_
_
_
_

España es el principal importador europeo de maíz transgénico procedente de EEUU

El cereal se utiliza para alimentación animal y para la fabricación de cerveza y aperitivos

España, y en menor medida Portugal, se han convertido en los principales importadores europeos de maíz transgénico procedente de Estados Unidos. Las cláusulas de incorporación a la Unión Europea de los dos países ibéricos concedían al principal productor mundial de estas variedades un cupo de dos millones de toneladas anuales para exportar a España y Portugal con aranceles inferiores al resto de la UE. Las empresas importadoras reconocen que estas entregas contienen un porcentaje, "inferior al 2%", de maíz transgénico en cuatro variedades autorizadas.

Thierry Joulins, responsable de análisis de mercado de Sesostris, la empresa que descargó en el puerto de Tarragona 8.300 toneladas de maíz estadounidense hace unas semanas, reconoce que el flete podía contener un 2% de variedades transgénicas admitidas por la Unión Europea.Pero el propio Joulins afirma que resulta imposible calibrar ese porcentaje si no es mediante análisis del ADN de toda la partida. EE UU, principal proveedor mundial, se niega a diferenciar los productos transgénicos como estrategia para forzar a la Unión Europea a la liberalización de su comercio. Sesostris es una de las principales importadores españolas de cereales, junto a Cargill, Continental y Glencor. El año pasado importó 100.000 toneladas de maíz. Este año ha comercializado las 8.300 descargadas en Tarragona, pero dada la buena cosecha de esta temporada en España no cree que se alcancen las cifras de importanción del año pasado.

Según Joulins, Sesostris cuenta con licencia para comerciar con variedades transgénicas, que mezcladas con las no modificadas genéticamente, se destinan preferentemente a los mercados de alimentación animal de Valencia y Barcelona. Otras cantidades inferiores se consignan para la fabricación de almidón, sémola utilizada en la fermentación de la cerveza y los llamados snacks, o aperitivos elaborados con cereales inflados.

Los consumidores de estos productos ignoran su contenido transgénico, a pesar de que el pasado día 1 entró en vigor el Reglamento europeo 1139/98 sobre el etiquetado obligatorio de los alimentos producidos a partir de soja o maíz genéticamente modificados. Un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente informa de que estos reglamentos no necesitan transposición; su aplicación es directa.

Pese a la obligación del etiquetado, el director general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, José Francisco, cree que a medio plazo "será dificil que haya alimentos con un tratamiento distinto del de los demás. Acabará siendo homogéneo para todos, siempre, eso sí, que se garantice su inocuidad y se respeten los derechos de los consumidores a estar informados y a saber si los alimentos que consumen son o no transgénicos". Francisco insiste en que, pese a que algunos consideran superflua esta información, no hay motivos para hurtarla. "Se debe ser respetuoso con los derechos de los consumidores, de lo contrario se generarán sospechas", precisa. Mientras Estados Unidos se niegue a certificarlos, la industria alimentaria difícilmente podrá cumplimentar el etiquetado, pues le resulta complejo y muy caro comprobar que sus materias primas, adquiridas en el fluido comercio mundial, contienen o no variedades transgénicas.

Variedades sin licencia

Greenpeace y otras organizaciones ecologistas europeas no comparten la inocuidad de estos productos, por lo que continúan planteando una dura batalla para que se controlen. Según Greenpeace España, el cargamento de 8.300 toneladas de maíz importado por Sesostris, forma parte de una partida de 15.900 toneladas con destino a la Península, procedente de la cosecha de 1997 en la que los agricultores norteamericanos utilizaron siete tipos de maíz manipulados genéticamente. Tres de estas variedades carecen de autorización por la UE. Joulins niega con rotundidad tal extremo. Para Eva Hernández, responsable accidental de las campañas de Biodiversidad de Greenpeace, los cereales modificados genéticamente son resistentes a los herbicidas y la ampicilina: "Su ingestión directa o a través de los animales que se nutren de ellos puede repercutir nocivamente en la salud de los propios animales y en la de las personas".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_