La cúpula del Partido Comunista chino busca en su cónclave anual remedios contra la desaceleración
Los principales líderes del país asiático y sus gurús económicos discuten desde este miércoles cómo enfocar la política económica en 2019
En un hotel de Pekín, a puerta cerrada, los principales líderes del país asiático y sus gurús económicos discuten desde este miércoles y hasta el viernes cómo debe enfocar China su política económica en un 2019 que se antoja complicado. La segunda potencia mundial crece a una tasa envidiable (6,5%), pero a niveles mínimos desde la crisis financiera internacional. La incertidumbre por las tensas relaciones con Estados Unidos, que podría dispararse si no se logra un acuerdo, juega en contra de un país poco dado a las sorpresas. La magnitud de nuevas medidas de estímulo y las posibles concesiones en las negociaciones con Donald Trump son los dos principales asuntos a tratar.
El presidente chino, Xi Jinping, preside la llamada Conferencia Central de Trabajo Económico, un encuentro que se lleva a cabo a finales de cada año envuelto en el secretismo. Los medios locales aseguran que en esta ocasión las reuniones se alargarán durante dos días, tras los cuales deberán aprobarse las líneas maestras para 2019, que se conocerán previsiblemente el próximo marzo al celebrarse la reunión anual del legislativo chino.
Generalmente, la cita sirve para establecer una meta de crecimiento económico para el próximo año, una práctica heredada tras décadas de planificación estatal y a partir de la cual se articulan los proyectos políticos. Pero este 2018 la cita se presenta complicada al estar China inmersa en varios frentes: su sector privado tiene problemas graves para financiarse, las tensiones comerciales y tecnológicas con Estados Unidos aumentan y la elevada deuda corporativa es un riesgo latente.
Los mensajes previos al encuentro muestran que las autoridades están dispuestas a aprobar nuevas medidas de estímulo, principalmente bajadas de impuestos, para atizar la actividad económica. Se trataría de medidas más o menos inmediatas porque la guerra de aranceles con Estados Unidos –con tregua o no- podría empezar a reflejarse en el cuadro macroeconómico chino a principios del próximo año. Los asesores han recomendado al Gobierno chino que fije un objetivo de crecimiento de entre el 6% y el 6,5%, algo inferior a lo registrado este 2018, para tener más margen de maniobra, informa Reuters.
Sin embargo, es muy probable que la agenda del cónclave, por primer vez en varios años, esté protagonizada por alguien que está a miles de kilómetros de donde se celebra: Donald Trump. Xi Jinping aprovechará la ocasión para indicar a su mano derecha en materia económica y jefe del equipo negociador con Estados Unidos, Liu He, las prioridades, concesiones y líneas rojas de Pekín ante los 70 días que quedan de conversaciones con Washington antes de que el conflicto arancelario escale de nuevo.
A tenor del discurso de Xi de este martes, en el que el líder chino defendió su modelo de desarrollo actual y rechazó las presiones externas, no parece que China tenga algo interesante que ofrecer a Trump. Pero en Pekín reina el pragmatismo y se detesta la incertidumbre provocada por esta guerra comercial, con lo que no se descarta algún movimiento que vaya más allá del vago compromiso de aumentar las compras de productos estadounidenses. Sin embargo, cualquier reforma de calado parece improbable, y una rápida implementación -como querría Trump- imposible en un contexto de desaceleración económica.
Un ejemplo de ello está en el cónclave celebrado en 2017. Entonces con una economía algo más boyante, China se propuso controlar los riesgos financieros, combatir la contaminación atmosférica y reducir la pobreza. Pero en cuanto la guerra comercial con Estados Unidos ha hecho mella, los dos primeros puntos han quedado en un segundo plano ante una urgencia mayor: mantener como sea una tasa de crecimiento acorde con las expectativas.
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