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Luis Felipe Fernández-Salvador: “Para un desarrollo sostenible la naturaleza debe ser el negocio más lucrativo”

Madrid acoge hasta el domingo la Casa Ecuador, un evento gratuito que pretende concienciar sobre los derechos de la naturaleza a través del arte y la gastronomía

Luis Felipe Fernández-Salvador, director de cine y empresario ecuatoriano que acaba de inaugurar la Casa Ecuador en Madrid.
Luis Felipe Fernández-Salvador, director de cine y empresario ecuatoriano que acaba de inaugurar la Casa Ecuador en Madrid.Álvaro García
Álvaro Ruiz

Luis Felipe Fernández-Salvador y Campodónico (Guayaquil, Ecuador, 43 años) ha dedicado toda su vida a buscar tesoros. No solo heredó el título de marqués de Lises de su familia criolla, también la misión de hallar el tesoro de Atahualpa, el último soberano inca. Y de sus expediciones, heredó el amor por la naturaleza y la voluntad de ser “la voz y representación” de la lucha por sus derechos. Para ello, esta semana ha organizado la Casa Ecuador, un evento gratuito abierto hasta este domingo que mezcla arte, gastronomía y espacios naturales en un lujoso palacete de la calle de Serrano para compartir la misión de que todas las constituciones del mundo reconozcan los derechos medioambientales.

La incesante lluvia que arropa a Madrid no ha impedido que se forme una fila de decenas de metros en la puerta de la Casa Ecuador. “Todas estas personas están adoctrinándose de que la naturaleza no es un sujeto partidista. Es una necesidad”, explica señalando hacia la ventana de un opulento salón que acoge catas de cacao preparado con maridajes de todo tipo. Realizó este evento por primera vez en París durante el verano pasado, mientras se celebraban los Juegos Olímpicos. Ahora lo lleva a Madrid al calor de la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO), y próximamente estará en Lima, Miami, Los Ángeles y Buenos Aires. En tantas ciudades como pueda. Para desarrollar estos proyectos, colabora con entidades privadas como la empresa de energía solar Cox Energy y ha llevado su iniciativa a la ONU y al Parlamento Europeo.

Fernández-Salvador heredó con solo 17 años un imperio económico. Su familia fundó Tesalia Springs, una multimillonaria empresa de embotellado de agua. Explica que su padre “puso un peso muy grande” sobre su espalda, pero que fue una decisión acertada. De esa experiencia aprendió “que no hay sustituto para el trabajo”, lo que le llevó a crear V220, una bebida energética. Gracias a ello, se dio cuenta de que su afición era “romper y hacer disrupción en las cosas” y “despojarse de todo para luego reinventarse”. Así, en 2012, vendió todas sus empresas para dedicarse íntegramente a luchar por los derechos de la naturaleza a través de la filantropía.

El marqués de Lises siente que la palabra “activista” está “un poco manoseada”, pero sí se define así. “Uno formal”, matiza. “Me considero un medio para ser la voz de la naturaleza”, afirma esta vez más convencido. El proyecto de la Casa Ecuador debe su nombre a que fue el primer país en incluir los derechos de la naturaleza en su carta magna de 2008. Además, es una iniciativa del laboratorio de ideas The Embassy of Nature (TEON), fundado por el mismo Fernández-Salvador. Desde ahí, impulsan medidas como el canje de deuda por naturaleza, que se estima que podría condonar 95.000 millones de euros solo en África, según el Banco Africano de Desarrollo.

Luis Felipe Fernández-Salvador frente a la entrada de la Casa Ecuador
Luis Felipe Fernández-Salvador frente a la entrada de la Casa EcuadorÁlvaro García

En su presentación en la ONU el pasado septiembre, instó a imaginar un mundo “donde proteger nuestro patrimonio natural sea sinónimo de prosperidad”. Para él, la única manera de lograrlo “es creando un concepto en el que la naturaleza se vuelva el negocio financiero más lucrativo del mundo”. Explica que, para que esto ocurra, se deben impulsar “agendas pragmáticas” que aborden las necesidades climáticas y se alejen de los intereses partidistas.

La misión fundamental del filántropo es tender puentes de entendimiento entre todas las entidades interesadas en defender la naturaleza. “Tenemos que dejar de buscar las divisiones y buscar lo que nos unifica. Ese hilo conductor de todos es la naturaleza”, expone. Por este motivo, es un ferviente defensor de promover “la reconciliación cultural” entre España y los países de América Latina a través de los bienes naturales. La otra tarea que ocupa los días de Fernández-Salvador es el desarrollo de “la primera casa de la hispanidad”, que tendrá su sede en Madrid. Su idea es que constituya un espacio cultural, de ocio y de trabajo “donde no veamos la diferencia entre bordes limítrofes”. Una suerte de “embajada de la hispanidad y la naturaleza”.

Explorador moderno

Los días tienen horas limitadas, y el marqués de Lises ya no tiene tiempo de perderse en la cordillera andina en busca de tesoros. Ahora, los busca en las ciudades. “Encontrar un tesoro no es descubrirlo”, explica. Por ello, a través de su empresa Impossible Properties, compra edificios abandonados que tengan un interés histórico o cultural y los rescata. Esto sirve para sobrellevar su necesidad de buscar lo desconocido. Fernández-Salvador habla despacio, haciendo breves pausas para elegir siempre la palabra idónea. Sin embargo, al explicar cómo se define, la palabra “explorador” aparece rápidamente. “Un explorador moderno”, puntualiza.

El empresario tampoco duda en considerarse artista. Eligió el cine “como herramienta de discurso político” y fundó la productora Paracas Films, que filma películas y documentales centrados en la defensa de la naturaleza. El largometraje El hijo del hombre, de 2019, fue seleccionado para representar a Ecuador en el premio a mejor película de lengua extranjera en la gala de los Premios Oscar de ese año. Ahora, indica con orgullo que su hijo “quiere unirse a esta cruzada”.

Ha hecho más de una veintena de expediciones en su búsqueda del tesoro de Atahualpa. En su primera vez, a los 14 años, estuvo perdido en una selva fría del Amazonas, obligado a moverse para no morir congelado. Anduvo durante dos días sin tener nada que echarse a la boca, dejando palitos en el camino para que pudieran encontrarlo. “Cuando uno acepta la idea de que se va a morir, tiene ciertas revelaciones”, apunta. Fueron esas revelaciones las que le unieron intensamente a su padre, que falleció en 2017. Dejó a su hijo el legado de un amor incondicional hacia la naturaleza y la misión de conservarla. Eso, dice, es su mayor tesoro.


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