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Un Kit Kat, 20 minutos corriendo

Etiquetas de productos que avisan del ejercicio necesario para quemar sus calorías o 'apps' que monitorizan su dieta. La creatividad en la industria alimentaria vende

El futuro es ahora: refrescos que se enfrían solos, una aplicación móvil que cuida de que no se pase con las calorías y un envase que le avisa de si el estado de la lasaña que lleva dos meses en el congelador sigue siendo óptimo o es mejor que ni la abra. “El progreso consiste en renovarse”, afirmaba el filósofo y escritor Miguel de Unamuno a finales del siglo XIX. Y no se equivocaba. Es evidente que ningún negocio puede sobrevivir sin convertir la innovación en una de sus principales estrategias, y la industria alimentaria no iba a ser menos. A continuación, le mostramos algunas ideas del sector en las que la imaginación es la protagonista. Le avisamos de que en el futuro también se comen insectos.

Calorías, nutrientes y minutos de carrera. ¿Se imagina encontrar en el reverso de su chocolatina cuánto tiene que andar para quemarla? La Fundación de Hipercolesterolemia Familiar informa de la cantidad de calorías que se pierden realizando cada ejercicio: caminar: 5 kcal/min, correr: 9 kcal/min y la bicicleta a 20 km/hora: 11 kcal/min; pero la revista médica British Medical Journal (BMJ) ha propuesto que las matemáticas vengan hechas en los envases de cada producto. La petición, de la que se ha hecho eco la Real Sociedad para la Salud Pública de Reino Unido (RSPH, por sus siglas en inglés), consiste en que las etiquetas no solo indiquen el aporte calórico, sino que se acompañen de símbolos que especifiquen durante cuánto tiempo hay que ejercitarse para quemarlo. Según los impulsores de dicha idea, más de dos tercios de la población del Reino Unido tienen sobrepeso u obesidad, lo que podría indicar que los datos que aparecen hoy en los alimentos y bebidas informan, pero no son suficiente, quizá por lo crípticos que nos resultan. La finalidad del nuevo etiquetado es que además de la información nutricional, se ayude a las personas a modificar sus patrones de alimentación y que las haga más conscientes de la energía que consumen. Según la organización británica, se deshace de lo ganado con un café moka mediano en 28 minutos corriendo, y de una magdalena de arándanos en 25. Así que este dulce desayuno no se le acumulará en ningún lado con una hora de carrera. Aquí puede consultar otras de las equivalencias:

Su móvil, el mejor aliado para ir al súper. Una aplicación de su smartphone le avisará de si está tomando o no buenas decisiones. Esta app, ideada por el proyecto de la Unión Europea Smartexfood, una plataforma experimental para la distribución inteligente de información de producto, ofrece al consumidor detallados datos nutricionales de los alimentos que va metiendo en el carrito, así como las posibles alternativas por las que podría decantarse para llevar una dieta más completa y equilibrada. Por si esto fuera poco, también recoge las opiniones que otros consumidores tienen de los productos que está comprando. El objetivo de este proyecto creado por la empresa Alimerka, el Centro Tecnológico Ainia, las empresas de software CreativIT e Intermark y el Instituto de Inteligencia Artificial es ofrecer al consumidor un trato muy personalizado, teniendo en cuenta si se trata de una persona sola, pareja o familia, de si tiene que llevar una dieta especial (celíacos, diabéticos o hipertensos), de la zona geográfica donde vive, entre otros factores. 

Refrescos que se enfrían sin nevera. Esto es posible gracias a los envases activos. Según el Centro Tecnológico Ainia, “no se limitan solo a contener el alimento, sino que le aportan mejoras y ayudan a prolongar su vida”. Lo consiguen absorbiendo sustancias que pueden estropearlo o emitiendo otras que favorecen su conservación. En Japón, por ejemplo, utilizan un film con antioxidantes para envolver la bollería y mantenerla en perfecto estado durante más tiempo. También se consideran envases activos los autocalentables y los autoenfriables, esos que ayudados por reacciones exotérmicas o endotérmicas logran que los consumidores disfrutemos de productos calientes (sopa, café o chocolate) o fríos (zumo, cerveza, etc.) en cualquier lugar. Curiosamente, los envases autoenfriables tienen como base un mecanismo antiquísimo, el del botijo, que conserva el agua fresca gracias a una evaporación controlada de la misma.

