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Guía para entender las etiquetas (3): los huevos, leche y otros alimentos

Los número impresos en los huevos esconden mucha información. Los néctares y los zumos no son lo mismo. Hay que saber leer las etiquetas

Huevos a granel y sección de bebidas incluyendo refrescos en un hipermercado.
Huevos a granel y sección de bebidas incluyendo refrescos en un hipermercado.Santos Cirilo

Las autoridades españolas han trabajado en los últimos años para exigir más claridad en el etiquetado de los alimentos. Sin embargo, incluso cuando hay códigos que indican la forma de cría de los animales o la procedencia del producto, no siempre los consumidores los conocen. Ocurre, por ejemplo, con productos tan habituales en la cesta de la compra como los huevos, la leche o los zumos.

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En el último lustro se ha modificado en España el etiquetado de más de 500 productos alimentarios y está en marcha la revisión de otros 2.000, atendiendo fundamentalmente a la evolución de los procesos de innovación. Pero también con el objetivo de clarificar la información para que el consumidor sepa exactamente lo que está adquiriendo, como ya se hizo con el cerdo ibérico, para evitar confusiones y engaños por parte de las empresas.

Los huevos

El huevo es uno de los productos con una de las trazabilidades más completas. En cada huevo está obligado gravar la leyenda en números y letras todas sus características de origen. El primer número que llevan (del 0 al tres) se refiere al tipo de producción.

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En el código impreso en el huevo, siguen las siglas del país y los códigos de la provincia, el municipio y el de la granja. En la etiqueta es obligatorio poner la fecha de consumo preferente, pero no la fecha de puesta. Un huevo se considera fresco hasta los 28 días desde su puesta. El color de la cáscara depende de la raza de la gallina. El del interior, de su alimentación.

Por tamaño. El etiquetado debe informar también sobre la talla de los huevos.

La leche

Las leches líquidas son un producto con una demanda en declive que se pueden clasificar en cuatro grandes grupos, según las técnicas que se les apliquen para su conservación sin riesgo para la salud:

La leche debe saber a leche: ni ácida ni amarga. Y es ligeramente más dulce que salada. Siempre es blanca, pero puede tener un color más amarillento, según su contenido en grasa o su proceso térmico. Si al moverla en un vaso no deja una lágrima blanca o aparecen grupos en las paredes, la leche se ha homogeneizado mal o se ha elaborado con leche en polvo, algo prohibido para la venta de leche líquida.

Los quesos

En el etiquetado de los quesos, al margen de las normas concretas que existen en cada una de las denominaciones de origen, con carácter general hay dos diferenciaciones claves: según el origen y según el grado de maduración.

Los quesos elaborados con leche cruda que no han sufrido un proceso térmico, deben señalarlo en la etiqueta. No hay una definición oficial estatal sobre el queso artesano, aunque sí existe en algunas Comunidades Autónomas, que ponen sus regulaciones propias.

Los zumos

El sector de los zumos ha sido un campo de enfrentamiento en España entre las empresas por el grado de confusión al que inducían al consumidor los etiquetados sobre el producto. La oferta más importante se concreta en:

Por su proceso de elaboración, el zumo puede comercializarse a temperatura ambiente, obtenido a base de un tratamiento fuerte de calor, UHT (como en la leche), lo que le permite una duración de varios meses en brik cerrado. También se comercializa refrigerado cuando el zumo está sometido solo a una ligera pasteurización para conservar todas sus propiedades. En ese caso, debe mantener en todo momento la cadena de frío y tiene una duración inferior.

Miel

Entre los productos alimentarios más polémicos a efectos del etiquetado se encuentra la miel. Aunque en los productos en muchas ocasiones (sobre todo los artesanos) se especifica el lugar de procedencia e incluso la variedad de las plantas de la zona donde se produce, la normativa actual española permite también etiquetar la miel simplemente como "mezcla de mieles originarias de la UE", "mezcla de mieles no originarias de la UE" o como "mezcla de mieles originarias y no originarias de la UE". No se exige la mención expresa del país comunitario del que vienen los productos. Otros países de la UE han obligado a poner el país de procedencia del producto.

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