Los instrumentos de cocina más inútiles que hay en nuestras casas
Recopilamos los utensilios y pequeños electrodomésticos que, por falta de uso o practicidad, han caído en el olvido en los hogares del equipo de El Comidista
Él te mira, tú lo miras. Algún día pensaste que, estando juntos, tus días serían más llevaderos, más felices, y te niegas a dejarlo ir, aferrado aún a esa ilusión. Lo tienes guardado en el fondo de un cajón, en lo alto de la alacena o en la oscuridad de algún mueble. Coge polvo y ocupa espacio, a veces, incluso, te molesta. Acéptalo, ha muerto la magia: la practicidad que alguna vez viste en ese instrumento de cocina se ha esfumado para dejar en su lugar un trasto absolutamente inútil.
Allá por 2020, cuando la realidad era muy distinta, Carlos Doncel recopiló los artilugios más extraños e inútiles de vuestras cocinas y aparecieron verdaderas obras maestras del diseño de producto, como una jeringuilla para hacer espaguetis de gelatina o un conservador de vino inteligente. Hoy nos toca confesarnos a los integrantes del equipo Comidista: ¿cuáles son los instrumentos de cocina más inútiles que hemos comprado o nos han regalado? ¿Cuáles nos han enamorado para llevarnos rápidamente a la decepción? ¿Cuáles son muy útiles para algunos pero inútiles para nosotros?
Cuchillos y otros accesorios para el queso
Un clásico donde los haya, “esos cuchillos con la hoja hueca para cortar queso que suelen venir con las tablas para quesos (que nadie usó nunca) que alguien te regala antes o después”. Están en el apartado de inexplicables de nuestro compañero Jorge Guitián, a quien la experiencia le ha enseñado que cortar queso con un cuchillo normal no suele ser muy difícil. Incluso ante alguno que pueda llegar a ser complicado, el cuchillo de toda la vida vale: “nada que no se solucione normalmente sumergiendo la hoja en agua caliente antes del corte o, aún más sencillo, con un segundo cuchillo con el que, si acaso, separar el queso pegado a la hoja del principal”, explica el periodista. A este sentimiento se une Beatriz Zaera, que confiesa haber comprado en su día “un montón de tipos distintos de cortadores de queso (para romperlos como el parmesano, para cortarlos con un pequeño hilo de metal, para hacer cuadraditos…)”, para acabar utilizando siempre un cuchillo normal y corriente.
Huevera
Por alguna razón que desconozco una persona pensó que cocer huevos era una tarea sumamente compleja y que había que diseñar un electrodoméstico específico para ello, y por alguna razón que desconoce nuestro compañero Òscar Broc, un día llegó uno de esos a su casa. “Durante dos días pensé que la nuestra era una historia de amor verdadera, de hecho la huevera funciona bien y cuece los huevos como es debido”, relata como poniendo excusas. “El tema es que al tercer día ya estaba cociendo huevos a la vieja usanza (cazuelita y agua) y así hemos seguido hasta hoy. No sé qué se torció, seguramente no fue la huevera, fui yo”, dice mientras la huevera lo mira llorando desde un rincón. Si aún así, leyendo esto, este pequeño aparato te ha parecido un inventazo, te animo a que leas este artículo antes de lanzarte a malgastar tu dinero.
Soplete
“Para mí fue el soplete”, empieza la encargada de las redes, Patricia Tablado, y no me cabe duda de que será una historia en la que muchos se verán reflejados: “mi marido compró en un arrebato de amor un soplete. Ya se veía quemando la costrita de la crema catalana, haciendo suflés -que no habíamos comido hasta esa fecha-, quemando yo qué sé”. ¿El desenlace? Pocos o ningún plato de alta cocina, un soplete que lleva cuatro años guardado y el miedo que siente Patricia de que el artefacto en cuestión vaya a explotar sin aviso.
Sifón para hacer espumas
Siguiendo la línea de instrumentos que se utilizan en cocinas de restaurantes –en algunos– pero contadisisisísimas veces en las domésticas, tenemos al infaltable sifón. Nuestra compañera Beatriz Robles dice tener dos instrumentos de cocina que se han convertido en auténticos mamotretos que solo ocupan sitio, y uno de ellos es este. “Regalo de la típica persona que cree que como soy tecnóloga de alimentos me paso el día haciendo esferificaciones, espumas y otras virguerías en la cocina (cuando, como todo el mundo sabe a estas alturas, habitualmente me limito a abrir botes)”, cuenta. No, Beatriz tampoco cocina con bata blanca ni matraces de Erlenmeyer.
