Vanguardia poética y vanguardia política
En la que fue década prodigiosa para la cultura en el Moscú de la revolución (1918-1928), principales creadores europeos acudieron a aquella meca en busca de sí mismos. Si Kandinsky acepta inicialmente dirigir la política artística o Le Corbusier y Benjamin viajan a la que consideraban plataforma de lanzamiento de un profundo cambio mundial, no lo hacen para hacer turismo revolucionario o para demostrar su solidaridad beneficiente como intelectuales pertenecientes a la cultura burguesa, sino porque han soñado un nuevo destinatario social, el proletariado; un nuevo cliente que les permitirá realizar todos sus sueños, los que no les permitía el cliente burgués filisteo. No es de extrañar que la vanguardia cultural europea se hiciera comunista o se sintiera atraída por el comunismo, llevada por el impulso dialéctico de sumarse a la antítesis del sistema capitalista y sucederse a sí misma en una nueva síntesis.
Vanguardia cultural y vanguardia política, interrelacionadas en momentos pasajeros, como en los tiempos inmediatamente posteriores a la Revolución Francesa en la primera década soviética o castrista y que siempre tuvieron su reacción Thermidor, en todos los casos representada por una apropiación indebida del impulso revolucionario más generoso y total. Relación que hemos de tener en cuenta al valorar a Rafael Alberti como poeta comprometido, lanzado a ese compromiso a partir de 1931, en coincidencia con los profetas del surrealismo que, a pesar de sus fundamentales talantes anarquistas, se hicieron comunistas porque aspiraban a una racionalidad con capacidad transformadora de las condiciones materiales esenciales de una nueva libertad total, a la medida de un supuesto hombre total.
Alberti fue propagandista del Frente Popular ante las elecciones de febrero de 1936, como luego fue destacado dirigente del Batallón del Talento, tan mimado por Líster en el seno del V Regimiento, porque a Líster le gustaban los poetas y a los poetas les gustaba Líster, incluso a Hemingway, que le lanzó cien mil flores, y no sólo durante la guerra civil, sino diez años después, según consta por escrito.
El poeta surrealista que había sido Alberti hasta convertirse en Poeta en la calle siguió siéndolo en la base de su visión del mundo, como una óptica de subversión que vio en los mártires del Partido Comunista durante la resistencia contra el franquismo, en el V Regimiento, en Dolores Ibárruri, materia de poesía porque cantaba a una vanguardia, lo más lógico para un vanguardista. Durante la guerra, junto a muchos e inmejorables poetas y artistas, animó la causa republicana como propagandista poético y la sirvió como director del Museo Romántico, en una evidente prueba de romanticismo.
Y en el análisis de su obra exiliada se percibe la alternancia entre las odas, la pintura y las coplas a Juan Panadero, entre una poesía dentro de la historia y otra dentro de la cotidianeidad que nunca pudo huir a la historia, desde un mismo propósito de cambio, de esa necesidad del futuro como esperanza a construir que animaba la teoría de la esperanza, nada teologal, de Bloch.
Y al volver a España, el escándalo producido por el poeta alegremente septuagenario cantando a la Virgen de Triana como tributo a la reconciliación nacional entre los comunistas y las vírgenes más sagradas, hay que colocarlo en el capítulo de las intransigencias más sobadas. Alberti ha escrito, al menos desde 1931, sabiéndose privilegiada parte dentro de una división del trabajo que a él le ha dado las palabras, y a los demás, la posibilidad de leerlas o escucharlas. De ahí ha derivado un sentimiento de la responsabilidad del poeta con las palabras.
El gran poeta pagó el precio de un intento de rebajarle en el mercado de lo selecto que tuvo, entre otros efectos, que no se le diera el Nobel y sí se le diera a Aleixandre, como un recurso que ni Alberti ni Aleixandre se merecían, sin duda desconocedor el jurado sueco de que el joven Aleixandre había tenido veleidades criptocomunistas en el Madrid sitiado y había escrito tan sorprendentes versos como éstos:
"¿Madrid, a su espalda, la alienta, / Madrid entero le sostiene! / ¡Un cuerpo, un alma, una vida / como un gigante se yerguen / a las puertas de Madrid / del miliciano valiente! / ¿Es alto, rubio, delgado? ¿Moreno, apretado, fuerte? / Es como todos. ¿Es todos? ¡¡Se llama sólo / Pueblo invicto para siempre!".
Babelia
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