Universidad Autónoma de Madrid, medio siglo de un país
Algunos de los más destacados intelectuales españoles han pasado por sus dos campus. Ha sido cuna de la élite científica. En sus aulas estudió el rey Felipe. Sus alumnos y profesores se rebelaron contra el franquismo y la violencia de ETA. Ahora la lucha es por los recortes y el modelo educativo. Esta universidad pública celebra sus 50 años de historia.
Los intelectuales más destacados de España en los últimos 50 años han paseado alguna vez por la calle de Tomás y Valiente. Nace en una estación de cercanías a las afueras de Madrid, donde se bajan cada día cientos de estudiantes, y muere en una glorieta que conduce a la calle dedicada al filósofo inglés Bertrand Russell. Sus casi dos kilómetros de distancia cobijan cuatro viejas facultades, un centro de posgrado y una escuela politécnica. Este era el camino que recorría Enrique Tierno Galván para dar clase de Teoría del Estado en la Facultad de Económicas. El mismo que hacía el filósofo Fernando Savater o el filólogo Lázaro Carreter para llegar a Filosofía y Letras. Aquí estudió Derecho Felipe VI. La avenida, jalonada de plataneros y pinos, salpicada de esculturas de madera y edificios setenteros, también ha visto pasar a premios Nobel como el biólogo Severo Ochoa o el físico Martinus Veltman. Lleva el nombre de Francisco Tomás y Valiente, expresidente del Tribunal Constitucional y catedrático de Historia del Derecho asesinado por ETA en 1996. Sucedió en este mismo campus. En la Autónoma de Madrid. Entonces alumnos y profesores se rebelaron contra la barbarie del terrorismo. Así nació el movimiento Manos Blancas. Esta cuna del pensamiento y la élite científica, considerada una de las universidades más prestigiosas del país, cumple ahora medio siglo de vida. Su historia discurre en paralelo a la historia de España.
Son las cuatro de la tarde y un grupo de estudiantes de Administración y Dirección de Empresas ha quedado en este paseo, la arteria principal de la ciudad universitaria, para acabar el trabajo que tienen que presentar hoy mismo. Estamos a finales de mayo. Acaban las clases y empiezan los exámenes. Los jóvenes aprovechan la sombra de los árboles para tumbarse en la hierba, con el portátil entre las piernas, y finiquitar el proyecto. “Por aquí han pasado los mejores. A los antiguos estudiantes de Económicas no les ha ido mal. Todos encuentran trabajo. Por eso nos matriculamos aquí”, dice Jaime Domínguez, de 20 años. Uno de los alumnos a los que les fue muy bien al salir de esa facultad es Juan Pedro Moreno, de 53 años y presidente de Accenture España. “Soy de la promoción de 1984. Estoy orgulloso de haber estado allí en los años en los que se estaba definiendo un nuevo país. Tuve de profesores a Tierno Galván, Emilio Ontiveros y Ramón Tamames, todos son verdaderas instituciones del sector empresarial”. Si hay que poner algún pero, el joven Domínguez dice: “Lo peor que tiene es que está un poco alejada. Aquí vienes solo a estudiar”, añade.
La Autónoma se divide en dos zonas: esta ciudad universitaria, conocida como la de Cantoblanco, se encuentra en una hondonada a las afueras del noroeste de la capital. La plaza de Castilla, puerta de entrada de Madrid, queda a unos 15 minutos en coche. Luego está el campus de Medicina, ubicado en las inmediaciones del hospital público de La Paz, más cerca de la ciudad. “Construyeron el núcleo de la universidad en este sitio desolado. Había que tener mala idea”, ironiza Josefina Gómez Mendoza, la única mujer que ha sido rectora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
La Autónoma de Madrid se fundó en 1968, un mes después del arranque del Mayo Francés. El régimen franquista quiso impulsar un nuevo estilo de enseñanza superior inspirado en los campus estadounidenses y, de paso, aprovechar y aislar a una comunidad estudiantil que no paraba de protestar contra la falta de libertades. Se levantaron tres universidades del mismo estilo: en Madrid, Barcelona y Bilbao. “Pero la idea no les salió del todo bien. El impulso por la libertad era imparable”, añade Gómez Mendoza, de 76 años. Hasta ese momento, las manifestaciones se habían concentrado en la Universidad Complutense de Madrid, que estaba mejor comunicada.
"El régimen franquista construyó la UAM en un sitio aislado de Madrid para controlar a los estudiantes", dice Josefina Gómez, la única mujer rectora que ha tenido esta universidad
Los estudiantes de la UAM siguieron el ejemplo de sus compañeros y forjaron su carácter contestatario a pesar de situarse más lejos. Su claustro, formado por los mejores catedráticos de la época, revolucionó el sistema con un método de enseñanza en el que la ciencia era la piedra angular. Un modelo que se basaba más en la investigación que en la pura teoría. “Todo era nuevo. Todo estaba por hacer. Se experimentó con los planes de estudio. Pero el nivel de exigencia era altísimo”, recuerda el politólogo Fernando Vallespín, que formó parte de las primeras promociones de Derecho. "Totalmente. Los exámenes de Matemáticas, la carrera que yo hice en la UAM, eran muy duros. Creo que marcaron mi personalidad, aprendí a controlar los nervios ante la adversidad", dice Rosa García, presidenta y CEO de Siemens España.
