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Dimite la cúpula del mayor organismo oceanográfico de España

Tres meses después de ser intervenido por el Ministerio de Ciencia, el Instituto Español de Oceanografía sigue hundido en la peor crisis de su historia

Científicos trabajando en la campaña Porcupine, que el Instituto Español de Oceanografía realizó en el Gran Sol, en aguas irlandesas, el pasado otoño.
Científicos trabajando en la campaña Porcupine, que el Instituto Español de Oceanografía realizó en el Gran Sol, en aguas irlandesas, el pasado otoño.Francisco Baldó
Nuño Domínguez

Científicos que no pueden comprar pegamento, barcos de investigación que no pueden salir a navegar porque no hay combustible, órdenes de paralizar todos los gastos a pesar de que hay millones de euros de excedente, 14 meses de papeleo para contratar a un investigador, devoluciones de millones de euros a Europa porque el organismo es incapaz de gastar los fondos en el plazo establecido. Es la situación actual del Instituto Español de Oceanografía, que atraviesa la peor crisis de su historia desde su fundación en 1914.

“El IEO se ha hundido”, resume Marina Albentosa, investigadora del centro del IEO en Murcia, uno de los nueve que hay repartidos por todo el litoral español. En febrero el Ministerio de Ciencia encargó a Albentosa coordinar un informe de expertos de dentro y fuera del instituto sobre la situación del organismo.

El trabajo, recién publicado, pinta un panorama desolador. En los últimos años el IEO ha sido incapaz de gastar un cuarto de todo su presupuesto, incluidos en 2019 dos millones de euros en gastos corrientes y otros 6,8 millones de euros en infraestructuras, material y contratos para científicos.

“Se está trabajando a un ritmo mínimo y hay una deuda acumulada de medio millón de euros”, resalta Albentosa. “A mí misma me llaman los acreedores. Normalmente les decía que la Administración siempre paga, pero ya no estoy tan segura”, señala. Esta penuria contrasta con el dinero que figura en la tesorería del instituto: 90 millones de euros. Según las normativas de la Administración ese dinero son excedentes que paradójicamente no se pueden utilizar para pagar deudas o contratar a científicos. A esta situación se suma ahora la dimisión de la cúpula directiva del instituto y de dos de los directores de centros, el de Cádiz y el de Baleares.

Lo más inquietante es que nadie, ni los investigadores ni el Gobierno, saben cuál es la causa exacta de todos estos problemas. Sus investigadores llevan años denunciando su situación e incluso han creado una plataforma “en defensa del IEO” e impulsado otra que agrupa a otros organismos públicos de investigación que sufren problemas similares. Una de las incógnitas es por qué el paquete de medidas urgentes para la ciencia aprobadas por el Gobierno de Pedro Sánchez la legislatura pasada no han tenido efectos en este organismo público de I+D, que es uno de los siete que dependen del Ministerio de Ciencia.

El IEO es el principal organismo público de investigación marina del país y sus trabajos de investigación y asesoramiento son esenciales para estudiar áreas protegidas y para que España y la UE sepan cuánto y dónde se puede pescar. Tiene un presupuesto anual de unos 65 millones de euros —aunque recibe más fondos competitivos de Europa, España y las comunidades autónomas— y aglutina a unos 500 empleados, el 80% de ellos científicos.

Su importancia estratégica está totalmente descompensada por su situación de abandono. Los científicos aseguran que tardan hasta 14 meses en contratar a un nuevo investigador, ya que esto requiere más de 20 trámites burocráticos con varios ministerios. En la actualidad hay hasta 11 personas en espera de un contrato que no se sabe si se va a poder formalizar por teórica falta de fondos.

Rosa Balbín, investigadora del Centro Oceanográfico de Baleares, explica la pesadilla burocrática del IEO. “Hace diez días una de las estudiantes de nuestro centro consiguió uno de los 12 contratos de doctorado financiado al 100% que este año concede el Govern Balear”, relata Balbín. “La solicitud fue respaldada en su momento por el IEO, pero cuando llegó el momento de firmar la aceptación Blanca Gonzalez, entonces secretaria general, dijo que no se firmaba porque no había reserva de crédito. El problema no es que nos quedemos sin una estudiante de doctorado, sino que se ha frustrado el proyecto de vida de esa persona”, resalta. Balbín. En las cajas del IEO había contabilizado un excedente de 90 millones de euros, pero a efectos prácticos no se podía tocar ese dinero para contratar.

