Conservas, galletas, encurtidos o sopas enlatadas: ¿quién no ha caído alguna vez en comprar alimentos procesados en el supermercado? No se castigue por ello.
Que un alimento sea procesado, explica la experta en nutrición clínica y autora de Adelgaza para siempre, Angela Quintas, quiere decir que ha sido modificado para "mejorar su conservación o características organolépticas", es decir, aquellas que se perciben a través de los sentidos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen tres tipos de procesados. Primero los alimentos naturales y mínimamente procesados, que aunque han sido modificados no ven cambios significativos en su naturaleza. Después los ingredientes culinarios, que son aquellas sustancias que se extraen de componentes de otros alimentos, como los aceites o las harinas. Por último, los productos comestibles procesados a los que se les introducen sustancias que los modifican. Dentro de este último grupo están los ultraprocesados, que se elaboran con ingredientes industriales y que tienen poco o ningún alimento entero.
"No se pueden comparar aquellos que solo han recibido un tratamiento térmico, congelación o adición de ingredientes como sal, vinagre o azúcar para mejorar su conservación, aptos para el consumo, con los que se les añaden grasas hidrogenadas, aditivos, edulcorantes, potenciadores de sabores o colorantes, con el fin de ser alimentos no perecederos, apetecibles y con una densidad energética muy elevada", sentencia Quintas.
De hecho, incluso los expertos en nutrición compran de vez en cuando algunos alimentos procesados de esos que Quintas denomina como “aptos para el consumo”. Repasamos con tres expertas en nutrición y dietética aquellos que sí dan la talla para colarse en sus carritos de la compra.