Robots de cocina
El mundo se divide: hay a quienes les ha solucionado la vida y por poco lo utilizan hasta para preparar el café con leche del desayuno, y hay otras personas a las que no. Una de nuestro equipo que prefiere permanecer en el anonimato se aplicó en profundidad para crear el recetario de un nuevo robot de cocina de esos que calientan, pican, cocinan al vapor –es decir, calientan, pero con un recipiente más grande–, etc. Lo hizo, entregó debidamente su trabajo y en la intimidad del hogar no volvió a tocar ni ese robot, ni ningún otro. “Supongo que está bien si te acostumbras a usarlo, y seguramente para una o dos raciones sea muy útil, pero en casa somos más y se me hacía pequeña. Me quedo con mis cazuelas y la batidora de vaso”, asegura con la voz distorsionada y píxeles gigantes en la cara. Por este mismo lado tira Patricia Tablado, decepcionada con una Babycook, un pequeño electrodoméstico para hacer cremas y purés, porque la cantidad que conseguía hacer era “eximia incluso para bebés”. “Me salía más a cuenta el método tradicional de olla más batidora y poder guardar purés congelados para cocinar menos y aprovechar mejor, además de poder hacer puré para toda la familia y no solo para las criaturas”, comenta.
Espiralizador de verduras
“Me siento un poco culpable por calificar este instrumento como ‘inútil’, porque en realidad funciona muy bien (al menos el que tengo yo, de la marca Oxo)”, cuenta el jefe comidista Mikel López Iturriaga. “Cumple al 100% con lo que promete, hace espirales perfectas de calabacín y otras verduras... pero claro, salvo que seas un supercalifragilístico espiralidoso ¿quién se acuerda de que tiene un trasto así y de que lo puede utilizar?”. Su historia con el aparato siguió el patrón conocido: lo cogió con entusiasmo al principio, hizo calabaguetis unas cuantas veces e incluso llegó a publicar un vídeo de tres recetas con espirales de verduras… “y hasta luego Maricarmen: al baúl de los recuerdos del cocinillas, que es el fondo del armario más alto que tienes en la cocina”.
Olla de cocción lenta
Volvemos con nuestra tecnóloga de confianza, Beatriz Robles, que confiesa el segundo artefacto que lo único que hace es ocupar espacio en su cocina: “Con permiso de Marta Miranda [autora de Crockpotting y antigua defensora del cocinero de El Comidista], la olla de cocción lenta”. “No tengo ganas, paciencia ni interés en tener la comida haciéndose durante ocho horas”, ha dicho, y aunque conoce las ventajas desde el punto de vista tecnológico, su efecto sobre los distintos componentes de los alimentos, los buenos resultados organolépticos que ofrece y su aparente facilidad de uso, reconoce que no es aparato para ella. Y lo importante, dicen, es saber reconocerlo. Si tú sí eres fans de la olla de cocción lenta, aquí aprovechamos para dejarte algunas recetas que puedes preparar con ella.
Cortadores de manzanas, huevos y otros ingredientes
Cuando empecé a escribir este artículo vinieron inmediatamente a mi cabeza dos cortadores que la única función que acabaron cumpliendo en la cocina de mi casa era trabar el cajón de los cubiertos. Hablo de un cortador-descorazonador de manzana y de uno de huevos duros, pero tiendo a pensar que cualquier cortador que se haya diseñado especialmente para un único ingrediente tiene todas las de convertirse en un trasto inútil, a no ser que tengas un problema de movilidad o tu alimentación se base en manzanas, huevos, aguacates, coles de Bruselas –sí, existe– o el alimento que corresponda; algo que idealmente no debería ocurrir. Más allá de esto, la razón aún más obvia para que estos objetos no tengan sentido es que existen los cuchillos, te aseguro que tan solo con un cebollero y una puntilla puedes cortar, pelar, descorazonar y picar todo lo que se te ponga delante.
Mandolina
Para Daniela Santos, la mandolina; de las de acero inoxidable que se pliegan, es su instrumento inútil por excelencia. Podemos estar o no de acuerdo –acabo de comprar una–, pero como no hemos venido a juzgar instrumentos inútiles ajenos, aquí va su testimonio: “Produce unas rodajas delgadas, todas iguales, de pepino, zanahoria, cebollas, rabanitos, y demás vegetales. Algunos incluso salen con rayitas onduladas, ¡una monada!”. Sin embargo, tiene el común y justificado temor de rebanarse un dedo cuando está llegando al final de la verdura, y además le resulta trabajoso montar el aparatejo. “Y ni que hablar de lo complicado que es luego limpiarla para que no queden trocitos de verduras escondidos. Así que ahí está, durmiendo en el fondo de un estante, alimentando un universo paralelo de crudités que nunca habitaré”, relata.
