda de crecimiento?
R. Hay que aumentar la inversión, sobre todo la privada: recuperar la capacidad de la región para atraer inversión en sectores fundamentales para el desarrollo: turismo, infraestructuras, exportación... Involucrar más al sector privado es la esencia. Se ha hecho un gran esfuerzo, desde 2022 para acá, para anclar nuevamente la inflación, que es el impuesto más regresivo para los pobres en cualquier economía. Y está cumpliendo con sus obligaciones de deuda. Son buenos cimientos para poder pasar a la discusión de productividad e inversión.
P. Está, también, el factor demográfico: tras muchos años remando a favor, ahora lo hace en contra.
R. Es un gran desafío: somos la única región emergente que envejece sin haber resuelto antes problemas centrales, como la pobreza o la desnutrición. El bono demográfico no nos está acompañando ya con la misma fuerza que 30 o 40 años atrás.
P. Y en esas llegó Donald Trump. ¿Cómo afecta a la región su regreso a la Casa Blanca?
R. La relación de América Latina con Estados Unidos es muy intensa, muy profunda. Hay 60 millones de latinos en EE UU: si fuera un país sería la octava economía mundial. Y las remesas juegan un rol central en la estabilidad social del hemisferio. Es una gran noticia que tengamos un secretario de Estado latino [Marco Rubio], que habla español: es el primero en la historia republicana, y eso es un gran aporte en la conversación. Que entienda la región es muy importante. Más allá del ruido, hay que concentrarse en las soluciones. Hay preocupaciones en EE UU que también compartimos: como la seguridad y los mercados criminales, como el narcotráfico o el tráfico de armas de EE UU a América Latina. No me espantaría por los titulares y me concentraría en las bases de esta relación, que es muy fuerte.
P. ¿Qué objetivos tiene el foro de esta semana en Panamá?
R. A América Latina y el Caribe le faltaba un encuentro anual de buen nivel entre el sector privado y el público. Vamos a tener grandes líderes y consejeros delegados de la región, y también empresas que están interesadas en ella para tomar el pulso a 2025. Nuestra idea es poder preservar este espacio en los próximos años, siempre en Panamá y siempre en esta misma fecha, para lograr un punto de encuentro que nos ayude a hablar de lo que podemos hacer para que la economía de América Latina y el Caribe crezca.
P. Hay un cierto aroma de déjà vu: mucho ha cambiado en los 20 últimos años, pero en otros aspectos la región está en las mismas.
R. La crisis de precios de las materias primas de 2015 implicó para muchas economías de la región una pérdida de casi el 50% de sus exportaciones, y de eso hace solo 10 años. Después llegó la pesadilla de la covid-19. Todo esto ha pasado factura. Hay un potencial que debemos desatar: es una región de grandes oportunidades y de grandes respuestas para los problemas globales.
P. Evitar, en fin, que la de los treinta sea una nueva década perdida.
R. Así es. El promedio de crecimiento de los 10 últimos años está incluso por debajo del de la década de los ochenta. Y eso se ve, también. La región encaja muy bien en lo que los economistas denominan “trampa del ingreso medio”. Nos hemos estancado y no hemos completado el viaje hacia el desarrollo. Además, América Latina tiene que hacerlo hoy con unos mayores compromisos ambientales que quienes lograron salir de esa trampa en su momento.
P. La informalidad laboral [el porcentaje de trabajadores sin contrato formal] sigue siendo uno de los grandes caballos de batalla económicos en la región.
R. Tenemos un contraste muy grande entre economías como Uruguay o Chile, que están por debajo del 25%, y otras que están por encima del 80%, como Bolivia o Nicaragua. Es un gran problema y es, también, un reflejo de la baja productividad. Los desafíos están bien diagnosticados: se ha hecho un gran avance en el análisis. Pero hace falta más acción concreta, de políticas y de financiamiento, en los sectores que más lo requieren.
