Kundera vuelve a casa: más de 3.000 libros y otros documentos se guardarán en la biblioteca nacional de Brno
Tras décadas de relación punzante con Chequia, el escritor cede su archivo personal a su ciudad natal, que se convierte en un referente indispensable para estudiar su obra
“El embalaje al principio fue lento y emotivo. Věra cogía una foto con las dos manos, se sentaba y revelaba la historia que escondía. Luego se avivó: pescaba una montaña de documentos, el archivo de una vida, y sin seleccionar nada la metíamos directamente en cajas. Milan, que delegó todo en ella, sentado en el sofá, prefería no alzar la vista de su libro”, dice Tomáš Kubíček en su despacho de la Biblioteca Nacional Morava al recordar el día del pasado otoño en que fue a casa de Milan Kundera en París para recoger el legado que el escritor checo ha cedido a esta institución con sede en la ciudad en la que nació, Brno (en la región de Moravia), hace 94 años. Kubíček, su director, organizó personalmente la mudanza y condujo en furgoneta los 1.200 kilómetros que separan Brno de París. Le acompañó otro conductor, porque también fueron a Le Touquet, la segunda residencia del autor, en la costa de Ópalo, bordeando el canal de la Mancha.
Věra Kunderová, esposa y agente del autor de La insoportable levedad del ser, cuenta que se inspiró en Philip Roth. Una noche de insomnio, preocupada por el futuro del legado de Milan Kundera, recordó que Roth donó sus libros a la biblioteca pública de Newark, donde se hizo escritor, y a la mañana siguiente llamó a Kubíček. La colección incluye más de 3.000 libros, entre los que destaca un original del siglo XVI de Montaigne, con la firma manuscrita del ensayista francés, y una edición especial de Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, con prefacio de Kundera.
El archivo tardará un año en digitalizarse y, antes de desvelar su contenido, Kubíček necesita que los abogados evalúen qué se puede publicar para evitar conflictos legales. Si bien, tras vacilar un instante, accede a mostrar el tesoro: están las cartas de Kissinger, Mitterrand, Fellini, Truffaut, Ionesco o Arrabal —una cartulina de tamaño A2 con pinceladas propias de la estética del tachismo—; las fotografías con Carlos Fuentes, Octavio Paz, Josef Škvorecký o Philip Roth, con Věra en el palco de un teatro de Praga en los años sesenta o solo, con la estampa de un actor de la nouvelle vague, en un bulevar de neones de París; la correspondencia con las autoridades comunistas cuando trabajaba como profesor invitado en la Universidad de Rennes, que le animan a regresar cuanto antes a Praga para recibir un pasaporte renovado (“Resulta evidente que le estaban tendiendo una trampa en la que no cayó”, apunta Kubíček. “A la vuelta no le esperaba la diplomacia”).
También están las pinturas modernas con las que ilustró sus portadas, una partitura compuesta en su juventud, el programa de la asignatura de literatura que impartió en la Escuela de Cine de Praga (donde fue profesor de Milos Forman), las cartas desde el exilio a sus amigos para que le enviaran sus pertenencias y sus libros más preciados, pero no los de astrología (cuando le prohibieron publicar en Checoslovaquia tras la ocupación soviética de 1968, Kundera comenzó a ganarse la vida clandestinamente como escritor de horóscopos). Los investigadores que preparen estudios literarios sobre Kundera deberán pasar por aquí. Las cajas también guardan los innumerables recortes de prensa subrayados con fluorescente rosa que Kundera empleó para componer sus novelas. Varias carpetas indagan en una de sus obsesiones: la contradicción de tratar la vida privada en la vida pública de los periódicos.
La Biblioteca Nacional Morava, un edificio de acero y cristal de siete plantas, ha inaugurado una sala propia con los libros de Kundera (de momento, primeras ediciones y traducciones) y sobre Kundera. Se encuentra a solo diez minutos a pie de la casa en la que nació y creció el escritor en el número 6 de la calle Purkyňova, donde la única huella visible que perdura de la familia es el colosal magnolio que florece en el jardín. Su instituto, el Jaroška, un monumento neorrenacentista de la educación pública que tuvo en sus aulas a Karel Čapek, Bohumil Hrabal o Alphonse Mucha, se halla en el centro junto al parque Lužánky.
