Confesiones del ‘caso Odyssey’
James Goold, el abogado que recuperó el tesoro de la ‘Mercedes’, desgrana claves del caso La exposición, que se cierra hoy, ha recibido 250.000 visitas
España recuperó los últimos restos del naufragio de la Mercedes gracias al esfuerzo —incluso muscular— de James A. Goold. El abogado también puede ufanarse de haber devuelto las anteriores 574.553 monedas, pero por fortuna para su salud no tuvo que transportarlas físicamente. Porque Goold, un jurista de Washington curtido en litigios internacionales, acarreó un caluroso día de verano a lo largo de un kilómetro el cubo con 300 monedas y otros objetos que Odyssey había ocultado en un almacén del muelle de Gibraltar.
Muy cerca, al otro lado de la Verja, el letrado tenía a su disposición todo el despliegue de medios del Estado español, su cliente. Pero en Gibraltar —territorio minado para las relaciones diplomáticas— debió ingeniárselas solo: para litigar ante los tribunales, para describir y deducir la naturaleza de los objetos expoliados y para devolverlos literalmente a su propietario. “Yo sabía que al otro lado estaba la Guardia Civil esperando, pero que no podían entrar a ayudarme”, recordó ayer durante una conferencia en el Museo Arqueológico Nacional.
Porque la justicia del Peñón falló en la misma dirección que la estadounidense y reconoció la posesión española sobre los restos de la fragata, volada por los ingleses frente a la costa del Algarve en 1804. Aquellas 300 monedas guardadas en Gibraltar habían sido silenciadas por Odyssey durante el litigio en Tampa (EE UU) porque probaban que había habido una explosión en el pecio, según Elisa de Cabo, subdirectora general de Protección del Patrimonio Histórico del Ministerio de Educación y Cultura: “Esa era la razón por la que se habían ocultado y no por su valor”.
Durante siete años el abogado James A. Goold, con la estrecha colaboración de Elisa de Cabo, también jurista, ha surcado por el proceso más complejo y fascinante de su carrera: el que enfrentó en los tribunales de EE UU a la compañía de cazatesoros Odyssey con el Estado español por la propiedad de la Mercedes. Pese a los altibajos nunca creyó que perdería el pleito aunque atravesó por momentos delicados, como la localización en el pecio de un cañón de la Armada Invencible, un anacronismo en una fragata del XIX. “¿Qué hace aquí? Fue un momento difícil”, rememoraba ayer el letrado, en una jornada de conferencias sobre el proceso judicial y la exposición posterior.
La memoria registrada puso las cosas en su sitio. Gracias a toda la documentación almacenada en los archivos (Museo Naval, Indias, Simancas, Histórico Nacional, General de la Administración) se descubrió que el cañón formaba parte de la carga de la Mercedes.
En su conferencia, Goold se detuvo en las triquiñuelas de Odyssey: “Cuando ya se anunció que era la Mercedes, comenzaron a reclutar individuos en América Latina y España que eran descendientes de particulares que habían llevado caudales en la fragata y firman contratos con ellos para reclamar sus derechos”. De nuevo los archivos atajaron el escollo. España, aunque tarde, había resarcido económicamente a las personas que habían perdido posesiones en la voladura.
Finalmente Goold acreditó con papeles lo que Odyssey negaba: la Mercedes era un buque de Estado y, por tanto, su propiedad era clara. Aunque si algún argumento removió por completo a representantes del Congreso y el Departamento de Estado, sobre los que Odyssey intentó presionar, fue una comparación ultrasensible: “Expliqué al público americano que la Mercedes significaba para la historia española lo mismo que el USS Arizona para la de EE UU. Entonces la gente entiende que las monedas de la Mercedes no se pueden comercializar como si fueran souvenir”. El bombardeo del Arizona por los japoneses en Pearl Harbor provocó la muerte de 1.177 personas en 1941 y la entrada en la Segunda Guerra Mundial de EE UU. En la voladura de la Mercedes fallecieron 265 (ente ellas, 23 civiles) y acabaría propiciando una declaración de guerra de España contra Inglaterra.
En una entrevista posterior, James A. Goold señala que la actitud de los políticos estadounidenses evolucionó a lo largo de los siete años. “Desde el principio Odyssey intentó tener el apoyo del Partido Republicano en Florida, donde se desarrollaba el juicio, y también contrató a antiguos empleados del Departamento de Estado para influir en sus funcionarios. Trató de crear una red de amigos y apoyos, que cobraban de ellos para ejercer una influencia, pero incluso esos políticos sobre los que intentó influir se dieron cuenta de que España tenía razón”.
El Odyssey es, al fin, un caso zanjado. Ha cambiado muchas percepciones sobre la arqueología subacuática, e incluso ha forzado el cambio de negocio de la compañía, que ha perdido interés en las excavaciones de pecios históricos.
Babelia
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