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Rebelión científica para que Europa apruebe el controvertido medicamento contra el alzhéimer

El nuevo anticuerpo monoclonal lecanemab solo beneficiaría al 5% de pacientes, según la Sociedad Española de Neurología, que aboga por aprobarlo

Madrid
Gente mayor en el parque del Retiro, en Madrid.Samuel Sánchez
Nuño Domínguez

El primer fármaco que ha mostrado algún efecto contra el alzhéimer en varias décadas —el lecanemab— está dividiendo a la comunidad científica y médica. Estados Unidos, China, Japón, Israel, Corea del Sur o Emiratos Árabes ya han aprobado el uso de este anticuerpo monoclonal. Reino Unido le acaba de dar el visto bueno, pero su sistema público no lo suministrará, porque considera que sus efectos son demasiado modestos para su coste, de unos 24.000 euros al año por paciente. A contracorriente, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) lo rechazó en julio al considerar que sus beneficios —reduce un 27% el avance de la enfermedad— no compensan los riesgos —hemorragias cerebrales y muerte de dos pacientes—.

El alzhéimer es la principal causa de demencia, y afecta a unos 50 millones de personas en el mundo. El envejecimiento de la población amenaza con que estas cifras se multipliquen antes de mediados de siglo. Las asociaciones de pacientes han recibido la llegada de este medicamento con enorme esperanza, pero lo cierto es que la inmensa mayoría no podrán beneficiarse de él, pues funciona solo en casos muy tempranos, antes de que la dolencia esté avanzada. El donanemab, un segundo anticuerpo similar que reduce un 35% el avance del alzhéimer, también ha sido aprobado en Estados Unidos, pero sigue en evaluación en Europa.

En un movimiento poco habitual, cuatro prestigiosos investigadores internacionales que llevan décadas estudiando esta enfermedad han enviado una carta abierta a EL PAÍS para pedir que Europa reconsidere su decisión y apruebe esta clase de fármacos. La decisión de la EMA “niega el acceso a los pacientes y sus médicos a un tratamiento que puede cambiarles la vida”, escriben Bart de Strooper, cofundador del Instituto de Investigación de Demencia de Reino Unido, Henrik Zetterberg, de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), Christian Haas, de Múnich (Alemania), y John Hardy, del University College (Reino Unido).

Los investigadores destacan la paradoja de que el lecanemab nació en Europa, cuando en los años noventa el sueco Lars Lannfelt fundó una compañía para desarrollar un anticuerpo monoclonal contra la proteína beta-amiloide, que se acumula en el cerebro de los pacientes. Posteriormente, la compañía de Lannfelt fue adquirida por la japonesa Eisai, que finalmente ha desarrollado el medicamento junto a la estadounidense Biogen con el nombre comercial de Leqembi.

El no de Europa “estrangula” la investigación en este campo dentro de la Unión Europea, que queda posicionada “como un seguidor, en lugar de un líder”, añaden los firmantes.

Esta situación “se debe al fatalismo que existe respecto a la demencia”, añade De Strooper por correo electrónico. “Un medicamento con la eficacia y los efectos secundarios de lecanemab sería aceptado en otros campos de la medicina donde, como en este caso, no hay alternativa disponible”. Hace unas semanas, Hardy alertó de que en Europa habrá tratamientos de alzhéimer distintos para ricos, los que puedan viajar a Estados Unidos u otro país, y el resto de la población.

Leqembi
Leqembi es el nombre comercial con el que se vende el lecanemab, desarrollado por Eisai y Biogen.EISAI / BIOGEN

La presión de los fabricantes por conseguir que se apruebe su producto es enorme. Biogen fue la principal impulsora de un anticuerpo monoclonal anterior, aducanumab. La Agencia del Medicamento de Estados Unidos (FDA) lo aprobó en contra del criterio de varios de sus expertos, que dimitieron como protesta. El compuesto acabó en un fracaso comercial millonario.

Los conflictos de intereses están en el centro de la polémica. Al contrario que la FDA, la EMA veta de sus paneles a científicos que tienen relaciones comerciales con las farmacéuticas. Precisamente de eso se quejan De Strooper, Zetterberg y el resto de firmantes: no les han dejado participar en el proceso de evaluación de lecanemab porque son consultores habituales de varias empresas, incluida Eisai. Ambos científicos detallan a EL PAÍS que en esas asesorías ganan unos 300 euros la hora, y que se trata de colaboraciones puntuales que no condicionan su opinión como “líderes” de la investigación en alzhéimer. Los investigadores quieren que sean los pacientes quienes decidan si toman el fármaco considerando los riesgos.

Con los datos publicados hasta ahora, no hay forma de saber si lecanemab tiene un efecto cognitivo apreciable. El 27% de reducción de avance de la enfermedad puede traducirse en cinco meses ganados a la dolencia en un periodo de año y medio, pero no se sabe si esos beneficios continúan si se toma el fármaco durante más tiempo. Las dos compañías de Leqembi acaban de presentar datos de seguimiento de pacientes durante tres años en el Congreso de la Asociación Internacional de Alzhéimer, celebrado en Filadelfia. Los resultados, que aún no han sido revisados pro expertos independientes, muestran que la mejora cognitiva se mantiene si se continúa el tratamiento y que estaría ya justo en el umbral de la relevancia clínica.