Tijeras para pizza
Ante ese artilugio que es tijera y pala para servir al mismo tiempo, Jorge Guitián dice “mira, no”. A sus argumentos no les falta nada de razón: “primero, no cortes la pizza con tijera y te ahorras el riesgo de romperla, de que se te derramen los ingredientes o de quemarte con el queso. Hay una herramienta específica para eso y va muy bien”, cuenta refiriéndose al clásico cortador de pizza, que también puedes sustituir por un –sorpresa– cuchillo. “Segundo: intenta cortar y servir tres porciones seguidas con esa tijera. Si consigues hacerlo sin que haya ningún destrozo y sin que nada acabe en el suelo creo que habrás logrado algún récord”, concluye.
Manta XXXL para cuchillos
“Me compré una manta para cuchillos con capacidad para 16 cuchillos, rallador, pelador, chaira, afilador y el PIB de un país en vías de desarrollo, de esos que puedes llevar colgando como una bandolera o de la mano tipo maletita”, empieza a contarme nuestra editora Mònica Escudero. Lo hizo en una época en la que tenía que llevar cuchillos de acá para allá por motivos varios, pero no tardó en darse cuenta de que el cacharro era enorme y bastante incómodo, “así que empecé a llevar un cebollero, una puntilla, un rallador y una tabla no rígida bien envueltos en la mochila, y no hubo vuelta atrás”. Ni siquiera ahora que es profesora en un master y tiene que llevar sus cuchillos para las clases prácticas se siente cómoda con la manta en cuestión. “Ir en autobús con algo colgando que dice claramente ‘aquí dentro hay cosas que podrían deshuesar un pollo y también matarte’ tampoco te hace la persona más popular de la línea V17″, añade.
Sacacorchos eléctrico
A Pascual Drake, nuestro Comidista entregado al mundo del vino, le parece que el sacacorchos eléctrico suena bien sobre el papel pero decepciona con creces en la vida real. “Necesita batería -o pilas, o cargarlo con la corriente-; ocupa espacio; se rompe antes; y además es más caro”, cuenta, y acto seguido sentencia que no hay nada como el sacacorchos manual de toda la vida, el que tiene forma de navaja. “No se rompe, cabe en cualquier cajón o bolsillo si se usa para trabajar, es barato, y además no hay que recargarlo, que suficientes cosas tenemos ya enchufadas en esta vida digital... El último que me han regalado, lo he regalado, soy así de desagradecido”.
Cuchillo de sierra eléctrico
Continuamos con los artilugios eléctricos porque a la casa de nuestra compañera Helen Santiago llegó un cuchillo de sierra que servía, en teoría, para cortar cosas congeladas –¿tú también te has preguntado por qué querrías cortar cosas congeladas y además tener un cuchillo para eso?–. “Al final, esta promesa no se cumplió y terminó siendo un cuchillo de sierra con cable, ideal para impresionar a las visitas o rebanarte un dedo con más facilidad”, explica, o para cortar un pavo del Día de Acción de Gracias como hacen en las películas.
Planchas eléctricas
Culminamos el apartado eléctrico del que Thomas Edison no estaría orgulloso con el relato de Abel López, director creativo de Unto y “el becario” de los vídeos de esta casa: “a mí me gusta mucho todo lo que son planchas eléctricas para apestar comedores prometiéndonos diversión en la mesa. Es la Ciclostatic de la gastronomía, puedes hacer algo en la mesa del salón que podrías hacer en la cocina sin liarla; pero decides por la unión familiar, la innovación y la nostalgia por la barbacoa que todo quede oliendo a churruscada un par de días”. Y no solo eso, las usas una vez al año y ocupan una barbaridad de espacio.
Tijera para huevos de codorniz
No solo la tijera-pala para pizza nos parece inútil, nuestro compañero Yasin Akar añade a la lista la de huevos de codorniz, un alimento de por sí muy común en todas las casas. “Creo que para usarla con el huevo crudo, simplemente para romper la cáscara, puede tener un pase”, dice él sobre la que le vino de regalo con unos huevos una vez. “Pero si quieres cocer los huevos y no comerlos crudos no le veo mucho sentido, la verdad. La prueba está en que nunca más he visto la tijera, ni tampoco huevos de codorniz en mi casa”.
Pastilla de arcilla para mantener seco el azúcar moreno
Dejamos para el final el artículo que probablemente se lleve la medalla de oro. Aunque a nuestra compañera de recetas Miriam García le ha costado dar con un instrumento inútil de su cocina porque dice usarlo todo, nos ha acabado soprendiendo con “una pastilla de arcilla monísima, con forma de hoja de arce, que es para mantener seco el azúcar moreno y que no se apelmace mucho. No lo he usado jamás, pero era muy bonito”. No hemos encontrado esa particularmente, pero sí otra muy cuqui del estilo que demuestra que esta pastilla lo mismo te vale para el azúcar que para pisapapeles.
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