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UNA DICTADURA EN LA ENCRUCIJADA

Pinochet asegura a EE UU que respetará el resultado

Francisco G. Basterra

El general Augusto Pinochet ha ofrecido garantías a Estados Unidos de que respetará el resultado del plebiscito, anunció ayer el Departamento de Estado, 24 horas después de que Ronald Reagan advirtiera al dictador chileno contra cualquier tentación de anular sus resultados o incluso la consulta. "Nos congratulamos del compromiso oficial que hemos recibido del ministro del Interior en Santiago y del embajador chileno aquí", dijo la portavoz Phyllis Oakley. Washington, que parece considerar suficientes las promesas del Gobierno de Santiago, expresó su esperanza de que el resultado reflejará "la voluntad del pueblo chileno". Aunque no se expresa oficialmente, la Administración confía en que triunfe el no.

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Estados Unidos, que en 1973, con Richard Nixon, Henry Kissinger y la CIA, jugó un papel decisivo en la instalación de la dictadura militar, desea ahora la salida del poder del general Augusto Pinochet, siempre que se produzca de una forma pacífica y sin la participación en el futuro régimen del partido comunista y la izquierda radical. Rumores procedentes de Santiago sobre una posible cancelación del voto de hoy obligaron, el lunes, a una inmediata reacción de Washington, mediante una clara advertencia del Departamento de Estado y la intervención directa del embajador norteamericano en Chile ante las autoridades del país andino. "Hemos recibido noticias de que el Gobierno chileno tiene planes para cancelar el plebiscito o anular los resultados. Las vemos con seria preocupación, que hemos transmitido al Gobierno de Santiago. Es clave para Chile que el plebiscito sea libre y justo y refleje la voluntad popular".Reagan ha evolucionado, en los ocho años que lleva en la Casa Blanca, desde una diplomacia callada y tolerante de Pinochet hasta una política de condena abierta del dictador, al que llegó a sugerir su exilio en EE UU al estilo del autócrata filipino Ferdinand Marcos. Los críticos de la Administración, que denuncian que la presión de Washington sobre Chile es sólo retórica, señalan que Reagan endureció su política para justificar su campaña a favor de la democracia en Nicaragua. El embajador norteamericano en Santiago, Harry Barnes, que en noviembre concluye su carrera diplomática, acaba de declarar que se irá más contento si Pinochet es derrotado en el plebiscito de hoy. "Me gustaría regresar en 1989, cuando el primer presidente elegido democráticamemte tomará posesión si gana el no, más que tener que esperar hasta 199V. En declaraciones a The New York Times, Barnes, a quien la oposición moderada chilena concede crédito por haber presionado para la celebración de un plebiscito lo más limpio posible, añade: "Creo que ganará el no si no se interrumpe el proceso". La presión diplomática para el regreso de la democracia en Chile y el respeto a los derechos humanos ha sido una constante de la política de Washington en los últimos dos años. Bien es verdad que la retórica no ha ido acompañada de acciones decisivas y Estados Unidos -como el resto de Europa- no ha bloqueado préstamos del Banco Mundial claves para que Chile pague su deuda, limitándose a abstenerse. Ni se han atendido, por supuesto, los llamamientos de los demócratas en el Congreso para un boicoteo económico de Chile.Pero en agosto de 1986, aún calientes las caídas de la dictadura de Marcos en Filipinas y de Duvalier en Haití, y parecía que Reagan quería acabar con los tiranos de uno y otro signo, el presidente envió a Santiago al jefe del Comando Sur, el general John Galvin, hoy comandante supremo de la OTAN. Galvin sugirió al general Pinochet que debía abandonar el poder y que podría exiliarse en EE UU. El indignado dictador respondió que "sólo él, sin el consejo de nadie", establecería el rumbo de Chile". '

También en 1986, después de que Washington sacara de Santiago a su embajador, el ultra James Theberge, EE UU sorprendió presentando en las Naciones Unidas una resolución criticando la represión de los derechos humanos en Chile. A Theberge le llamaba la oposición chilena "el quinto miembro de la Junta Militar".

Posteriormente, arrostrando las críticas de los sectores más conservadores en Washington, su sucesor, Barnes, acudió al funeral de Rodrigo Rojas, el joven izquierdista chileno residente en Washington, a quien el ejército prendió fuego durante una manifestación contra Pinochet que estaba fotografiando.

Este verano, el Congreso votó un millón de dólares (125 millones de pesetas) para ayudar a la oposición chilena a preparar el plebiscito, y se formó un comité bipartidista, copresidido por los ex presidentes Gerald Ford y Jimmy Carter, pro elecciones libres en Chile.

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