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Si el yogur es un probiótico, ¿por qué no lo pone?

Tener bifidobacterias no es suficiente para poder escribirlo en la etiqueta

El kombucha es ese té healthy que colma los vasos extragrandes de las famosas a la salida de algunos gimnasios… y la bebida funcional con mayor crecimiento del mercado, según la revista Forbes. Sus beneficios se deben a la fermentación, un proceso que se logra por la acción de los probióticos y en el que empresas de bebidas como Red Bull o Pepsico se están dejando el presupuesto de investigación. El kéfir, primo hermano del yogur, lácteo modificado por bacterias y levaduras, ha dejado de ser una rareza para venderse como rosquillas en EE UU y Europa del Este. Y más populares, pero de la misma categoría, son los pepinillos, encurtidos y nuestro clásico yogur. El asunto es: ¿por qué no hay ni rastro de la palabra "probiótico" o "fermentado" en la etiqueta de estos productos?

Para empezar, unas definiciones. "Los probióticos son microbios vivos y buenos que, al ser ingeridos en cantidades adecuadas, aportan beneficios a la salud del consumidor. Los alimentos que se valen de ellos se conocen como fermentados", definen Jesús Sanchis y Lucía Redondo, investigadores y docentes en la Universidad de Valencia, y miembros de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

Algunas asociaciones científicas rechazan que los fermentados sean probióticos, "porque su efecto positivo puede deberse a la matriz alimentaria (los ingredientes del alimento) y no a la presencia de microbios vivos", indican los expertos. Y, desde 2006, la UE no consiente utilizar la denominación en los productos acreditados. Marta Olmos, health affairs manager de Danone, lo explica: "La EFSA [Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos] exige un dosier científico muy pormenorizado para permitir agregar el término. Y el mundo del probiótico aún está muy virgen. Nos cuesta mucho, por ejemplo, identificar el mecanismo de acción, cómo se dan todas las sinergias a nivel intestinal, etcétera".

Esto, recuerdan Sanchis y Redondo, no niega las bondades de los fermentados, sino que refleja la necesidad de investigar más en este campo para cumplir ciertos requisitos legales. "Tomar alimentos fermentados mejora la diversidad de nuestro ecosistema intestinal; y puesto que esta es una característica distintiva de una microbiota saludable, son una buena opción para cuidar la salud", zanjan.

Prebióticos, simbióticos y otros palabros para hacerse el listillo

A menudo van juntos. Pero, ¿qué es cada uno de ellos? "Los prebióticos son el alimento para los microbios, que ayudan en su labor a los probióticos, proveyéndoles los compuestos que necesitan para desarrollar su actividad. Y cuando unimos ambos obtenemos un simbiótico: el mejor ejemplo es la leche materna, con microbios beneficiosos para el bebé y prebióticos que aseguran su viabilidad", ilustra el experto Jesús Sanchis.

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