La relación de Kundera con su país natal siempre fue controvertida. En 1979 le retiraron la ciudadanía y vivió apátrida dos años hasta que Mitterrand le concedió la nacionalidad francesa, en una ceremonia conjunta con Julio Cortázar. No se la restituyeron hasta 2019, tras pedirle disculpas. En Francia renegó de la etiqueta de escritor disidente y adoptó el francés como lengua literaria, sin permitir las traducciones al checo hasta hace tres años, cuando le confió la tarea a Anna Kareninová. No se le ha visto en ningún acto público en su país natal tras el derrumbe del telón de acero.
“Todo lo malo en la vida de Milan siempre vino de Praga, no de Brno. Tal vez, como apuntó Věra, se trata de una controversia entre Kundera y Praga, y no con Chequia”, dice desde Praga Stanislav Škoda, editor y crítico literario que dirigió el Centro Checo de Madrid. “Yo tampoco veo grandes conflictos, salvo su posición radicalmente comunista de los años cincuenta, como tantos otros intelectuales, y el caso Miloš Dvořáček, un escándalo que sí que fue grave y dividió a la sociedad intelectual checa”. En 2008 el historiador Adam Hradilek encontró por casualidad un papelito en el archivo de la seguridad del Estado donde se leía que Kundera, con 20 años, había denunciado a un espía. Era Dvořáček, que pasó 14 años condenado a trabajos forzados en una mina de uranio. El escritor checofrancés lo negó en un escueto comunicado.
Kubíček, sentado en la Biblioteca Milan Kundera, zanja el caso como una patraña mediática. Se levanta y muestra el estante dedicado a la obra poética comprometida con la Checoslovaquia estalinista de Kundera, que luego deploró por su ideario y por su lirismo. En 1953, con 24 años, escribe: “Tú, Konstantin, nunca creíste / que un comunista es alguien a quien no le gusta la gente, / esos sacerdotes sombríos / que se encierran en el marxismo como en un castillo frío [...] Lo has adivinado, Konstantin: / Los enemigos de la vida y la poesía son los mismos. / Aquellos que quieren convertir el socialismo en un desierto inhóspito / arrancarán primero los rizos de su poesía”. Kundera alcanzó la inmortalidad cuando entró en vida en el canon literario de La Pléiade, de Gallimard, y lo hizo con privilegios. Contra la tradición, no se recogieron sus obras completas sino su Œuvre (obras principales) y no se incluyó su biografía en el aparato crítico.
En Brno también se puede hojear la primera edición en el exilio de La insoportable levedad del ser, publicada en Canadá en el checo original por 68 Publishers, el sello del escritor Josef Škvorecký, que imprimía autores prohibidos en la Checoslovaquia comunista. El desencanto de Kundera con el régimen ya se manifestó en 1967 durante su discurso en el Congreso de Escritores (publicado recientemente por Tusquets en Un Occidente secuestrado), en el que desafió a los “vándalos” del partido que atacaban la independencia de la cultura.
La biblioteca cerró un acuerdo para que los editores internacionales de Kundera envíen una copia de cada nueva edición, y que permite calibrar su trascendencia: recibe al menos un libro nuevo a la semana, pues Kundera ha sido publicado en 51 países. En el comité de nueve expertos que confeccionará el programa de actividades que se desarrollará en torno al nuevo archivo despunta el novelista que más ha sorprendido a Kundera estos años, Adam Thirlwell.
¿El regalo de Kundera es un gesto de reconciliación? “Acaba de cumplir 94 años —dice Kubíček—. Hay un momento en que brota la querencia por las raíces. Busca acercarse a su padre, con quien le unía una relación conmovedora”. En su destierro perdió su primera biblioteca, y la que más apreciaba, con la que se formó, la de su padre en Purkyňova. La colección personal de libros que le ha acompañado en Francia —un volumen que Kubíček calcula en otros 3.000 o 4.000 títulos— llegará a Brno en un tercer viaje. Cuando Kundera ya no esté para leerla.
Babelia
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