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“Los churros vienen de China” y otros grandes bulos gastronómicos que corren por las redes

Las leyendas sobre Marco Polo y la pasta, la invención de la tortilla de patatas o el motivo de tomar uvas en Nochevieja circulan sin freno por internet. ¿Cuál es la verdad detrás de ellas?

Churros
Sentimos decírtelo pero...Félix Girault

Internet y los bulos hacen mejor pareja que las croquetas y el jamón: allá donde haya un contenido llamativo, entretenido y fácil de entender, habrá miles de personas compartiéndolo sin poner en duda su veracidad y esparciéndolo como la pólvora. Y la gastronomía —tan cercana, tan nuestra y tan presente en el día a día—, en esto de los mitos y leyendas, merece una mención de honor.

A fin de cuentas aprendemos de ella por transmisión oral, que siempre ha tenido menos veracidad que la escrita (por eso nos basamos en textos a la hora de citar fuentes) sin embargo en estos días nos encontramos con un fenómeno curioso, el “efecto Wikipedia”. Alguien añade información sin contrastar a la web; un divulgador con prisas publica un artículo con esa información como fuente de verdad y, en pocos días, ese mismo artículo es añadido como referencia en “la enciclopedia libre”. La pescadilla que se muerde la cola versión leyendas urbanas. De este fenómeno y otros bulos nos hablan las historiadoras gastronómicas Ana Vega (Biscayenne), experta cazadora de mitos culinarios en redes, y María José Sevilla, autora del libro Historia de la comida en España.

Recientemente Iván Fernández, presentado como storyteller en su perfil de X, ha puesto su granito de arena en esto de los “mitos del comer” al publicar alegremente un interesantísimo hilo sobre el origen chino de los churros, con tan mala pata que resultó ser falso. A sus más de cien mil seguidores expuestos al bulo hay que añadir a todas las personas alcanzadas por los casi quinientos compartidos. Número que no hará más que crecer, ya que, a pesar de haber sido señalada la falacia por la propia Ana Vega, lejos de editarlo, contrastarlo o retractarse, el hilo sigue intacto y el bulo continúa su travesía de pantalla en pantalla.

Porque sí, la realidad puede no ser tan divertida, entretenida o fácil de recordar como esos mitos y leyendas con efecto boca-abierta que tanto gusta repetir y repetir, pero lo de conocer la verdad tiene un je ne sais quoi que alegra el alma cuando es Navidad y puedes responder a ese familiar contrario a contrastar fuentes con una buena dosis de información verificada. Dicho esto, si hubieses elegido la pastilla roja en Matrix, sigue leyendo, porque aquí va una recopilación de los bulos gastronómicos más populares en las redes.

“Los churros vienen de China”

El bulo: los churros los trajeron los portugueses y españoles a Europa tras regresar de explorar China. Ahí encontraron los youtiao, una masa frita supuestamente creada para honrar a un general muy querido por el pueblo que fue asesinado. Para que nadie olvidase el crimen decidieron freír una masa que, en su deformidad, recordaría a todo el mundo el horrible rostro del asesino. Una vez en Europa fueron popularizados por los pastores ya que no podían acceder al pan fresco (y, como tenían bien cerquita a las ovejas “churras”, pues los llamaron “churros”).

Bueno, pues aunque fonéticamente tenga su gracia decir que los churros vienen de China, históricamente es incorrecto. Al fin y al cabo, un churro no deja de ser una masa escaldada (aquella en la que se añade agua hirviendo a la harina). Igual que lo son los buñuelos y las porras. Este proceso, en la antigüedad, se dio con toda probabilidad en más de un lugar del mundo de forma espontánea.

Sería arriesgado confirmar que España fue uno de esos lugares donde se inventó pero, tal y como dice Biscayenne, la realidad es que, en el siglo XV, bastante antes del supuesto momento en el que los trajeron a la península desde China, ya existía el cohombro en la península, un dulce de masa habitualmente escaldada llamado así porque su forma recordaba a la de un pepino (antes cohombros). Era una receta con menos densidad y más parecida a la tradicional porra, pero mucho más cercana a los churros que las masas fritas asiáticas.

Sobre el tema de que fueron popularizados por los pastores, sólo hace falta intentar cocinar churros en la comodidad del hogar para darse cuenta de que las probabilidades de realizar con éxito la hazaña en pleno campo es demasiado retadora como para que se hubiese convertido en costumbre. La teoría de que su nombre está puesto en honor a las ovejas también hace aguas por el hecho de que, cuando se comienza a tener registro del “churro” como lo conocemos hoy por hoy (último tercio del siglo XIX), ya llevaba un largo recorrido por España y no sólo existía en las zonas rurales.