P. La región, además, sigue muy fragmentada: hay poco comercio entre los países latinoamericanos y caribeños.
R. Viendo el desacople entre bloques que está sucediendo a escala global, América Latina va a requerir más que nunca trabajar hacia su interior, fomentando la integración. Hay al menos dos mercados que desde el banco consideramos que pueden ayudar muchísimo [en el proceso]: el energético, donde hay un gran potencial de interconectarse y compartir matriz, evitando que haya momentos en los que falta energía en un punto y sobra en otro; y el digital, donde la aspiración debe ser convertirnos en un mercado único. Lo estamos viendo en empresas que se están digitalizando y en start-ups que están naciendo en la región, y que buscan dos puntos naturales para crecer: São Paulo y Ciudad de México.
P. En el caso energético, la clave son las infraestructuras de interconexión entre países. Sin ellas, no hay integración posible.
R. Por supuesto. Tenemos [pendiente] el cable que conecte Sudamérica con Centroamérica en la frontera entre Colombia y Panamá: es un proyecto que es factible y en el que hemos trabajado los bancos de desarrollo para su financiamiento. Igual las redes de interconexión en Sudamérica. Si podemos integrar un mercado energético más allá de las fronteras políticas que están trazadas en nuestros mapas, ayudará mucho en las metas de reducción de la pobreza y, también, en términos de intercambio.
P. En América Latina hay varios grandes productores de petróleo, pero también es una región con un gran potencial de generación renovable. ¿Qué hace falta para poder destrabar este potencial?
R. Es mucho más difícil para los países de América Latina financiar los kilovatios de energías renovables no convencionales, pero con la reducción de costos en tecnologías va a haber una gran oportunidad para migrar tanto a eólica como solar. Chile o Uruguay han dado un salto importante, pero puede ser algo que se amplifique más, sobre todo en el Caribe y en Centroamérica, que son grandes importadores de energía. La electrificación va a ser clave. Hay que hacer una gran apuesta.
P. Uno de los platos fuertes del encuentro de esta semana en Panamá es la “internacionalización efectiva de la región”.
R. En estos 30 últimos años, América Latina no ha aumentado su presencia en los mercados mundiales. Su peso sobre comercio global sigue siendo de entre el 5% y el 6%. Tenemos que aumentar la capacidad exportadora de la región, tanto en bienes como en servicios. El potencial del turismo, por ejemplo, es muy grande, pero requiere más inversión: vamos a tener que duplicar o triplicar la capacidad. Eso ayudará a recibir más visitantes y más flujo de divisas.
P. Hay otra fecha marcada en rojo en el calendario de 2025: la Conferencia Internacional de Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en julio en Sevilla.
R. Vamos a traer a todos los ministros de Economía y Finanzas de América Latina y el Caribe. Es una cita muy importante para cerrar todos los vacíos de información y para generar puentes de confianza entre Europa, Oriente Próximo y Asia, y América Latina y el Caribe.
P. No sobran, precisamente, puentes de confianza en un mundo cada vez más disgregado.
R. Más allá de los números, el déficit más grande que tenemos hoy es de esperanza y confianza.
P. La tercera fecha clave de este año es la COP 30 [la cumbre del clima] de Belém (Brasil), en noviembre.
R. Para nosotros, es la madre de todas las COP. Es, además, la primera que se va a celebrar en el corazón del Amazonas. No podemos olvidar que América Latina es, sobre todo, una perjudicada por el cambio climático: no somos una región de grandes emisiones, pero sí muy vulnerable.
P. ¿Hacia dónde se dirige el futuro de CAF?
R. Vamos en la ruta que nos trazamos de convertir al banco en la principal fuente de financiamiento regional. El año pasado tuvimos aprobaciones récord por más de 16.500 millones de dólares a 22 países que son hoy accionistas del banco. Tenemos cuatro más en el proceso de ingreso y esperamos que, para finales de 2025, estemos ya en condiciones de decir que este es el banco con mayor presencia geográfica. Y eso lo hacemos no por el prurito de tener un número de países, sino porque va a ser mucho más fácil ejecutar los proyectos de integración cuando tenemos a todos bajo el mismo techo. Esta institución, construida con mucha paciencia desde hace 56 años, es el bien público regional más importante que tiene la región. Una semilla que comenzó en el área andina y que hoy cubre [el área que va] desde México hasta la Antártida.
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