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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España pasa la prueba; el Gobierno no

Montoro coloca su déficit como farolillo rojo de Europa pese a que el PIB crece al 3%

Xavier Vidal-Folch
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una rueda de prensa en Bruselas.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una rueda de prensa en Bruselas.Horst Wagner (EFE)

En contra de lo que juró Luis de Guindos, el Gobierno suspendió el examen de la deuda pública en 2017. Y tiene delito, porque su teórica magnífica gestión es lo que le catapultó a Fráncfort. Por si fuera poco, el equipo de Mariano Rajoy también falló en el otro examen sobre las cuentas públicas: el del déficit.

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Menos mal que España es también el conjunto de las comunidades autónomas y sus miles de municipios. Porque si fuera solo —como sueñan los centralistas— el Gobierno central y la Administración General del Estado (AGE) que administra, y la Seguridad Social (SS) que gestiona, no solo no habríamos aprobado el Pacto de Estabilidad europeo en ninguno de los ejercicios del mandato de Rajoy. También habríamos suspendido el último examen. Y el único que el país aprobó limpiamente: el objetivo de déficit establecido por la Comisión, el 3,1% del PIB (alcanzamos en 2017 el 3,07%). Limpiamente: sin concesiones sucesivas de Bruselas (techos más altos). En 2016, España también cumplió, pero gracias a que se aplicó esa flexibilidad en dos ocasiones.

Ocurre que las autonomías (criticadas por dilapidar) y los municipios (alabados y ninguneados) cumplieron de sobra y prestaron al Gobierno su superávit. Recordemos los datos. Los entes locales obtuvieron un superávit del 0,6% (les bastaba el equilibrio: prestaron seis décimas) y las autonomías fueron deficitarias en un 0,3% (la mitad del 0,6% permitido): en conjunto ganaron nueve décimas a su objetivo. Mientras la AGE incumplió su tope de déficit en ocho, al cerrar en un 1,9% (frente a un objetivo del 1,1%) y la SS en una décima (alcanzó el 1,5%).

Las explicaciones del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, para enmascarar el éxito ajeno y el fracaso propio, sonrojan. Dijo que las autonomías cumplieron por el control del artículo 135 de la Constitución, pero ese lo inventó Rodríguez Zapatero, y bien que lo pagó; dijo que a las autonomías le llegaron más recursos gracias a su sistema de financiación, pero su última reforma es de 2009, y el PP incumple desde hace años el mandato legal de volverlo a reformar, lo que debería haberles allegado más recursos; dijo que arreglar el cupo vasco le costó dos décimas, pero eso fue un enjuague de política gubernamental partidista.

De cara al futuro, este panorama es preocupante por varias razones: 1) 2017 registró la segunda mejor recaudación de la historia, tras 2007: ¿cuánto más habrá que extraer a los contribuyentes para cumplir?; 2) 2017 fue el tercer ejercicio con un crecimiento económico superior al 3%; ¿por qué no se aprovechó la bonanza para mejorar las cuentas centrales hasta cumplir?, y ¿qué ocurrirá cuando el crecimiento descienda?; 3) ¿por qué el Gobierno se apunta el éxito del crecimiento, que en buena medida se debe a los vientos de cola exteriores (euro, petróleo, comercio mundial), y oculta que su déficit presupuestario ha sido el peor de toda Europa, baremo que, este sí, depende de su aplicación y control?; y 4) ¿qué ocurrirá cuando el BCE suba el tipo de interés, si uno de los mejores ahorros de 2017 fue (del 5%) en la partida del pago de intereses de la deuda, gracias al tipo de interés cero?

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