El cohombro no se convirtió directamente en churro, sino que ha pasado por diferentes nombres y evoluciones: tallos, calentitos, tejeringos o buñuelos de jeringa son algunos de sus apodos. A medida que un alimento se hace popular, también crecen los bulos sobre él. Curiosamente, según la versión consultada en Wikipedia, el origen de los churros varía. En la versión en castellano se afirma que fueron traídos de China, mientras en la catalana se dice que fueron inventados en Valencia.

“La pasta la trajo Marco Polo de China”

El bulo: el famoso viajero veneciano Marco Polo descubrió y comió, durante los supuestos 23 años que pasó en China, unos deliciosos fideos alargados. Tanto le gustaron que, al regresar a Italia a finales del siglo XII, llevó consigo la receta. La propia estancia de Marco Polo en China ya ha sido puesta en entredicho numerosas veces -sus descripciones del país oriental parecen sacadas de una novela fantástica, y no menciona datos realmente llamativos como la Gran Muralla-, pero además la pasta ni siquiera aparece en sus textos y es por un simple motivo: no hubiese engañado a nadie. En Italia conocían la pasta desde que la llevaron los árabes allá por el siglo X. Como dice Mª José Sevilla, “la pasta en Italia es mucho más famosa en el Sur que en el Norte y en Sicilia hay una influencia árabe tremenda”.

Esto no quiere decir que en China no se inventase antes, pero al ser una elaboración con pocos ingredientes básicos su invención ocurrió en distintas culturas de forma independiente, como el pan (o los churros). De todas formas, y por dejar a los italianos en paz, Vega confirma que, igual que el pan ha ido evolucionando, los espaguetis del siglo XVII no tenían nada que ver con lo que llevaron los musulmanes.

Entonces, ¿por qué el bulo de Marco Polo y China? La explicación en una palabra: Hollywood. Resulta que en 1938, Gary Cooper protagonizó una película llamada ‘Las aventuras de Marco Polo’ (si tienes Filmin, la puedes ver aquí) donde a las inventadas andanzas del viajero original se les añaden otras tantas de cosecha propia. Una de ellas, la que se muestra en el minuto 11:52, es la culpable de este bulo. Es en ese momento cuando muestran al viajero el supuesto plato tradicional chino llamado espaguet que, en la siguiente escena, Marco Polo guarda crudo en su bolsa de tesoros.

El momento exacto en el que Marco Polo descubre esa pasta tan típica china llamada “espaguet”
El momento exacto en el que Marco Polo descubre esa pasta tan típica china llamada “espaguet”Las aventuras de Marco Polo, 1938

“Leonardo Da Vinci inventó la servilleta y el tenedor”

El bulo: en 1981 se descubrió el Codex Romanoff, la libreta con apuntes gastronómicos de Leonardo Da Vinci donde narra graciosamente cómo inventó el tenedor de tres puntas para comer espaguetis de forma cómoda, la servilleta para evitar que los comensales se limpiasen las manos usando conejos amarrados a las sillas o el sacacorchos para zurdos. También explica inusuales recetas renacentistas y habla de rocambolescos protocolos en la mesa.

Ilustración del supuesto invento de Leonardo da Vinci para partir nueces usando únicamente tres caballos
Ilustración del supuesto invento de Leonardo da Vinci para partir nueces usando únicamente tres caballosLeonardo, Routh, S., & Routh, J. (1999). Notas de cocina de Leonardo da Vinci. Temas de hoy

La historia detrás de este mito es digna de cortometraje. Resulta que el día de los inocentes de 1987, dos historiadores británicos publicaron un libro satírico en el que narraban las falsas andanzas culinarias de Leonardo. Se trataba de un libro humorístico cuyo único objetivo era hacer pasar un buen rato al lector y que gozó de gran acogida entre los lectores.

Bueno, pues la cosa se complica cuando en 1999 se publica en España bajo el nombre Notas de cocina de Leonardo da Vinci. En aquel momento Carlos Capel, que dirigía la colección gastronómica de la editorial Temas de hoy” propuso realizar dos pequeñas variaciones para darle más verosimilitud. No obstante, las descabelladas narraciones del libro parecían lo suficientemente inverosímiles como para dar por hecho que ningún lector creería que lo que decían aquellas páginas era cierto. Error.

