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Si te sientes joven es probable que lo seas: la carrera de la ciencia por descifrar la edad real

Ningún test es perfecto, pero algunos dan pistas (y muy buenas). ¿Quién se atreve a saber si sus células ya peinan canas?

Ana G. Moreno

La jornada de Álex, un fornido entrenador personal del centro de Madrid, comienza siempre a las 8 de la mañana con un cliente de 60 años (en realidad, son dos: el primero entrena lunes, miércoles y viernes; el otro, martes y jueves). ¿Misma rutina suavecita para arrancar el día? Ni hablar: uno de ellos se entrena a un altísimo nivel, corre como un individuo de 40 años y lo da todo en los ejercicios de fuerza; el otro, solo busca desentumecerse, a veces anula la clase por dolor en las articulaciones y prefiere la caminata rápida ("trotar es de jóvenes", dice). ¿Cómo es posible que ambos hayan soplado las mismas velas en 2019? Porque la edad cronológica, aquella definida por nuestro año de nacimiento, no es un fidedigno indicador de la condición de una persona. "El mejor estimador posible que permite predecir el estado de salud y la esperanza de vida de alguien es su edad biológica", ilustra Francisco J. Esteban, profesor del departamento de Biología Experimental de la Universidad de Jaén.

Dos sujetos de 60 años bien pueden tener 50 o 65, a juzgar por su envejecimiento celular, esa polaroid que desvela la enigmática cifra de la edad biológica. "Yo he tratado a personas en consulta con hasta 12 años menos que su edad cronológica", celebra Alfonso Galán, médico experto en antienvejecimiento de la clínica Neolife, en Madrid. Luigi Ferrucci, director científico del Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UU (NIA, por sus siglas en inglés), afirma que aún no hay estudios sólidos para fijar los años de ventaja que uno puede sacarle a su edad cronológica, "pero hay algunos análisis que hablan de hasta 20". Y a pesar de que nadie duda de la existencia de este concepto, herramienta útil para la prevención de enfermedades y predictor excelso de la esperanza de vida saludable, el problema surge a la hora de decidir qué reloj interno da una foto más nítida sobre el envejecimiento real. El telomérico, el proteómico, el epiginético, el glicano, el inmunológico… "Ninguno es perfecto", sostiene Ferrucci.

Un batiburrillo de palabras, matices y giros científicos, mezclado con más de una milonga, que dejan claro que su conocimiento nunca podrá ser un camino solitario. "Acabaría siendo una cifra en el cajón de tu casa. Quien decida emprender esta aventura, la de conocer su edad biológica, necesita ir de la mano de un médico que haga otras pruebas paralelas en caso de que el resultado esté alterado. Porque hay muchos condicionantes: por ejemplo, la genética", aclara Galán, para quien el número que ofrecen estos tests no deja de ser una especie de cebo ("en el buen sentido") para sus pacientes, es decir, un dato atractivo y de fácil digestión que, en caso de catástrofe (tener un puñado de años más de los que se creía), hace de palanca para un cambio urgente de hábitos.

Hay pruebas para todos los gustos

Cada uno de los relojes mencionados va parejo a una prueba específica. En España, la de mayor calado es la medición de la longitud telomérica, probablemente porque aquí vive una de las eminencias mundiales en la materia, la científica María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). La prueba consiste en un simple análisis de sangre a partir del cual se miden los extremos de los cromosomas, que se desgastan con los años. "Los más cortos se han relacionado con mortalidad en general, con mortalidad por accidente cardiovascular en particular, y con diabetes, cáncer, depresión, alzhéimer…", señala Galán. "El resultado se compara con todos los datos que tenemos almacenados; y la edad con la que se corresponda tu longitud telomérica, en el percentil 50, será tu edad biológica", añade. Sin embargo, a pesar de que los telómeros son un campo de investigación científica prometedor y con alguna conclusión sólida, faltan investigaciones firmes que refuercen la precisión de la edad que arrojan. "Podría usarse a modo predictivo, simplemente, para indicar una mayor susceptibilidad a desarrollar ciertos tipos de cáncer en la vejez u otro tipo de enfermedades. Pero quizás hasta dentro de unos años no lleguemos a desarrollar análisis más concisos que sean capaces de predecir con exactitud la futura aparición de patologías con escaso margen de error", explica Jorge Mata Garrido, doctor en Biología Molecular y Biomedicina.

Otro de los métodos de medición más aceptado por los científicos es el del reloj epigenético, que, también mediante un análisis de sangre, hace una valoración del estado de salud a partir de modificaciones de las células. "Hay resultados que muestran que pueden avanzar el desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad, como diabetes, alteraciones cardiacas y algunos tipos de cáncer muy agresivos", sostiene Francisco J. Esteban. También hay tests que, valiéndose del big data, establecen una edad biológica con una simple foto de cara.

