El Banco Mundial advierte que más de 100 países están atascados en la ‘trampa del ingreso medio’
La renta per cápita promedio de este bloque, que supone el 75% de la población mundial, lleva décadas estancada sin poder superar los 8.000 dólares
Más de un centenar de países llevan años estancados sin que su renta por habitante dé el salto al peldaño siguiente. Son las 108 economías en desarrollo que, según un informe publicado este jueves por el Banco Mundial, seguían a cierre de 2023 empantanadas en la llamada trampa del ingreso medio: una especie de limbo en el que quedan los países cuyo PIB per cápita avanza hasta cierto umbral —fijado en un 10% de lo que marca ese mismo indicador en EE UU (que equivale a unos 8.000 dólares anuales, o 7.400 euros al cambio actual)— y después agotan su crecimiento. La cuestión no es baladí, pues este conjunto de territorios, del que forman parte gigantes como China, India o Brasil, reúnen al 75% de la población mundial, el 40% de la actividad económica y al 60% de las emisiones de carbono. Por ello, la institución multilateral los considera “cruciales para la prosperidad global en el largo plazo” y propone una hoja de ruta para que naveguen hacia la categoría de ingresos altos.
El concepto de trampa del ingreso medio fue acuñado hace casi dos décadas por economistas del Banco Mundial, que observaron cómo el PIB per cápita de los países en vías de desarrollo suele toparse, cuando sale de la zona de ingresos bajos, con ese techo de cristal que ronda una décima parte de la renta por habitante de EE UU. La institución con sede en Washington considera economías de ingreso medio a aquellas con una renta per cápita que se sitúa en un intervalo que va de los 1.136 a los 13.845 dólares (entre los 1.050 y los 12.800 euros).
Salir de ese limbo no es sencillo y los números lo corroboran: desde el año 1990 hasta hoy, solo 34 economías han logrado dar el salto y pasar a engrosar las filas del grupo de países de renta alta y, desde la década de los setenta, la renta promedio del bloque analizado se ha estancado y nunca ha superado el 10% de la estadounidense. “Los niveles de ingresos en el África subsahariana, donde más de la mitad de la población vive en países de ingresos medios, son los mismos que hace una década. Las tasas de crecimiento económico en los países de ingresos medios han estado cayendo y se espera que crezcan solo el 4% en promedio para la década de 2020, frente al 5% de la de 2010 y el 6% de la de 2000″, indica el organismo, que reconoce que el camino será empinado, sobre todo a la luz de grandes desafíos como el cambio climático y el envejecimiento, y que estas economías deberán “obrar milagros”.
Sin embargo, hay países que lo han logrado. Corea del Sur es uno de los ejemplos más destacables: en 1960 tenía una renta per cápita de 1.200 dólares, que a finales del año pasado había crecido hasta los 33.000. El país asiático alcanzó este resultado gracias a una mezcla entre inversión pública e impulso del capital privado, que a partir de la década de los setenta se tradujo en una política industrial que incentivaba a las empresas a introducir tecnología desde el extranjero. Entre las compañías más receptivas a estas medidas está la ahora mundialmente conocida Samsung, que de fabricar fideos pasó a producir televisores con licencias tecnológicas japonesas hasta convertirse en una de las compañías más innovadoras del mundo.
China se ha propuesto alcanzar la renta per cápita de los países de ingresos altos en 2035. En India, la fecha marcada es 2047; y 2045 en el caso de Vietnam. Sudáfrica planea que su renta por habitante alcance los 7.000 dólares, frente a los 2.800 de 2010, en 2030. Los países de ingreso medio también son aquellos donde vive la mayoría de la población en pobreza extrema: más del 60% del total, frente al 36,5% de las economías de bajos ingresos, que reúnen el 9% de la población mundial y suponen el 0,6% del PIB. Las economías avanzadas, por su parte, reúnen tan solo el 15,7% de la población global, pero concentran el 60,8% del PIB mundial.
Doble transición
Ante esta parálisis, el Banco Mundial presenta en su Informe sobre desarrollo mundial 2024 no solo un diagnóstico de la situación; también ofrece una estrategia para que estas economías entren a formar parte de los países de ingresos altos volviéndose más “sofisticadas”, un aspecto directamente proporcional a la renta per cápita. La receta pasa por una doble transición: fomentar la inversión cuando el nivel de renta es aún bajo para compaginarla después con tecnologías importadas desde el exterior, promoviendo su penetración en todas las actividades y, desde ahí, cumplir con la segunda transición a través del salto a la innovación propia. Una transición en las que los países en desarrollo suelen fallar.
Este esquema se inspira en la teoría del crecimiento económico de Joseph Schumpeter, elaborada a partir de la obra de Karl Marx, y en el concepto de destrucción creativa popularizado en el libro Capitalismo, Socialismo y Democracia. Cada transición, señala el informe del Banco Mundial, necesita una fórmula de políticas distinta. “El éxito depende de cómo de bien las sociedades son capaces de manejar fuerzas de la creación, la preservación y la destrucción”, indica el documento retomando la visión schumpeteriana, según la cual el cambio es motor del crecimiento económico en el capitalismo, que necesita crear y destruir riqueza para mantenerse.
Según esta lógica, los actores dominantes —grandes corporaciones, empresas estatales, élites— deben impulsar el cambio introduciendo nuevos productos, procesos y trabajadores altamente cualificados (creación), y los Gobiernos los deben “disciplinar” para que no intenten mantener el statu quo, fomentando la competencia y la entrada de nuevos participantes. Asimismo, sugiere recompensar el talento y aprovechar las crisis (destrucción). La urgencia de actuar contra el cambio climático, por ejemplo, es una oportunidad para abandonar tecnologías obsoletas. “Las crisis son dolorosas, pero en las democracias pueden ayudar a forjar el consenso necesario para implementar reformas políticas difíciles”, contextualiza el documento.
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