El periodista confiesa en este artículo que las alarmas se dispararon cuando descubrió, “una reseña en el Diario de Noticias digital (www.diariodegastronomia.com) del 10/7/ 2011 en la que se aseguraba con desparpajo que Leonardo podría haber escrito el Codex Romanoff entre 1481 y 1500″. Así llegamos a la actualidad, donde no han sido pocos los que han creído a pies juntillas el contenido del libro: aquí un medio hablando de cómo el artista inventó la máquina de picar ajos o aquí una reseña de la obra hablando de las increíbles curiosidades que se encuentran en él.

“La tortilla de patatas se inventó en Extremadura / la inventó el general Zumalacárregui”

El bulo extremeño: en el siglo XVIII, en la localidad extremeña de Villanueva de la Serena, Joseph de Tena Godoy y Malfeyto y el marqués de Robledo inventaron la receta de la tortilla de patatas para hacer frente a la hambruna. El bulo navarro: el general Tomás de Zumalacárregui inventó (o motivó la invención de) la tortilla de patata durante el sitio de Bilbao en la Primera Guerra Carlista. Al parecer, una fría noche en medio de la guerra se topó con un caserío donde una campesina llamada María Trigo le ofreció lo único que tenía: patatas y huevos.

Desmontar estos dos mitos puede escocer a más de uno. La primera teoría cogió tanto peso cuando fue publicada por el investigador del CSIC Javier López Linag en el 2008 que derivó en que el pueblo Villanueva de la Serena tenga su propio certamen y monumento. Sin embargo, hay algo que se pasa por encima al hablar del susodicho descubrimiento y es que aquella supuesta tortilla primigenia no era lo que nos imaginamos, sino más bien algo parecido a lo que conocemos como tortitas. Sobre esto Ana Vega comenta, “con suerte lo que inventaron fue una pasta frita y dulce que llevaba patata cocida, pero era una fruta de sartén, que nada tiene que ver con la tortilla”.

El segundo mito ha sido respaldado por el cocinero que más casas ha conquistado de España: Karlos Arguiñano, que ha llegado a decir que “mientras no se demuestre lo contrario, se inventó en Navarra”. Pues toca decir lo contrario, porque el verdadero origen de esta receta no se conoce con exactitud. Lo que sí sabemos es que existe un escrito de la segunda mitad de 1700 donde ya se habla de la elaboración de tortillas en España, sin especificar un lugar concreto. Mª José Sevilla añade que el momento exacto de la invención de esta receta no se conoce, pero que probablemente ocurriese simultáneamente en más de un lugar y, con bastante probabilidad, “podría haber sido algo más corriente en zonas de España donde la patata llega pronto como Andalucía” a lo que añade que, teniendo en cuenta la calidad de los huevos y la abundancia del tubérculo, también tendría bastantes papeletas Galicia.

“Las tapas las inventaron los Reyes Católicos / Alfonso X en la Edad Media / Alfonso XIII en el siglo XX”

Bulo 1: al rey Alfonso X le recetaron beber vino para superar una enfermedad. El monarca decidió acompañar “la medicina” con algo de comida y observó que los efectos del alcohol se reducían considerablemente. A partir de ese momento, ordenó que la bebida se acompañase de algo para llenar el estómago.

Bulo 2: los Reyes Católicos, al ver que los efectos del alcohol estaban llegando a producir accidentes, propusieron que los vasos se cubriesen con una porción de comida y que, hasta que no se hubiese engullido dicho alimento, no se pudiese ingerir el líquido.

Bulo 3: fue un camarero atendiendo en la terraza del Ventorrillo del Chato, en Cádiz, el que inventó la tapa queriendo proteger al mismísimo Alfonso XIII de la arena gaditana levantada por el viento, añadiendo una loncha de jamón sobre su vaso.

A mayor popularidad, mayor número de leyendas. Y para comida popular, la tapa, por lo que el número de personajes a los que se les atribuye su invención no es pequeño al igual que no son pequeñas las voces que han amplificado estas leyendas (véase esta resolución del propio

BOE del 2018). Eso sí: siempre hay algún rey de por medio. Tal y como dice Biscayenne, “en las bambalinas de la historia de la gastronomía siempre ha molado adjudicar ocurrencias y platos a gente importante”.

La historiadora ya escribió sobre el posible origen del nombre en este artículo y, resumiendo mucho, a la opción de que fuese por la expresión “echarse tapas y medias suelas” (usada para referirse a tomar algo entre horas) se le suma la posibilidad de que, en efecto, sea por su utilidad a la hora de cubrir los vasos. Eso sí: hasta el siglo XX nadie se refiere a ellas con ese nombre.