En el estudio original, que analizó a unos 1.700 pacientes, unos 80 de ellos en España, los escáneres cerebrales del 12% mostraron anomalías asociadas a la proteína amiloide que pueden producir inflamación del cerebro y hemorragias. Dos pacientes murieron debido al uso del fármaco. Las empresas dicen que los efectos secundarios se resuelven por sí solos en la mayoría de los casos y se concentran en los primeros meses de tratamiento. Hasta el momento no se han detectado más complicaciones, asegura un portavoz de Eisai.

En Estados Unidos, el lecanemab cuesta 26.500 dólares al año, unos 24.000 euros. El país aprobó el fármaco en enero de 2023, pero su llegada a los pacientes está siendo lenta por las dudas sobre su eficacia, su coste y los efectos secundarios, informa Reuters. El verano pasado, un estudio estimó que implantar Leqembi en Europa costaría 133.000 millones de euros, la mitad de todo el gasto farmacéutico de la UE. Pero esa cantidad podría ser bastante menor debido a que muchas personas quedarían excluidas por contraindicaciones, como tomar anticoagulantes o tener el perfil genético APOE4.

Alzheimer
Un investigador maneja un cerebro en la Fundación Cien, en Madrid.Inma Flores

Estos nuevos fármacos requieren un test genético, una punción lumbar para determinar la cantidad de amiloide en el cerebro y varios escáneres para descartar efectos secundarios. Además, habría que darlos de forma preventiva durante el resto de la vida. La dosis actual son dos inyecciones intravenosas que hay que poner en el hospital. La gran esperanza es que avance el diagnóstico temprano, sobre todo con análisis de sangre de proteína tau, que aún no son habituales en muchos hospitales.

Raquel Sánchez del Valle, coordinadora del grupo de conducta y demencias de la Sociedad Española de Neurología, reconoce que en el seno de su organización hay opiniones encontradas sobre el nuevo fármaco. La neuróloga del Hospital Clínic de Barcelona dice que en varias sociedades científicas europeas hay “preocupación porque los pacientes no puedan acceder a estos fármacos”. El usuario de lecanemab sería una persona que aún tiene independencia para vivir por sí mismo, pero empieza a tener faltas leves de memoria, como olvidar citas o repetir frases varias veces, explica. Según la SEN, el lecanemab estaría indicado solo para el 5% de los 800.000 enfermos de alzhéimer que hay en España. A pesar de ello, esta sociedad aboga por aprobar el lecanemab y que haya un seguimiento oficial de todos los pacientes. “Los países como Estados Unidos van a tener estos datos, y a nosotros en Europa nos gustaría tenerlos también”.

Juan Fortea es neurólogo del Hospital Sant Pau de Barcelona, uno de los 12 que participan en el ensayo clínico de Lecanemab en España. El médico destaca que este fármaco no es una cura, y que “nadie debería fiarse de ninguna historia de éxito personal”. “A este fármaco no le podemos pedir milagros, como la resurrección de las neuronas que ya se han muerto cuando la enfermedad está avanzada. Lo que sí logra es que la caída sea más lenta”, explica. Aunque aún “es una incógnita” si los beneficios mostrados por el ensayo de 18 meses se acumulan en el tiempo, Fortea “ni entiende ni comparte la decisión de la EMA”, porque “no está justificada”. El neurólogo cree que este tipo de fármacos traen “una nueva era en el tratamiento del alzhéimer”. “Europa no puede ir contra el mundo. Con estos fármacos el coste del tratamiento y los cuidados va a crecer mucho, pero es lo mismo que ya hemos visto en oncología”, opina.

Miguel Medina, director científico adjunto del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas, es más escéptico. “La EMA siempre es más conservadora que la FDA, y en este caso la situación se ha complicado por la historia del aducanumab [el fracasado fármaco anterior] y los conflictos de interés, que es un asunto de por sí muy delicado, porque hay investigadores muy atados a las empresas”, advierte. “Es cierto que los médicos y los investigadores clínicos son más partidarios de aprobar el fármaco, sobre todo por tener algo que ofrecer a los pacientes. Pero también hay efectos adversos que afectarían a personas de unos 65 años a las que aún les pueden quedar unos buenos años de vida. Puede que haya que aceptar a expertos que colaboran con farmacéuticas, aunque yo prefiero ser estricto con los conflictos de interés. Las agencias tienen que ser muy cuidadosas”, añade.

Toda la presión cae ahora sobre la EMA. Su Comité de Productos Médicos para Uso Humano tiene un presidente, un miembro por cada país de la Unión Europea y hasta cinco expertos adicionales propuestos por cada país. El organismo no recomendó aprobar lecanemab en julio. La farmacéutica Eisai recurrió la decisión, y se espera que el comité vuelva a reunirse para tomar una resolución final antes de final de año.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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