La Autónoma se convirtió en un laboratorio de ideas donde estudiaron ministros como Ángel Gabilondo, Cristina Garmendia o Cristóbal Montoro. Hoy sufre los embates de una crisis que asfixia a todo el sistema educativo. La subida de las tasas, la disminución de las becas y la precaria situación del profesorado cuestionan la confianza de la que hasta ahora era una de las instituciones más valoradas del país. Tampoco ha ayudado el escándalo de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes y el máster plagado de irregularidades que obtuvo en la Rey Juan Carlos, una de las seis universidades públicas de Madrid. “La universidad tiene que ser ejemplar. Sus responsables tienen que saber enfrentarse a los retos. Esto no te va a producir grandes ganancias, pero queda para las futuras generaciones”, dice el experto arabista Pedro Martínez Montávez, de 85 años, durante un encuentro entre rectores de la UAM. “El camino que debemos seguir es apostar por la investigación y la ciencia, lo que nos ha dado la excelencia”, defiende el actual regente, Rafael Garesse, en un aula del departamento de Arqueología. Le acompañan José María Sanz (que vivió los peores años de los recortes), Ángel Gabilondo, Josefina Gómez Mendoza y Martínez Montávez. Este último fue el primero que fue elegido democráticamente en 1978. “Al principio, tuvimos un primer rector comisario. En sus comienzos, de autónoma solo tenía el nombre. Dependía del régimen franquista”, dice Gómez Mendoza.
La marea Manos Blancas nació frente a la facultad de Derecho de la UAM, donde ETA asesinó en 1996 al catedrático y expresidente del Constitucional Tomás y Valiente
En aquellos años, por rebelarse contra la situación de los profesores que no tenían contrato fijo, Fernando Savater fue expulsado de la UAM. “Amenazamos con no examinar en junio para mejorar nuestras condiciones y me echaron”, cuenta el filósofo. En 2006, Savater regresó por la puerta grande. “Me hicieron honoris causa. Entonces volví a pisar aquel magnífico campus”. La ciudad universitaria ocupa 250 hectáreas de terreno de las que 60 son bosques de pinar y campo. Es un paraíso verde sobrevolado por gorriones, carboneros, cotorras. Alguna vez se ha colado por el césped algún jabalí del Monte de El Pardo. Casi 30.000 alumnos y más de 3.000 docentes componen el ecosistema, que, aparte de las facultades, cuenta con varios centros compartidos por la Autónoma y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Uno de los más conocidos es el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO), un entramado de laboratorios en el que trabajan científicos de ambas instituciones. En sus comienzos, la UAM se esforzó en reclutar a los mejores investigadores, incluido el propio Ochoa, que estaba exiliado en Estados Unidos. El Nobel de Medicina, que era el director honorario del centro que llevaba su nombre, pasaba en él frecuentes temporadas, hasta su regreso definitivo a España en 1985. Una de sus discípulas, la prestigiosa científica Margarita Salas, sigue investigando aquí. Su despacho está en la cuarta planta, donde también trabaja Ginés Morata, miembro extranjero de la Royal Society de Reino Unido y premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica en 2007. “Este sitio fue pionero en investigación biomédica y biológica”, defiende Morata, referente mundial en el campo de la biología del desarrollo.
Lo primero que llama la atención cuando uno aterriza en el piso en el que trabaja Morata es el fétido olor que viene de vez en cuando a papilla para mosca. Miles de ejemplares de Drosophila melanogaster crecen en pequeños envases que reposan en un cuarto a 17 grados. “Las personas compartimos más del 60% de nuestros genes con estos insectos. Lo que aprendemos de ellos es, en buena medida, aplicable a la especie humana”, explica Morata, experto de 73 años, que lleva toda una vida estudiando la arquitectura biológica de este animal. “Aunque cada vez se notan más los recortes. La inversión en ciencia es muy baja, cuando debería ser razón de Estado. Como sigamos así España va a ser un país subdesarrollado siempre”.
