Sadam teme un inminente ataque norteamericano
El presidente iraquí, Sadam Husein, ha puesto en estado de alerta a sus generales ante un eventual ataque norteamericano, que él considera inminente. En el curso de una sesión de trabajo con su Estado Mayor celebrada anteanoche, y de cuyo contenido sólo se tuvo noticia ayer, Sadam estudió con sus colaboradores "algunos preparativos con vistas a posibles combates en el interior de las ciudades de la provincia de Kuwait". la agencia oficial de noticias iraquí, INA, informó con estas palabras de la reunión, a la que también asistieron los ministros de Información, Defensa e Industria. Lo que el presidente Husein denomina "las intenciones agresivas del enemigo norteamericano y de sus aliados en el curso de los próximos días", no es sino el reflejo de la convicción que está generalizada de que Washington prepara un ataque. La novedad estriba, si acaso, en que los iraquíes se preparen para hacer frente a guerrillas urbanas, una amenaza que puede proceder tanto de un asalto convencional como de algún sistema de infiltración.
La preocupación reflejada, obviamente de forma intencional, en el despacho de INA, lleva a Sadam a insistir "en la necesidad de tener mucho cuidado y de estar completamente movilizados con vistas a, hacer frente al enemigo norteamericano, si éste ataca a la nación iraquí". Esta preparación psicológica para recibir el primer golpe coincide además con la percepción de tal posibilidad desde. el lado occidental. Varios expertos militares europeos consultados en El Cairo han expresado su convicción de que la vía diplomática está agotando su tiempo. "El contingente multinacional no puede mantenerse desplegado en Arabia Saudí durante el mes de Ramadán", señaló un observador, en referencia al mes sagrado de los musulmanes, que coincide con el próximo marzo.Al hacerse eco de las señales bélicas lanzadas en los últimos días por un Estados Unidos que se ha declarado impaciente por resolver la crisis, Sadam ha elegido la escalada en un momento en que los analistas creían ver signos de distensión. La técnica -una de cal y una de arena- se repite desde el inicio del conflicto, hace ya tres meses, sin dejar de crear por ello confusión. Ante el nuevo giro, cabe preguntarse qué queda de las intenciones, sólo a medias declaradas, de liberar a todos los rehenes, o de la buena cara puesta a la proposición desvelada por los soviéticos de convocar una' conferencia árabe.
Desde el principio de la crisis, las autoridades iraquíes han leído elementos positivos en el discurso de la Unión Soviética y Francia. A pesar de que París ha vivido con horror los guiños y parabienes de Bagdad, que ponían en duda su alineamiento en el conflicto, el discurso de François Mitterrand el pasado septiembre ante las Naciones Unidas le ha granjeado las simpatías de Husein. En cuanto a Moscú, que desde el principio ha formado pareja en el baile con Washington, sus anteriores amoríos le han permitido convertirse en un interlocutor privilegiado.
Rehenes
En ese marco, encaja la información publicada ayer por el diario británico The Financial Times de que las autoridades iraquíes se encuentran dispuestas a liberar a todos los extranjeros que retienen en su territorio, si tanto París como Moscú se comprometen de forma pública en la resolución de la crisis por la vía pacifica que defienden en sus declaraciones. Nada extraordinario, por otra parte, cuando las puertas de salida ya han sido abiertas, aunque sólo sea con el propósito de debilitar la alianza internacional en su contra.
En cuanto a la idea de una conferencia árabe, sugerida por el líder iraquí durante una entrevista concedida a la cadena de televisión norteamericana CNN, no parece esta vez una repentina forma de desviar la atención, sino el fruto de alguna discusión entre bambalinas. Esta impresión se desprende del hecho de que fuera mencionada pocas horas antes- en París por el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov. Ese proyecto sería altamente beneficioso para Irak.
Los periódicos del Golfo, con carácter oficioso cuando no oficial, condenaron con rapidez ayer lo que consideran "una maniobra para ganar tiempo", algo que no beneficiaría en absoluto a las monárquicas que dirigen los países de la zona.
Para estos actores, todo lo que no resulte en una aplicación incondicional de las resoluciones de la ONU -que exigen la retirada iraquí de Kuwait- constituirá un fracaso.
A nadie se esconde la dificultad de reunir bajo un mismo techo a la familia árabe cuya débil cohesión saltó por los aires durante la cumbre extraordinaria de El Cairo, el pasado 10 de agosto. Con todo, la cita sería posible si contara con el visto bueno de Estados Unidos, ya que incluso entre los integrantes del bloque árabe antiiraquí se ha insistido siempre en la idea de una solución árabe, e incluso un enemigo tan radical de Irak como es Siria ha expresado su total oposición "a una destrucción económica y militar de Bagdad".
Mientras todo este tejemaneje diplomático sigue su curso, prosigue el reforzamiento militar sobre el terreno. De acuerdo con las últimas estimaciones, las tropas iraquíes estacionadas en Kuwait y en el sur iraquí superan los 450.000 hombres, en tanto que la coalición de países que han acudido en solidaridad con el emirato y Arabia Saudí han logrado reunir a 340.000 soldados, en su mayoría norteamericanos, y podrían contar con 100.000 más, si EE UU envía el anunciado nuevo contingente. Entre todos ellos, apenas hay 500 españoles.
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