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GUERRA EN YUGOSLAVIA Los refugiados

Otros 4.000 kosovares esperan que se vacíe Blace para entrar en Macedonia

Yolanda Monge

El éxodo albanokosovar sigue fluyendo a través de la frontera con la República de Macedonia. Más de 4.000 deportados, fruto de la limpieza étnica del presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, esperaban ayer en tierra de nadie a que la policía macedonia desalojase el campamento de tránsito de Blace para poder ocuparlo. Agotados y con la sensación de no sentirse todavía a salvo, miraban con impaciencia cómo los militares macedonios sacaban en autobuses a las más de 5.000 personas que hasta ayer se hacinaron allí.

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Al contrario de lo que está sucediendo en Kosovo, el campamento de tránsito nunca se queda vacío. En cuanto es desocupado, la llegada de miles de refugiados vuelve a rebosarlo hasta límites insospechables. En la noche del domingo, la aparición de un tren nocturno procedente de Pristina vomitó sobre la frontera a otros 2.000 deportados. La entrada en Macedonia de quienes ya se han convertido en moneda de cambio en la guerra de Yugoslavia sumó sólo en el día de ayer más de 11.000 personas.Bajo un sol implacable, más de 5.000 personas dibujaban ayer a lo largo de un kilómetro una desigual fila a la espera de abandonar el campo de tránsito del puesto fronterizo de Blace. El que más, había pasado tres noches en aquel lugar, pero anhelaba ir a otro en la convicción de que sería mejor. Lo que no sabían quienes subían esperanzados a los autobuses rojos en que los amontonan los policías macedonios para transportarlos era que su destino final sería el campo de refugiados de Cegrane. A unos setenta kilómetros al oeste de Skopje, la capital macedonia, se asienta el símbolo más flagrante de hacia dónde camina una crisis que ya dura más de un mes. Un campamento que en principio fue planeado para dar cabida a unas 5.000 personas alberga desde ayer a más de 17.500 sin ningún viso de que esta cifra vaya a descender en los próximos días. Más bien todo lo contrario. Sólo 2.000 refugiados partieron ayer para terceros países.

Ante el desbordante flujo de deportados, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) volvió a reiterar ayer lo que ya se sabía con sólo echar una ojeada a la inmensa masa humana que ocupaba el otro lado de la frontera. Todos aquellos que ayer llegaron a Cegrane dormirían al descubierto, lo que significa que miles de personas pasaron la noche bajo el cielo raso con tan sólo una bolsa de plástico que les separase del polvoriento suelo. A su vez, los últimos en llegar alcanzan la frontera cada vez en peores condiciones. Son los que han resistido hasta el final el brutal acoso de las fuerzas paramilitares serbias. Y lo llevan escrito en la mirada. O en el cuerpo, con heridas de metralla de las bombas serbias o de los culatazos que los Kalásnikov dejaron en sus rostros.

Con demasiada ropa encima para el asfixiante calor que ayer golpeó con dureza a quienes días atrás sufrieron un frío intenso, las mujeres arrastraban como podían a los ancianos y a los niños hasta el autobús. Cada vez son menos los hombres que llegan. Algo que confirmó ayer un trabajador de una organización de ayuda humanitaria. Antes de tomar el tren nocturno que en la noche del domingo sacó a más de 2.000 personas de Pristina, los militares serbios seleccionaron a más de 200 hombres a los que dejaron en tierra. El 70% del pasaje de ese tren estaba compuesto por mujeres, niños y ancianos.

Calor y desmayos

"La gente se desmaya por el fuerte calor", aseguró ayer la portavoz de ACNUR, Paula Ghedini, ante lo que era un hecho. Pero no es a los desmayos a lo que más temen los responsables de la organización de la ONU. Las epidemias penden como una condena sobre las miles de personas que se hacinan en los nueve campamentos de refugiados que han cambiado el paisaje y han alterado la vida de la pequeña república de Macedonia. La amenaza del cólera y de la hepatitis es algo sobre lo que no deja de insistir ACNUR. De momento, señalaba impotente que una sola letrina estaba teniendo que ser compartida en el campo de Cegrane por más de 900 personas.Ante la falta de tiendas y la previsión de que tendrían que dormir en la calle, los refugiados de Cegrane, como en el resto de los campos, han empezado sus propias construcciones. Con los plásticos que les proporciona ACNUR para que se aislen del suelo han levantado precarios cobijos apoyados en las paredes de las tiendas de campaña reglamentarias. Una suerte de adosados en los que al menos se resguardan del sol durante el día y se aislan de la lluvia por la noche. Pero dentro de poco, ni siquiera quedarán tiendas a las que pegarse.

A los únicos que pareció divertirles ayer el calor fue a los niños. Desnudos y sonrientes se dieron su primer baño en semanas en el campo de Stankovic I. Se les dejó hacer, a pesar de que las aguas en que chapoteaban estaban sucias y estancadas. A menos de diez metros de ellos, el primer ministro británico, Tony Blair, aseguró que "la guerra que se está librando no es una batalla de la OTAN. Es por una causa justa. Por la humanidad". Para aquel entonces, los pequeños habían abandonado su remojo y coreaban emocionados "¡Tony, Tony!".

[Mientras, en Albania, el jefe de la misión humanitaria de la OTAN para ese país, comandante John Reith, dijo que la Alianza se encuentra allí "en misión humanitaria y no de guerra" y explicó que las tropas tienen como objetivo respaldar a ACNUR, al Gobierno de Tirana y a las distintas organizaciones no gubernamentales, informa Efe. Reith se declaró "impresionado" por la forma en que el Gabinete albanés afronta la situación.]

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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