"El centro de Biología Molecular Severo Ochoa, donde trabajan científicos del CSIC e investigadores de la UAM, fue pionero en España", dice Ginés Morata
Es la hora del almuerzo y a pocos metros de allí los colegiales de la residencia Erasmo, la única dentro del campus de Cantoblanco, guardan fila en el comedor. Gema Cabrera, alumna de Medicina, sale de la biblioteca para tomar rápidamente una hamburguesa. Hoy no ha ido a su facultad, que se encuentra en el otro campus que tiene la UAM al lado del hospital de La Paz. Medicina y Enfermería son dos de los grados más demandados. Para conseguir plaza en la primera la nota de acceso el año pasado era de 13,1 sobre 14. La más alta de toda la UAM. “Las instalaciones son muy buenas y tiene mucho prestigio”, cuenta. Su amigo Javier Lemes se calienta en su cuarto un trozo de pizza. Este estudiante de Psicología tiene el dormitorio algo desordenado, pero está de exámenes y no puede “perder tiempo en limpiezas”. La estancia en habitación individual (y sin comida) le cuesta casi 600 euros. “No está mal para ser Madrid”. El primer año de la UAM, en 1968, la matrícula rondaba las 3.000 pesetas. Hoy día las tasas oscilan entre los 1.400 y 1.700 euros.
En la residencia Erasmo viven unos 700 alumnos, la mayoría proceden de Canarias y Castilla-La Mancha. Desde la cafetería, levantada en una colina, hay unas estupendas vistas de toda la Autónoma. Este era el lugar preferido de la policía para supervisar la zona durante la dictadura. Desde aquí se controló el Festival de los Pueblos Ibéricos, un macroconcierto que congregó el 9 de mayo de 1976 a unos 50.000 jóvenes para escuchar a cantautores como José Antonio Labordeta, Raimon y Víctor Manuel. “Quise organizar un Woodstock a la española. Eran los años del movimiento hippy. Tuvimos a los grises rodeándonos todo el día, pero al final todo salió bien”, recuerda Gerardo Pérez, organizador del evento.
En aquella universidad contestataria y progresista se matriculaba más de una década después, en 1988, el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón. El rector era Cayetano López: “Aquella decisión de la Casa Real me sorprendió bastante”, dice. Su madre la reina Sofía había estudiado Humanidades en la Autónoma. “Era una universidad pública, joven y conocida por su inconformismo. Fue una decisión inteligente la de mandar allí al futuro monarca”, considera López. Este profesor de Física, que en la dictadura había sido dirigente de un sindicato de estudiantes y que sufrió la represión del régimen, acabó dirigiendo la Autónoma. Durante su mandato, que duró nueve años, se creó el máster de Periodismo UAM-El País, que daba la oportunidad de aprender el oficio en la redacción del diario y no en las aulas de una universidad.
"Felipe VI estudió Derecho en la UAM cuando era Príncipe de Asturias. Fue un estudiante normal en una universidad pública e inconformista", dice el antiguo rector Cayetano López
“Lo del Rey lo recuerdo con mucho cariño. Lo primero que hicimos fue constituir un pequeño comité para definir su carrera. Fue indispensable la labor del decano de la facultad, el gran jurista Aurelio Menéndez. Pensamos que el príncipe tenía que centrarse más en el Derecho Constitucional y menos en el penal”, cuenta. “Luego se diseñó un programa de economía porque el futuro monarca debía tener conocimientos de esta materia”. López recuerda que el Rey era un alumno excelente. “Hacía vida de estudiante normal en una universidad normal”. Felipe VI acabó la licenciatura en 1993. Tres años después, los estudiantes perdían al profesor Francisco Tomás y Valiente. El catedrático estaba en su despacho de la cuarta planta de la Facultad de Derecho. Aquella mañana de febrero, un pistolero de ETA que simuló ser su alumno entró a la oficina y le disparó a bocajarro. Al día siguiente, toda la comunidad universitaria se congregó allí con las manos pintadas en blanco mientras gritaba: “¡Basta ya!”. Aquel gesto se convirtió en un símbolo contra la violencia.
“Ya no queda mucho de ese activismo en la UAM. La culpa, en parte, es del modelo educativo de Bolonia, que mata el poder participar en nada. Solo hay tiempo de estar en las aulas”, asegura David Gómez, de 22 años y portavoz del consejo de estudiantes. “Hay una percepción en la sociedad en la que parece que cada uno debe ir a lo suyo, triunfar de cualquier manera y a cualquier precio. El alumno no puede perder la dimensión política y pública que siempre ha tenido”, sostiene el antiguo rector Ángel Gabilondo. “Aquí hay varias asociaciones muy activas, creemos en la universidad pública porque es la más justa, pero tiene muchos problemas de financiación. Falta más movilización para cambiar las cosas”, dice Gómez. Son las cinco de la tarde y este estudiante de Psicología se dispone a coger el cercanías para volver a casa. Al lado de la estación hay un antiguo vagón empapelado con panfletos comunistas, otra pancarta que anuncia que el jueves 10 de mayo es la festividad del Rosario universitario y que habrá misa en la capilla. Otro cartel dice: “Haz que tu CV destaque, apúntate al máster de Arqueología de la UAM”. Muchos acabarán el grado este junio. ¿Qué harán después? “Imagino que cuando me toque haré lo que todos: seguir formándome”. Hasta que eso llegue, David Gómez seguirá viniendo todos los días a este campus para seguir escribiendo la historia de la Autónoma. El relato de este país.
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