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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ineptitud

Los presupuestos del Gobierno son un auténtico disparate destinado a fracasar

Enrique Gil Calvo

La principal razón por la que se eligió a Mariano Rajoy por mayoría absoluta, a pesar de que el electorado español tiende al centro izquierda, fue la de superar cuanto antes la manifiesta incompetencia de Zapatero, optando por el partido que más capacitado parecía para gestionar la crisis. Pues bien, ambas partes del argumento han quedado seriamente malparadas tras los cien primeros días. De momento, el presidente Rajoy está demostrando la misma ineptitud que caracterizó a Zapatero, como si quisiera corroborar el sentido común de aquel viejo refrán: “Otros vendrán que bueno te harán”. No solo ha caído en análogas ocurrencias improvisadas (¡ese increíble Anexo del lunes pasado a los flamantes Presupuestos presentados la semana anterior!), sino que tampoco ha sabido superar con éxito la desconfianza externa, siendo castigado por los mercados con un infamante suspenso equiparable al de su predecesor. De ahí el ataque de pánico que también le ha entrado, como demuestra la espantada del martes pasado en el Senado. Está visto que los españoles no sabemos elegir presidentes, vista la talla política que todos demuestran a las primeras de cambio.

Pero también ha quedado desmentido el mito de que el PP es el partido mejor capacitado para gestionar la economía. Por el contrario, los Presupuestos que ha presentado este Gobierno para luchar contra la crisis son un auténtico disparate destinado a fracasar, como han deducido no solo los mercados financieros sino también nuestros socios europeos. Y que no se diga que la desconfianza exterior es culpa de la herencia recibida, pues el hundimiento de nuestros bonos y valores bursátiles se ha producido no cuando el nuevo Gobierno corrigió al alza el déficit de 2011 (corrección de la que desconfió Bruselas por creerla electoralmente amañada) sino inmediatamente después de la publicación de los Presupuestos de 2012. De donde se deduce que la desconfianza externa se debe ahora no tanto a los fallos del Gobierno anterior como a los errores del actual.

¿Qué errores son estos? El objetivo presupuestario buscado era doble: reducir el déficit fiscal al 5,3% del PIB (por exigencia europea) y reformar la estructura económica para fomentar el crecimiento y la competitividad. Pues bien, vistas las cuentas presupuestadas, ya se puede asegurar que ninguna de ambas metas se podrá cumplir. El objetivo de déficit no se podrá alcanzar porque los ingresos fiscales no van a crecer (dado que no hay alzas tributarias previstas en el IVA ni en los demás impuestos: especiales, sociedades, patrimonio, sucesiones, transmisiones) sino que por el contrario se van a reducir, dada la recesión que se prevé y que estos presupuestos van a agravar. En efecto, la reducción del gasto que se anuncia no afecta a los gastos consuntivos (pues se mantienen intactos los sueldos de los funcionarios) sino a la inversión productiva (con recortes en educación, ciencia e infraestructuras, así como en fomento a la exportación), lo que todavía profundizará más la recesión actual. De modo que la ecuación no podrá cuadrarse, como Europa y los mercados han advertido en seguida.

Por eso, ante la lógica reacción de rechazo exterior, Rajoy se vio obligado el lunes pasado a improvisar un Anexo a sus propios Presupuestos abortados antes de nacer. Pero al hacerlo con tanta precipitación, ese Anexo incurre en los mismos errores que se trataba de corregir. En efecto, si bien anuncia un ajuste adicional en sanidad y educación, parece que ese recorte se dirigirá no a reducir salarios preservando el empleo sino al revés, a mantener el sueldo de los funcionarios suprimiendo empleos interinos, lo que agravará el paro y por tanto la recesión. ¿Quién hace unas cuentas tan desastrosas? Son las consecuencias de confiar el timón a los altos funcionarios mientras el ministro de competitividad observa como convidado de piedra.

Todo ello por no hablar de justicia, igualdad y derechos sociales, que son palabras mayores: unas palabras que van a ser arrolladas por estos Presupuestos tan ineptos como clasistas. En este sentido, se alega como justificación que se trata de unos Presupuestos de guerra contra la crisis, como si estuviéramos en un estado de excepción. Pero no hay tal. Es verdad que en una economía de guerra también se recortan los derechos sociales en nombre de la austeridad y el patriotismo. Pero a cambio hay pleno empleo porque se suspenden las leyes del mercado, se fijan precios y salarios, se cierran las bolsas y se confiscan los beneficios, de modo que la austeridad y el esfuerzo de guerra se distribuyan equitativamente entre toda la población. Mientras que ahora todo el esfuerzo y todo el sacrificio van a recaer sobre los desclasados y los desposeídos. Qué sarcasmo. Y cuánta hipocresía.

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