El episcopado, acusado de un una audiencia papal sobre desaparecidos
ENVIADO ESPECIAL Los sectores progresistas de la Iglesia argentina denunciaron ayer la actitud mantenida por sus obispos, así como por la nunciatura, que impidieron una audiencia del Papa con la Comisión de Derechos Humanos y con familiares de personas desaparecidas durante la dictadura militar.
Emilio Mignone, dirigente de organizaciones cristianas de derechos humanos y portavoz de los sectores progresistas de la Iglesia argentina, dijo que el pasado 10 de febrero dichos grupos solicitaron al arzobispado de Buenos Aires la citada audiencia con el Papa, y le respondieron que "la agenda de Juan Pablo II está ya cerrada". "En Polonia y en Alemania visitó los campos de concentración; sin embargo, aquí no lo hará", añadió Mignone, quien destacó la complicidad de buena parte de la Iglesia argentina con el último régimen militar, período en que desaparecieron miles de personas. Por eso, según los sectores progresistas, el episcopado no propició el encuentro.
Con la voluntad de mostrar la existencia de un cierto pluralismo en el seno de la Iglesia, se ha creado en Buenos Aires el Centro de Información Complementaria (CIC), surgido de organizaciones cristianas de derechos humanos y que impulsan Mignone y el premio Nobel de la Paz Rodolfo Pérez Esquivel.
"Esto no pretende ser una oficina paralela a la de la conferencia episcopal, sino únicamente brindar elementos de análisis", según sus impulsores. Sobre la visita del Papa, la Iglesia progresista se refirió a la utilización del término reconciliación, que, en su opinión, exige como paso previo la verdad y la justicia.
Junto a voces como las de las comunidades de base, algunos obispos se han encargado de recordar el genocidio. El martes pasado, Miguel Esteban Hasayle, obispo de Viedma, al sur del país, recordaba ante el Papa el tema con las siguientes palabras: "Que nunca más conozcamos la demencia de una guerra interna o externa; que nunca más tengamos que lamentar muertes de jóvenes, soldados o civiles, ni desaparecidos ni torturados ni gente con hambre y sin trabajo".
Otra voz del episcopado argentino, la del prelado de Neuquén, Jaime de Nevares, se había alzado hace unas semanas con una dura homilía. Nevares intepretó así lo que significa el fin del procesamiento de los responsables de la represión: "Convivir con criminales que caminan junto a nosotros en las calles; los encontramos en los comercios, con la inseguridad que trae el no saber si este vecino que tenemos acá es uno de esos que tienen sangre en las manos".
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