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UNA DICTADURA EN LA ENCRUCIJADA

Una perla en la corbata

Un humorista chileno se presentaba hace poco ante su auditorio: "Soy profundamente demócrata ... pero a la chilena, es decir, con capacidad de aguante". De algún modo, esa capacidad de aguante de 15 años se ha convertido en los últimos meses en una capacidad de acción que ha copado, con inteligencia y unidad, los escasos espacios de libertad abiertos por el régimen militar ante el plebiscito de hoy.Obligado por la presión interna y externa, pero sobre todo por los mandos militares que le han instado a respetar la Constitución dictada por ellos mismos hace ocho años y a establecer cotas mínimas de libertad, Pinochet ha tenido que enfrentar el plebiscito con fuerzas muy gastadas. Insistió en ser candidato porque sus asesores le aseguraban el triunfo, aunque ahora casi todos sus adherentes dudan en privado de su capacidad para vencer. Su campaña -que se ha basado en dos pilares estratégicos, el temor al caos si gana el no y el supuesto éxito económico de su régimen, y uno táctico, su conversión a la democracia, para captar votantes indecisos- no ha tenido ni de lejos el éxito esperado.

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La campaña de la oposición, hasta hace un año dividida y desorientada tras las agotadoras jornadas de protestas de 1983 y 1984, ha puesto el acento en la alegría y en el futuro, con lo que ha consiguido reducir el miedo y ha afianza do, según las encuestas más serias, la mayoría electoral con la que ya contaba al inicio de la propaganda.

Pero la pregunta que todo el mundo se hace es: ¿Aceptará un dictador que ha llegado al poder por la fuerza abandonarlo por el resultado de unas elecciones?

Muchos observadores se sienten tentados a responder con una negativa rotunda. "Alguna carta se habrá guardado", dicen. Pinochet tiene muchas cartas, desde la perla que pone en su corbata como amuleto hasta un autogolpe sangriento, pero ya no es el de antes. La sospecha de fraude que aparecía en el inicio de la campaña como el mayor peligro se ha desvanecido, en buena parte debido a la eficaz organización opositora y a la masiva llegada de observadores extranjeros. Más aún, la gran cantidad de inscritos en el censo electoral -7,4 millones, la mayor cifra en la historia del país- hace que cada punto de diferencia represente más de 70.000 votos, dado que se espera una bajísima abstención.Si la oposición gana en las urnas por más de cinco puntos, será materialmente imposible hacer aparecer más de 300.000 votos por el sí.

El elemento clave seguirán siendo los altos mandos de las fuerzas armadas. Si gana el sí en las urnas, ellos serán un elemento escencial en la estrategia opositora para exigir que se convoquen elecciones parlamentarias limpias en un año más, como establece la Constitución. Si gana el no, todos esperan que los militares sean un freno a los previsibles intentos del dictador de torcer el resultado.

Confiar en las fuerzas armadas para deponer a una dictadura puede parecer ingenuo, pero debe recordarse que éstas necesitan un entramado legal para permanecer en el poder y han convertido a la Constitución en su fetiche.

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