El profesor Jing-Dong Jackie Han y su equipo, de la Academia China de las Ciencias en Shanghái, crearon, en 2015, un algoritmo predictivo tras analizar más de 300 rostros de entre 17 y 77 años. Y concluyeron: "Gente nacida en el mismo año difiere unos 6 años biológicos de media; y a partir de los 40 años, aumenta esa diferencia". Otros muchos laboratorios han creado el suyo. Mata Garrido, responsable de la línea de investigación en epigenética y envejecimiento en células madre del Institut Necker Enfant Malades, en París, sin conocerlos al detalle, no les niega cierta evidencia, "ya que el aspecto de la dermis da información sobre el envejecimiento de las células epidérmicas, y se vuelve más delgada, menos flexible y más frágil con los años". ¿Quién decide que las suyas están lozanas o seniles para su edad? Una simple media aritmética.

¿Se puede retrasar la edad biológica?

"Nací en 1981, pero mi edad biológica es de 45. ¿Moriré antes de lo esperado?". Es una pregunta que, por ceniza que suene, cualquiera se plantearía tras un resultado escabroso. Y la respuesta vuelve a ser complicada: aunque falten estudios para establecer una relación de causalidad, ya que investigar a los humanos hasta su deceso lleva mucho tiempo, todo sugiere que sí. Un estudio del profesor y epidemiólogo Daniel Belsky, de la Duke University, en Carolina del Norte (EE UU), halló que las personas de 38 años con una edad biológica superior puntuaban peor en pruebas mentales y físicas. Y otro, de James Timmons y su equipo del King’s College, en Londres, concluyó que la edad biológica era un indicador más preciso del riesgo del alzhéimer y osteoporosis que la cronológica, tras analizar la expresión de 150 genes asociados al envejecimiento.

En cuanto a la posibilidad de revertirla, "no es algo viable ahora mismo", según Luigi Ferrucci. Pero estudios en ratones (sobre telómeros) o incluso en personas (el pasado septiembre la revista Aging Cell publicó un importante ensayo en el que se consiguió, con fármacos, atrasar el reloj epigenético de algunas de ellas en 2,5 años) sugieren prontos avances. Y hasta las transfusiones de plasma piden su turno en esta revolución a lo Benjamin Button. "Sí, podría considerarse un método funcional", reflexiona al respecto el biólogo molecular Jorge Mata: "Pero los problemas que se plantean son éticos. Estas técnicas han sido realizadas en ratones y, bien es cierto, que según los estudios se revirtió el proceso de envejecimiento. No obstante, si pretendemos trasladar el tratamiento a los humanos, tendríamos de ser capaces de desarrollar plasma joven in vitro, a nivel industrial, ya que la alternativa sería extraer sangre a niños para transferirla a adultos o ancianos, lo cual no es ético ni tiene sentido". Mientras tanto, "la opción más inteligente pasa por esforzarse en enlentecer el deterioro", zanja el director científico del NIA.

Ovarios de anciana, corazón de adolescente

"El proceso de envejecimiento ocurre en diferentes tiempos y velocidades según los tipos de células, tejidos, órganos y sistemas, por lo que, efectivamente, una parte del cuerpo puede tener una edad y otra una distinta", confirma el biólogo Esteban. Sobre el tejido de las mamas, por ejemplo, un reciente estudio de Steve Horvath, de la Universidad de California, abrió un interesante melón: "Si identificamos cuántos años de diferencia entre la edad biológica del tejido mamario y la captada en sangre es anormal, podríamos detectar cuándo una mujer requiere un seguimiento muy cercano para prevenir el cáncer de mama". Alfonso Galán, de Neolife, ha tenido pacientes en consulta de edad biológica baja y corazón envejecido. Y, en algunos de estos casos —buenas noticias—, sí hay margen para la marcha atrás, como en la distribución de la grasa (un órgano más) o en la edad de los huesos, "que con buenos hábitos y seguimiento médico se puede rebajar". Y ser un pipiolo óseo tiene premio: minimizar su riesgo de fractura de cadera fatal en esa vejez cronológica que, inevitablemente, llega.

Antes de los 30, ni lo intentes

Alfonso Galán, de Neolife, asegura que es entonces cuando empieza el envejecimiento, por lo que ningún test arrojará datos interesantes hasta entonces. Es más: un reciente estudio de la Universidad de Stanford, en California, ha dado un poco de cuartelillo al calcular que es a los 34 años cuando el cuerpo comienza realmente su deterioro. Tras analizar los niveles de proteínas del plasma sanguíneo de más de 4.300 voluntarios, de entre 18 y 95 años, desplegó otras dos edades cronológicas clave en el devenir humano: los 60, cuando comienzan a aparecer algunas enfermedades del envejecimiento, disminuye la masa ósea y el deterioro físico y cognitivo enseñan la patita; y los 78, momento en que el declive de los órganos ya es evidente y su progresión se dispara. Por otra parte, los científicos, que midieron la edad biológica, puntualizaron que con una menor se retrasaba el proceso. Lo de siempre: comer bien, dejar el tabaco, hacer ejercicio y no racanear con las horas de sueño.

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