Una razón poderosa para salir a correr con su jefe
O con el becario y la directora financiera. Hacer deporte con los compañeros de oficina ahorrará a la compañía millones de euros

“Nos dirigimos hacia un modelo de empresa saludable que promueve actitudes que fomenten el bienestar de los empleados, como el deporte. Llevamos cinco años impulsando el running entre nuestros trabajadores. Enlaza con los valores de la compañía: esfuerzo, perseverancia y afán de superación personal”, apunta Carlos Palos, director de ventas, distribución y márketing del Grupo Zúrich en España. La idea de incentivar el ejercicio físico en la oficina surge en EE UU y dista mucho de moverse por afán olímpico. Más bien, por el crematístico. Un estudio de la Escuela de la Salud Pública de la Universidad de Harvard pone de manifiesto que por cada dólar invertido la empresa se ahorra 3,27 en costes médicos y otros 2,73 en absentismo laboral.
La maquinaria del bienestar corporativo es ya un lucrativo negocio en aquel país: mueve 6.000 millones de dólares (unos 5.300 millones de euros), según la consultora Rand Corporation. El jefe, lejos de ser un buen samaritano, ha hecho números: un empleado deportista tiene menos papeletas para padecer enfermedades cardiovasculares crónicas, diabetes u obesidad. Y encima, aumenta su productividad. Pero, él ¿qué gana? Normalmente, la empresa asume la cuota del gimnasio, chequeos médicos e incluso parte del seguro de salud. En total, en 2015 las empresas con más de 20.000 empleados gastaron una media de 878 dólares por cada uno, según recoge el National Business Group on Health (NBGH).
Las oficinas del futuro tienen duchas
En España aún andamos a años luz de tanto despliegue, pero poco a poco va calando. Organizarse para salir a correr o echar un partido de pádel es sencillo, asequible, y no requiere una gran forma física. “Hemos montado un grupo de empleados de todas las jerarquías para correr juntos a la hora de comer o al salir del trabajo. Muchas veces si esperas a llegar a casa, te da la pereza y no sales”, confiesa Óscar Herencia, director general de la aseguradora MetLife para España y Portugal. “Todo lo que se hace en equipo crea puentes y permite descubrir los valores de personas con las que no tratas a diario”.
Un plan con antecedentes
1970: En un artículo publicado en la Fundación para la Educación y la Investigación de la Clínica Mayo, James Burke, CEO de Johnson & Johnson, estableció dos objetivos relacionados con la salud: que sus empleados fueran los más sanos del mundo, y reducir el gasto médico de la compañía. El plan incluía educación en nutrición, control de peso, manejo del estrés, deporte…
2010: Los resultados: dos tercios de los trabajadores dejaron de fumar, la mitad redujo su tensión arterial y el 50% abandonó la inactividad. Se estima que, gracias a este programa, la compañía ahorró 250 millones de dólares entre los años 2000 y 2010.
Estas iniciativas chocan con la propia arquitectura de las oficinas: no hay duchas ni vestuarios. “La idea a largo plazo es construirlos. Por ahora, hemos firmado un acuerdo con un gimnasio cercano para que los empleados puedan usar sus instalaciones para asearse, amén de disfrutar de una cuota a precio preferente”. Así, la sala de spinning o la máquina de abductores acaban convirtiéndose en el nuevo afterwork. “Vendría a ser algo así como las cañas de después del trabajo, con la ventaja de fomentar un hábito saludable que genera endorfinas y ayuda a relajar”, apunta María del Mar Sánchez, del gabinete psicológico Ipsia.
La coexistencia deportiva entre jefes y subordinados depende en muchos casos de la mano izquierda del entrenador. “Te toca ejercer de psicólogo y ayudarles a desconectar, algo difícil si acaban de salir de una reunión. También hay que vigilar los piques, ya sea corriendo o levantando pesas: bien llevados contribuyen al fortalecimiento del grupo. Pero, si se van de las manos enrarecerán el ambiente laboral”, advierte Israel Pino, director y entrenador en Triathlon4Life. Para Pascual Girons, coach empresarial y autor del libro ¿Quién dijo miedo? (Obelisco), no hay nada peligroso en coincidir con un superior en el gimnasio siempre que no se repasen las negociaciones con un cliente entre abdominal y abdominal. “En pantalón corto todos somos iguales, desaparece el rango, salimos de nuestra zona de confort y de los roles que inconscientemente adoptamos en el desempeño de nuestras tareas”.
Pero no siempre llueve a gusto de todos, y el buenrollismo deportivo puede convertirse en un principio de mobbing. “No es lo mismo quedar a echar unas carreras sin presión con los colegas que entrenar con arreglo a un calendario y a un programa para una gran competición, como un maratón o un ironman. Cuando se da ese caso y rehúsas unirte, te topas con la reprobación de tus propios compañeros”, apunta un abogado de un prestigioso bufete madrileño que prefiere permanecer en el anonimato.
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