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El Madrid de Pablo Neruda

Un libro rememora la vida del poeta en la capital española, sus aficiones y sitios preferidos

Homenaje a Luis Cernuda (sentado, al frente de la mesa) en Madrid, en abril de 1936. De pie, de izquierda a derecha, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pablo Neruda, José Bergamín, Manuel Altolaguirre y María Teresa León.
Homenaje a Luis Cernuda (sentado, al frente de la mesa) en Madrid, en abril de 1936. De pie, de izquierda a derecha, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pablo Neruda, José Bergamín, Manuel Altolaguirre y María Teresa León.fundación federico garcía lorca

“Yo vivía en un barrio de Madrid, con campanas, con relojes, con árboles. Mi casa era llamada la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios: era una bella casa con perros y chiquillos”. El escritor chileno Sergio Macías (Gorbea, 1938) recita de memoria el poema Explico algunas cosas, de Pablo Neruda, para expresar cómo el edificio en que vivió el poeta, en Argüelles —un barrio madrileño de clase media— , se convirtió en materia para su poesía. Macías acaba de publicar Vida, amigos y amores de Pablo Neruda en la Guerra Civil española, que relata la pasión del escritor por la capital española y cómo el periodo en que vivió allí, entre 1934 y 1936, fue un punto de inflexión en su obra.

Neruda “se obsesionó” por Madrid cuando la visitó unos años antes y se puso como objetivo vivir en la capital, cuenta el biógrafo del poeta. En 1934, su amigo Carlos Morla Lynch, que era diplomático de Chile en la capital española, le consiguió un trabajo como agregado en el departamento cultural de la embajada de Chile. Unos meses después, logró ascender a cónsul general. Pero Neruda “llevaba una vida más literaria que consular”, cuenta Macías. “Gracias a las tertulias que Morla Lynch tenía casi a diario en su casa, Neruda se incorporó a la Generación del 27 de España, y eso le produjo un reconocimiento y un impulso poético”. Los horrores de la guerra y, sobre todo, la muerte de su gran amigo el poeta Federico García Lorca desataron su conversión en un escritor comprometido.

El autor Sergio Macías delante de la antigua embajada chilena en Madrid.
El autor Sergio Macías delante de la antigua embajada chilena en Madrid.samuel sanchez

Poco después de llegar a Madrid, Neruda alquiló un piso en la quinta planta de la llamada Casa de las Flores, que fue construida en la década de los treinta y era entonces el símbolo del vanguardismo urbanista. El edificio, que está en la Calle de Hilarión Eslava y ocupa toda una manzana, fue destruido durante la Guerra Civil y reconstruido años después como era originalmente: pisos de mármol, una fachada de ladrillos rojos, grandes terrazas y arcos. Debajo del inmueble había un bar donde Neruda realizaba tertulias con sus amigos y donde le gustaba comer palometa frita con vino de Valdepeñas, cuenta Macías.

En Madrid, Neruda se incorporó a la Generación del 27 , que le produjo un impulso poético

En sus poemas también aparece el Mercado de Argüelles, del que le gustaban sus colores, bullicios, olores de frutas y mariscos, y al que solía visitar con el poeta granadino y amigo Luis Rosales, que observaba “cómo Pablo escogía litúrgicamente algunas verduras para agregar a sus comidas, especialmente el ají”, explica Macías en su libro. Allí cerca, en la calle Princesa, está un bar de cuyas paredes cuelgan dedicatorias escritas por varios de sus clientes más ilustres. En una de ellas, escrita por Rosales en 1976, se lee: “Casa Manolo, donde tantas veces comí con Federico y Neruda”. José Ramón Rodríguez, propietario del restaurante, cuenta que Rosales se equivocó al referirse al bar como Casa Manolo, ya que durante los años en que Neruda vivió en Madrid en ese local funcionaba otro establecimiento.

El estilo de vida que el poeta llevaba en Madrid era tan literario como bohemio. La mayoría de los sitios que frecuentaba eran bares y restaurantes, donde iba con sus amigos a comer o a celebrar tertulias, según Macías. Hoy día, casi todos han desaparecido, salvo un restaurante en la calle Jovellanos, cerca del Congreso de los Diputados, que, por casualidad, también se llama Casa Manolo. El bar que había debajo de su casa se transformó en una sucursal bancaria. La Cervecería de Correos, “donde iban a recitar versos”, todavía sigue en pie, en un sótano de la calle Alcalá, aunque totalmente reformado: “Lo cambiaron por esas cosas modernas de ahora. Yo alcancé a conocerla antes y lamento no haber sacado una foto, porque en un pilar había pegado un diario donde sale la noticia de que Federico y Neruda visitaban ese sitio. Hoy no hay ningún tipo de homenaje”, lamenta el biógrafo.

Le gustaba el cocido madrileño, preparar bebidas y comprar alimentos en el Mercado de Argüelles

Salvo sus aficiones al estudio de los moluscos y a coleccionar miniaturas y máscaras, entre otras, los mayores placeres de Neruda eran más bien sensoriales: “Bebía y comía mucho. Le gustaban los asados y los platos típicos de España, como el cocido madrileño”. Además, era un buen barman, se divertía preparando bebidas para los amigos, y le gustaba salir a comprar los ingredientes para la comida, pero no para cocinarlos, sino para que los prepararan para él.

Según Sergio Macías, Neruda era “muy machista”. Cuenta el biógrafo que su primera mujer, María Antonia, le atendía en todo. “Le gustaba incluso que le ataran los cordones de su calzado”, se ríe Macías. El escritor revela, además, que Neruda era mentiroso en ocasiones y rencoroso. “Era muy enemigo de sus enemigos, los que hablaban mal de él o los que encontraban que su poesía no era tan extraordinaria”. Pero también destaca su lado bueno: era “muy amable, agradable en el trato”. Y “como un niño”: le gustaba celebrar pequeñas fiestas y esperar a sus amigos disfrazado, sea de marinero o de hombre enmascarado. “A mí me tocó conocerlo en esos periodos buenos, de buen carácter y generoso”.

El escritor recuerda cuando conoció a Neruda. Fue en una visita del poeta al liceo de Temuco (capital de la región de Araucanía) donde se educó y en el que se encontraba estudiando, a sus 15 años, Macías. Lo que más le impresionó fue su gran estatura y su voz, “gangosa y monótona”, cuenta. Luego tuvo otras oportunidades de hablar con el poeta y de conocer su casa en Isla Negra, en el litoral central de Chile. Esos fueron algunos de los momentos que le han llevado a una “estimación personal y a una gran admiración por la obra de Neruda”. De ahí nació su deseo de escribir sobre el poeta y su vida en Madrid.

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