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La fallida revolución contra el alzhéimer se lleva por delante a sus impulsores

La farmacéutica Biogen abandona la promoción del medicamento Aduhelm y destituye a la cúpula de la compañía tras defraudar las enormes expectativas generadas

Biogen
Sede central de Biogen en Cambridge (Estados Unidos).Steven Senne (AP)
Oriol Güell

La primera fase de la revolución contra el alzhéimer ha acabado en una vía muerta. Solo 11 meses después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE UU (FDA, en sus siglas en inglés) aprobara el Aduhelm (aducanumab), el primer tratamiento que ataca las supuestas causas de la enfermedad, la farmacéutica Biogen ha anunciado que abandona los esfuerzos previstos para convertir este anticuerpo monoclonal en un superventas y que prepara el relevo de su máximo ejecutivo, Michel Vounatsos.

En el tiempo que ha estado en el mercado, el Aduhelm ha sido un fracaso clínico y comercial. La compañía apenas ha ingresado cinco millones de euros con un tratamiento que lanzó a un precio de 56.000 dólares por paciente y año (casi 53.000 euros) y que no ha logrado convencer a la clase médica ante la falta de evidencias sobre su efectividad y el riesgo de efectos secundarios.

En un comunicado dirigido a sus inversores el pasado martes con los resultados del primer trimestre del año, Biogen informó de que se dispone a “desmantelar la estructura comercial creada para apoyar al Aduhelm”, una medida que supondrá un ahorro de 475 millones de euros. La salida de Vounatsos, que ha permanecido cinco años en el cargo, se produce cinco meses después de que el responsable de investigación y desarrollo, Alfred Sandrock, fuera despedido. La compañía solo mantendrá la producción del fármaco para seguir con las investigaciones abiertas y atender a los pocos pacientes en tratamiento.

La caída en desgracia del Aduhelm ha sido vertiginosa. Su aprobación generó el pasado mes de junio una oleada de ilusión en todo el mundo al ser el primer tratamiento autorizado en dos décadas contra el alzhéimer, una enfermedad que afecta a 50 millones de personas en el planeta (800.000 en España). La decisión abría también la puerta a una nueva familia de medicamentos que elimina las placas de amiloide de las neuronas de los enfermos, una de las principales hipótesis del origen de la dolencia.

Pero la polémica fue también inmediata. La FDA dio luz verde al fármaco en contra del criterio de su grupo de expertos, tres de los cuales dimitieron en señal de protesta. Las aseguradoras estadounidenses se negaron a financiar el tratamiento y cuando este llegó a la Agencia Europea del Medicamento, se topó con un contundente rechazo.

El portavoz de la Sociedad Española de Neurología, David Pérez, afirma: “La aprobación estuvo llena de irregularidades desde el principio y de aquellos polvos estos lodos. Se hizo en base a dos ensayos que la propia Biogen había interrumpido por falta de evidencias, pero luego reinterpretó algunos datos y concluyó que apuntaban hacia una mejora. El proceso se hizo por la vía acelerada en base a una variable subrogada, el descenso de las placas de amiloide, que aún no sabemos si aporta un beneficio para el paciente. Lo ocurrido es una llamada de atención a la industria y la FDA de que no vale todo para aprobar un fármaco ni hay que precipitarse al hacerlo”.

Salvador Peiró, investigador en salud pública de la Fundación de Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana, pone el foco en las dinámicas de las farmacéuticas en relación a su cotización en Bolsa. “Las empresas juegan en dos campos, el de la innovación y el de los mercados. Hacen anuncios en fases muy tempranas del desarrollo de los fármacos, cuando aún hay mucha incertidumbre, pero así logran subir en Bolsa y ganar músculo. Se generan grandes expectativas que luego hay que mantener. Que un fármaco fracase es algo corriente, no es raro. Lo extraño aquí fue la forma en la que se interpretaron los datos de dos ensayos negativos y que la FDA lo aprobara. El cambio de los directivos de Biogen hay que entenderlo en este sentido: se apuesta por estrategias y esta ha salido mal”, sostiene.

Pere Ibern, miembro del Centro de Investigación en Economía y Salud de la Universitat Pompeu Fabra, también sitúa el relevo de la cúpula de Biogen en las lógicas del sector: “Los directivos identifican fármacos que piensan que pueden innovar y asumen posiciones con riesgos. Es algo habitual. Las compañías buscan encontrar la solución a determinados problemas de salud con un alto impacto económico y adoptan decisiones que a veces salen y otras no”.

El Aduhelm ha sido una de las grandes apuestas de los últimos años de Biogen y los acontecimientos de los últimos meses han dejado su huella en Bolsa. La aprobación de la FDA disparó un 40% el precio de sus acciones por las posibles ventas de un tratamiento que solo en Estados Unidos tiene un mercado potencial de seis millones de pacientes. La cotización, sin embargo, ha perdido desde entonces lo ganado y un 20% adicional.

Impacto en la investigación

Lo ocurrido ha tenido también un notable impacto en el terreno de la investigación. Tras 20 años de fracasos, el sector conseguía al fin poner en el mercado un nuevo tratamiento contra el alzhéimer y parecía confirmar una de las premisas con mayor peso en las enfermedades neurodegenerativas de las últimas décadas: la hipótesis amiloide. “Es la suposición de que reducir la carga de esta proteína en el cerebro producirá un beneficio clínico para los pacientes. Ha sido una de las principales líneas de investigación durante años, pero todavía no está demostrada”, explica Miguel Medina, director científico adjunto del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (Ciberned).

La aprobación por la vía rápida el Aduhelm solo con la evidencia de que es capaz de retirar el amiloide del cerebro, sin confirmar si esto mejora la evolución para los enfermos, abría la puerta a que otros fármacos similares en desarrollo también pudieran adelantar su salida al mercado. La pregunta ahora es si el fracaso del primero puede comprometer el futuro de los demás, que son el gantenerumab, de Roche; el donanemab, de Lilly; y lecanemab, de la japonesa Eisai y también Biogen.

“No creo que perjudique. Con cautela, porque son datos de las compañías pendientes de publicar, parece que están obteniendo mejores resultados clínicos. Si esto es así, lo ocurrido no tiene por qué afectar a los otros fármacos. Lo que sí se ha visto cuestionado es el recurso a la vía rápida de aprobación”, sostiene Miguel Medina.

A la espera de estos resultados, David Pérez abre otras opciones: “Existe el riesgo de que estemos insistiendo en la diana equivocada. Hay una corriente hacia otras líneas de investigación que ponen el foco en lo infeccioso e inflamatorio o en los problemas de irrigación del cerebro, aunque están en fases más prematuras. La hipótesis amiloide era puntera hace 20 años, pero no se consigue demostrar”.

En su escrito a los inversores, Biogen afirma que tiene previsto volver a solicitar por la vía rápida a la FDA este mismo trimestre la aprobación de su segundo fármaco contra el alzhéimer, el lecanemab, mientras espera tener en otoño los resultados del ensayo Clarity AD para intentar obtener “la aprobación completa de la FDA en el primer trimestre de 2023″.

Lilly también tiene previsto solicitar la aprobación del donanemab por la vía rápida ante la FDA, lo que aspira a lograr a principios del próximo año, mientras Roche ha optado por completar los ensayos en marcha y acumular evidencias de la mejora clínica de los pacientes antes de hacerlo, para lo que aún no tiene fecha decidida.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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