Sobre su origen, de nuevo, la realidad es menos suculenta. El acompañar con comida una bebida no es algo tan original como para pensar que ocurrió en un momento concreto en la historia y lo cierto es que no se tienen registros oficiales de dónde se inventó la tapa. Para Mª José Sevilla hay algo que está claro, “es una forma de comer puramente mediterránea”. Hay países como Líbano o Grecia donde el gusto por distintos platillos es histórico pero, si ponemos la lupa en España, la comunidad protagonista de su libro Cocina de Andalucía, si no fue la tierra pionera, al menos es la que más arraigada tiene la cultura de acompañar la bebida con un ofrecimiento por parte de la casa.

“La casa real de Holanda impuso el naranja en las zanahorias”

El bulo: la primera zanahoria naranja se cultivó en Holanda en el siglo XVI para honrar a los colores de la casa real holandesa y como apoyo a Guillermo I de Orange-Nassau, que luchaba en aquel momento por la independencia de Holanda del reino de España. Al llegar a oídos del pueblo tal descubrimiento, el resto de zanahorias quedaron condenadas al ostracismo por querer la gente comprar únicamente la de color naranja.

Que existen zanahorias de varios colores y que en un momento dado se popularizó la de color naranja es cierto. Ahora, que ocurriese porque la población holandesa emprendió una acción de marketing a favor de su monarquía digna de una súper producción de Netflix, es otra historia. Este bulo comenzó a pulular por ahí cuando el botánico holandés Otto Banga publicó su estudio sobre el origen de la zanahoria cultivada en Europa, en 1957. En aquel texto se afirmaba que las variedades más populares de la naranja se habían descubierto en Holanda y -aquí viene el problema desarrolla su teoría sobre la expansión de la zanahoria en relación a la casa de Orange.

Ana Vega desvela el verdadero motivo: “El color de las hortalizas depende de sustancias con distintas propiedades que aportan color. Hay alimentos, como la zanahoria, que existen en una amplia variedad de colores; ahora sólo cultivamos las naranjas porque las que contienen ese betacaroteno son más dulces”. También expone que el origen de esta variedad es anterior a la fecha que sostiene el mito, solo que había un impedimento: no existía un nombre para describir el color naranja en la antigüedad y en las fuentes que consultó el botánico, así que Otto no pudo confirmar su error (de haber sabido español, por cierto, sí que hubiese podido).

“Las 12 uvas de Nochevieja se toman por una sobreproducción en 1909″

El bulo: en el año 1909, en Alicante, hubo una cosecha espectacular de uvas. Para que el producto no se echase a perder, los vendedores inventaron la tradición de las uvas de la suerte según la cual se tomaría una uva por cada campanada para despedir el año. El turrón, el anuncio de la lotería y esta leyenda son el trío que vuelve a casa por Navidad cada año. Pero tiene que ver con una tradición que sí que es real: la de que las clases más bajas imiten a las más altas.

En la Francia del siglo XIX se celebraba el fin de año con una fiesta llamada réveillon que se podría definir como una larga cena que se extendía a lo largo de la noche y en la que se servía champán y también uvas. ¿Qué pasó? Pues, “la gente fina de Madrid, muy chic, que imitaba todo lo francés, lo empezó a hacer, aunque las uvas ya eran un postre típico de invierno. Esto empieza muy a finales del siglo XIX, y después los pobres, queriendo imitar a los ricos, lo hacen.” comenta Biscayenne. Ojo, que en este caso se habla de “tomar uvas” no de tomar 12 uvas. Esas uvas de la suerte primigenias eran tres, y pasó un tiempo hasta que el número ascendió a la docena.

Mucho antes de la sobre producción de 1909 en Alicante, el periódico El Imparcial ya publicaba en su edición del 1 de enero de 1894 un texto refiriéndose a las uvas de la suerte que dice así: “Hasta hace pocos años eran muy contadas las personas que comían uvas el 31 de Diciembre al sonar la primera campanada de las doce de la noche. Hoy se ha generalizado esta práctica salvadora, y en cuanto las manecillas del reloj señalan las doce, comienza el consumo de uvas más o menos lozanas”.

La lista de mitos gastronómicos no acaba aquí. Quedan grandes temas por tocar, como el supuesto origen neoyorkino del sushi, la presunta procedencia de la vainilla relacionada con el ano del castor o la creencia de que el cachopo es un plato histórico asturiano. De momento, quédate con la idea de que no es oro todo lo que reluce, que porque algo salga en Internet no tiene que ser real, y vale más contrastar a tiempo que llevarse un chasco en las redes.

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