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COLUMNA
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Ciudadano Musk

Evitar la contaminación de ideas tóxicas de ultraderecha implica no caer en la misma trampa mental que ellos

Orson Welles como Charles Foster Kane en un momento de su 'Ciudadano Kane' (1941).
Orson Welles como Charles Foster Kane en un momento de su 'Ciudadano Kane' (1941).Hulton Archive (Getty Images)
Víctor Lapuente

¿Es Elon Musk el mayor villano de la historia (por primera vez, el hombre más rico del planeta controla la tecnología más avanzada, el Gobierno más poderoso y la plaza pública más influyente del mundo) o el mayor cuñado (que se ha comprado una barra de bar por 44.000 millones para gritar “pásame el cubata” y soltar barbaridades)?

Podemos temer lo peor. De hecho, es más lucrativo ser agoreros. Conseguiremos más clics —esos que criticamos tanto cuando son de los otros— si pronosticamos el fin de la democracia con la vuelta de Trump. Nadie hizo caso a Obama cuando quiso tranquilizar al staff de la Casa Blanca tras la primera victoria del republicano en 2016 diciendo que no era el apocalipsis. Todos corrimos a creer los pronósticos más aterradores.

Quizás EE UU intente anexionarse Canadá porque Trump, en una rueda de prensa, dijo que usaría la “fuerza económica” para absorber a la nación vecina. O invada el canal de Panamá y Groenlandia —frente a una Dinamarca cuyo único ejército conocido son los soldados de Lego—. O llame golfo de América al golfo de México —cuando quien debe renombrarse como Golfo de América es el propio Trump—.

Son amenazas de cuñado. No hay persona en la Tierra con más trecho del dicho al hecho que Trump. Ya, pero ¿y Musk? ¿No está alentando con sus vergonzosas acusaciones al primer ministro británico de ser cómplice de violaciones de niñas y su vergonzante apoyo a la ultraderecha alemana un movimiento reaccionario internacional, como acertadamente señaló Macron?

Sin duda. Y Europa tiene que movilizarse para evitar injerencias externas en su política, vengan del Kremlin o de un podcast de bros. Pero, para evitar la contaminación de ideas tóxicas de ultraderecha, no podemos caer en la misma trampa mental que ellos. Es decir, asumir que hay una gigantesca conspiración tecnológica contra la democracia liberal. El populismo reaccionario ha medrado precisamente denunciando el supuesto sesgo progresista de todas las redes sociales, como (el antiguo) Twitter, Instagram o Facebook. Las Big Tech eran acusadas de “totalitarismo” izquierdista y hace unos meses, Trump amenazó, por escrito, a Zuckerberg con enviarle a prisión de por vida.

Europa debe ser más inteligente. Tenemos la mejor regulación del mundo contra la desinformación. Y, si una red (X) tergiversa, nos pasamos a otra (Bluesky). Para defender la democracia, nada mejor que votar con el dedo. No veo a Musk en el futuro como líder de una Spectra global, sino como Ciudadano Kane, un multimillonario derrotado por su propio ego.

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