Mucho más que avisar de la caducidad. Según un informe elaborado por ingenieros agrícolas y bioquímicos de la Universidad Autónoma Indígena de México, los envases inteligentes “monitorizan la calidad de los productos" y tienen como finalidad que el consumidor acierte al elegir su compra no solo porque el contenido nutricional del alimento cuadre con lo que él busca (para ello ya están las etiquetas convencionales), sino porque los indicadores de calidad y estado con los que cuenta dicho envase le informen de que el alimento que adquiere dispone de las mayores garantías de calidad y seguridad. Existen muchos tipos de envases inteligentes: con tarjetas indicadoras de humedad, que varían de tono si el producto ha superado un determinado umbral y es posible que se haya deteriorado; con etiquetas que cambian de color si la cadena del frío se ha roto o el producto lleva mucho tiempo a la espera de ser consumido; con indicadores de oxígeno, que avisan de la entrada de aire en el envase... Con el tiempo, aseguran, es muy probable que los códigos de barras actuales sean sustituidos por estos indicadores.

Coma lo que dice su frutero. En la misma línea que los envases anteriores, Jagjit Chodha, estudiante de diseño en la Universidad Brunel de Londres (Inglaterra), ha creado un cuenco para alertar a los usuarios de que el producto que contiene empieza a ponerse malo. El recipiente está equipado con un sensor que detecta el aumento de etileno, un compuesto que libera la fruta a medida que va madurando. ¿Su propósito? Disminuir la cantidad de alimentos (y de dinero) que se tira cada año en los países desarrollados y reducir el tamaño de los vertederos, creando así un entorno más saludable para todos. Su idea fue publicada en Mashable en 2013.

Los bichos tienen proteínas. Para la mayoría de la población europea comer insectos es aún una idea descabellada y puede que ver a estos animalitos diminutos metidos en frascos, listos para comer, nos ponga los pelos de punta y la carne de gallina. Pero no hay que desecharla. Según un informe publicado en 2013 por la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), los insectos forman parte de la dieta habitual de al menos 2.000 millones de personas en países de África, Asia y América Latina, e incluso ciertas especies, como la oruga de la mariposa emperador, en África, se consideran un auténtico manjar y puede llegar a alcanzar precios muy elevados. ¿El aporte nutricional? Proteínas, fibra, ácidos grasos y micronutrientes como hierro, magnesio, cobre, manganeso, fósforo y cinc. Eva Muller, coautora del informe, insiste en que los insectos "son un recurso natural que brindan los bosques, cuyo potencial como alimento todavía está sin explotar”. Y por si ayudar a alimentar a millones de personas en el mundo no fuera motivo suficiente para intentar desarrollar este campo (en 2030 seremos más de 9.000 millones de seres humanos y el suelo está cada vez más desgastado), la FAO también asegura que incorporar insectos a nuestra dieta ayudaría a cuidar el medioambiente, pues estos bichos emiten mucho menos amoniaco y gases efecto invernadero que la mayoría del ganado convencional. Aunque aún falta mucho camino por recorrer en cuanto a normativas oficiales y cambio de mentalidad de la población, ya hay empresas europeas vinculadas a los insectos como forma de alimentación humana, que intentan abrirse un hueco en ese campo. Sirvan como ejemplo Grub, en Reino Unido, e Insagri Ecoganadera Europea, en España.

Estas innovaciónes, además de intentar facilitarnos la vida, se premian. Son muchas las empresas y organismos públicos que convocan certámenes para condecorar las mejores ideas en este campo. El Ministerio de Agricultura y Medioambiente organiza anualmente los Premios Alimentos de España, que buscan promover "el respeto al medioambiente, la potenciación del desarrollo rural y de los recursos locales, las tareas en innovación e inversión tecnológica y las estrategias de comercialización y promoción". La inversión en I+D también es galardonada por la empresa privada: compañías como Nestlé, con su premio homónimo; Carrefour, que convoca los Premios Innovación, o el Gran Premio a la Innovación Elegido Producto del Año, llevado a cabo en más de 80 países por un consorcio de empresas de alimentación, promueven la creatividad en el sector de la alimentación, sin la cual permaneceríamos siempre en el pasado.

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