Y con Machado suman 1.000
La editorial Visor llega al millar de volúmenes de poesía y cumple 50 años con un homenaje al autor de ‘Campos de Castilla’ de 85 escritores españoles y latinoamericanos
La poesía en español tiene las tapas negras desde hace mucho. Jesús García Sánchez, Chus Visor (Madrid, 1945), recibe en su despacho de la madrileña librería Visor. Cuatro paredes altas repletas de libros y sobre la mesa un manojo de folios abrazados por gomas: la poesía completa de Vázquez Montalbán, que pronto publicará la editorial que dirige. El mismo año que cumple medio siglo desde su fundación, la colección de poesía Visor alcanza su número 1.000, y lo celebra con un libro en el que 85 poetas españoles y latinoamericanos le dedican sus versos a Antonio Machado.
Este libro 1.000 lleva por título Estos días azules y este sol de la infancia, una línea escrita que se encontró en un papel arrugado dentro del abrigo de Machado cuando el poeta murió en Colliure en 1939. ¿Sus últimos versos? ¿Un arranque de un poema? ¿Un poema en sí mismo? “No está claro”, reflexiona Visor. “Pero la idea era que los poetas que participaran en este número 1.000 continuaran el poema”. “Los poetas” son gente como Bernardo Atxaga, Antonio Colinas, Cristina Peri Rosi, Juan Carlos Mestre o la recientemente fallecida Claribel Alegría. Algunos han seguido las directrices aunque, confiesa Visor, la mayor parte ha hecho lo que les ha dado la gana, como debe ser. “Sin embargo, y para ser poemas de encargo, han salido buenos”, juzga el editor.
Casi 50 años después —el primer libro de la colección, de Rimbaud, se publicó a finales de 1968— muchos de los libros que ha editado rondan la cabeza de Visor. ¿Cuál ha sido su mayor éxito? “El de Joaquín Sabina”. ¿Qué autor debió tener más suerte de la que tuvo? “Muchos. Claribel Alegría, Pablo García Baena. Margarit. Monterroso”. ¿El autor que más le costó publicar? “Benedetti. Fueron muchos años detrás de él, no quería publicar mientras viviera Franco”. ¿Alguna espina clavada? “Sí, pero se me quitan, no soy rencoroso”. ¿Un autor que recomiende? “En español: Elvira Sastre. Extranjero: Szymborska”.
Precisamente, un poema de Wislawa Szymborska dice que a algunos les gusta la poesía. “A algunos / es decir, no a todos. / Ni siquiera a los más, sino a los menos. / Sin contar las escuelas, donde es obligatoria, / y a los mismo poetas, / serán dos de cada mil personas”. ¿Ha visto Chus Visor que ese cálculo cambie a lo largo de su vida como editor? “Esa cifra ha subido mucho: nunca ha habido tantos lectores de poesía en España como ahora”, explica. “Otra cosa es qué tipo de libros leen. Pero cuanto más se edite, mejor para todos. Luego, que sea bueno o que sea malo, es mucho decir, pero lo importante es que la gente se acostumbre a leer poesía”.
¿Y el gusto del Propio Visor, ha mutado? “Mucho. Al principio me interesaban una serie de cosas que ahora me interesan poco. Cuando eres joven te interesan las nuevas experiencias, lo experimental… Ahora me interesa la poesía clara”, explica antes de soltar una confesión inesperada: “Desde hace cinco años para acá, leo muchísima más novela que poesía. Son cosas de la edad. No sé si es que la poesía ya te aburre un poquito, o si ya estás harto… Ahora ya casi leo lo que edito, y lo que leo por obligación. Antes estaba interesado en qué se publicaba en Perú, en México, suscrito a todas las revistas”.
Al otro lado del charco
Sin embargo, al otro lado del Atlántico se desarrollan dos de los proyectos más interesantes de Visor, que abrió una sede en Colombia en 2014. “En México, en Perú, en Argentina, siempre ha habido poetas importantes. Pero en España hemos sido muy cerrados”, cuenta el editor. “En Latinoamérica el plan de Visor es editar alguno de los libros más significativos, lanzar a algunos poetas latinoamericanos, dar a conocer a algunos poetas españoles… Pero poco a poco, que esto es poesía”. Visor ha cruzado el Atlántico seis veces desde que empezó 2017. Buen ritmo. Festivales de poesía, la FIL de Guadalajara, homenajes en Chile y México… “Homenajes en España no, eh”, apunta, burlón. El día después de esta entrevista, Chus Visor coge un vuelo Nicaragua.
“Mil títulos de Visor son un tesoro de la poesía en español”, apunta desde allí la poeta nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948), que participa en el libro 1.000. “Como editor Chus Visor no anda con medias tintas; su sinceridad es auténtica y más de una vez lo ha puesto al centro de ardorosas polémicas. Pero en América Latina ha contribuido a sentar un canon de calidad que no se discute”, señala Belli. El año pasado, Visor abrió una filial en México, en alianza con Círculo de poesía. “Visor ha educado a varias generaciones de poetas aquí”, cuenta Alí Calderón (Ciudad de México, 1982), que pertenecía a Círculo de poesía antes de entrar a formar parte de Visor y que también participa en el libro de poemas a Machado. “Ha sido la vía de entrada del canon occidental al continente, de los clásicos a los últimos Nobel”, resume.
Para terminar, una confesión. ¿Chus Visor trata mejor a los autores que son del Atleti, verdad? “Por supuesto”, dice socarrón quien lleva más años de socio colchonero que de editor. “El Atlético de Madrid es la lírica. Aunque con Simeone ha cambiado un poco el guion. Ahora es la épica. Lírica y épica juntas”. Habla del Atleti y se le ilumina el rostro. Al final es un poco lo mismo: ¿Papá, por qué somos lectores de poesía?
¡Viva la peste negra!
Como Anagrama, Tusquets o Lumen, Visor forma parte de aquellas impetuosas editoriales independientes que, nacidas al final del franquismo, alimentaron a los lectores de la democracia. Podría decirse, de hecho, que Jesús García Sánchez ha jugado en la poesía un papel parecido al de Jorge Herralde en la narrativa. Si los libros amarillos de Anagrama fueron, según sus competidores, la "peste amarilla", los negros de Visor serían la "peste negra": están en todas las librerías y en todas las casas donde haya un lector. Acaso porque es de los pocos de su quinta que no ha pasado a engrosar una multinacional, Visor representa en el ecosistema libresco algo así como la clase media. Las colecciones de poesía tienen su aristocracia (La Veleta, Galaxia Gutenberg), sus clásicos populares (Alianza, Cátedra), sus nichos felizmente irreductibles (Torremozas), su rincón entre los novelistas (Lumen, Tusquets, la planetaria Fundación Lara), sus francotiradores con vocación de ejército (Huerga&Fierro, Bartleby, Igitur, Linteo, Vaso Roto), sus maravillosas startups (La Bella Varsovia) y, desde el estallido de Internet, su Ibex 35 (Espasa, Aguilar). Sellos como Hiperión, Pre-Textos, Renacimiento o Visor llevan décadas construyendo catálogos sin los que todo lo anterior no se entendería, igual que no se entendería una ciudad en la que solo hubiera indigentes y multimillonarios.
Levantar una colección de mil títulos está al alcance de pocos. Que el primero fuera Una temporada en el infierno, de Rimbaud (icono del irracionalismo) traducido por Gabriel Celaya (icono de la poesía social) da una idea de que Chus Visor sabe dónde está el punto medio.
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