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UNA DICTADURA EN LA ENCRUCIJADA

El cambio en Melitilla

La derecha terrateniente pierde el control en el campo

Algo había cambiado ayer en Melitilla, a 65 kilómetros al oeste de Santiago, feudo tradicional de la derecha, regido desde siempre por viejos caudillos terratenientes. Votaban ayer 46.000 personas, y hasta hace un mes los responsables de la campaña del sí estaban seguros de un triunfo fácil tras 15 años de dominio indiscutido. A partir de ese momento, las cosas comenzaron a ir demasiado de prisa y no en la dirección que ellos preveían. Su campaña resultó desorganizada, lo que se tradujo en una concentración final de menos de 1.000 personas, mientras la oposición reunía a más de 7.000.

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Acostumbrados a contar con el poder, los responsables de la campaña oficial se reunieron el sábado pasado con los vocales (miembros de las mesas de votación) partidarios del sí para darles instrucciones, lo cual está prohibido por la ley. La oposición los denunció y el jefe local de la policía ordenó, en una decisión insólita, desalojarlos de la oficina de la municipalidad en la que se reunían. Otra denuncia de la oposición también dio sus frutos. Los patronos y la alcaldía alquilaron decenas de autobuses para traer a Melitilla a sus partidarios en la jornada de ayer, con un voto marcado con el sí por contraseña. Muchos partidarios del no se quedarían sin votar porque los autobuses regulares iban a escasear. El coronel Eugenio Pertier, jefe militar de la zona, ordenó, ante la presión del comando local del no, que todos los autobuses cumplieran sus recorridos habituales y aceptaran a todos los pasajeros.Amanecía recién en Melitilla cuando miles de votantes, campesinos en su mayoría, caminaban en silencio hac¡a los centros de votación. En muchas casas, la noche anterior se había brindado por la última noche en dictadura. La inexperiencia de los encargados de la votación hacía lento el inicio. "Es que hacía 15 años que no se votaba aquí y la gente se pone nerviosa", dijo Sofía Miranda, encargada de un centro de 33 mesas de mujeres. Estaba preocupada porque una de las vocales derramó un frasco de tinta sobre un centenar de votos, que quedaron inutilizados.

Vigilancia mutua

En cada mesa, además de los cinco integrantes, habían dos o tres apoderados de la oposición y un número igual del Gobierno. Todo era contrastado y todos se vigilaban unos a otros. Fuera, largas colas de votantes esperaban, en medio del frío matinal, con humor y expectación. "No se puede entrar todavía porque allí dentro están preparando el fraude", decía un hombre joven en un centro de votación cercano, mientras otro, de rasgos duros y expresión infantil, espetaba: "Ya lo tenemos [a Pinochet] a medio filo [a punto de caer], así que de aquí no me muevo hasta votar".

Dos campesinos de edad mediana aguardaban taciturnos. ¿Ustedes por quién van a votar?. "Nosotros somos neutrales". Pero hay que marcar una de las posibilidades.... "Sí, pero todos los gobiernos son iguales. Lo único que vale es el reino de Dios". Quizá a ellos se dirigía el almirante José Toribio Merino, miembro de la Junta, al declarar que la elección era entre el bien divino y el mal, el diablo.

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Los militares resguardaban discretamente los locales de votación y no había, al menos hasta el mediodía, intimidación armada. "Haremos cumplir y cumpliremos la ley. Ésa es nuestra función", afirmó el coronel Pertier, de 43 años. Ante la pregunta de qué harán si pierde el candidato único, que es también su comandante en jefe, responde: "Tendremos que atenernos a la ley, aunque a uno personalmente no le guste el resultado".

La derecha tradicional de la zona estaba desconcertada y repartía sonrisas entre los dirigentes del no. Muchos campesinos habrán recordado la violencia y prepotencia de los últimos 15 años. No lejos de Melitilla queda Lonquen, donde fueron asesinados 19 sindicalistas por encargo de un grupo de patronos poco después del golpe militar. Benigno Cabezas, un dirigente sindical agrícola de 46 años, estaba reclamando ayer en su centro de votación cada pequeña irregularidad ante un grupo de patronos y dirigentes del . "Yo ya no tengo miedo. Mi compañero Patricio Rojas murió fusilado por los milicos [soldados]. Si yo muero también, será defendiendo lo que es justo", afirmó.

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