“El IEO se ha hundido”, resume Marina Albentosa, investigadora del centro del IEO en Murcia

Todo es tan lento y penoso que el organismo no cumple los plazos oficiales para realizar los gastos y tiene que devolver dinero a otras instituciones. “En 2015 me concedieron un proyecto del Plan Nacional de I+D+i por valor de 240.000 euros. El 30 de junio de 2019 tuvimos que devolver 56.000 euros a pesar de haber disfrutado de una prórroga de año y medio porque no hemos sido capaces de ejecutar los expedientes a pesar de todos los esfuerzos del equipo de gestión del centro”, explica Balbín. Su compañera Marina Delgado, del centro de Cádiz, explica que problemas similares con un proyecto financiado por la Unión Europea (Venus) amenaza con obligar a su grupo de investigación a renunciar a unos 400.000 euros de financiación. “De momento lloramos de impotencia, porque no vemos el horizonte; la situación con la covid tampoco ayuda y lo entiendo; lo primero es la salud”, añade Balbín.

A principios de año, tres de los cuatro buques de investigación del IEO no pudieron zarpar porque no se había completado el papeleo para llenar sus tanques de combustible. La situación solo se pudo salvar in extremis con una cesión de 96.000 litros de carburante por parte del CSIC. El Ministerio de Ciencia de Pedro Duque intervino el IEO, nombró una nueva cúpula directiva y encargó el informe citado. Pasados cuatro meses esa cúpula ha volado por los aires.

A principios de junio anunció su dimisión la secretaria general nombrada por el ministerio, Blanca González. “No se han cumplido las condiciones mínimas que necesitaba para poder intentar arreglar un poco la situación en la que me encontré este organismo”, decía en su carta de despedida a la plantilla, a la que ha tenido acceso este diario. La gestora achacaba la situación financiera a que en 2018 y 2019 se había gastado dinero “muy por encima de las posibilidades del organismo” sin seguir “una debida planificación del gasto y jugando con expectativas futuras de recepción de generaciones o transferencias que podían llegar o no llegar”. Durante esos años el director del IEO era Eduardo Balguerías, que dimitió en febrero tras años intentando solucionar la situación en el IEO.

A principios de año, tres de los cuatro buques de investigación del IEO no pudieron zarpar porque no se había completado el papeleo para llenar sus tanques de combustible

También en junio, Rafael Rodrigo, secretario general de Coordinación de Política Científica al que Pedro Duque encargó reflotar el IEO, se reunió con los directores de los nueve centros del IEO. Tras esa reunión dimiten el director del centro de Baleares, Toni Quetglas, y Paz Jiménez, de Cádiz. Hace unos pocos días renunció Rafael Gonzalez-Quirós, el director del IEO que había nombrado en febrero el ministerio. En su carta de despedida citaba razones “personales, familiares y profesionales”, pero confesó que no ha sentido “la confianza” ni el “respaldo” de Rodrigo ni se ha visto “apoyado” por el ministerio. El ya exdirector explicaba que se iba a aprobar una transferencia del Ministerio de Ciencia de 3,7 millones de euros para gastos corrientes, como material de laboratorio, viajes, etcétera. “Sin menospreciarlo en un momento difícil como el que vive el país, solo permiten sobrellevar una situación agónica”, decía González-Quirós.

El ministerio ha nombrado a Iñaki Sanjuán nuevo secretario general, que será apoyado por el secretario general del CSIC, Alberto Sereno. “Esta misma semana esperamos anunciar el nombre del nuevo director del IEO y un paquete de fondos para realizar contratos”, explica un portavoz de Ciencia. Este departamento también informa de que la transferencia al IEO será finalmente de 4,5 millones de euros. Además el ministerio está analizando las reformas necesarias en el IEO para que su “encaje final” en la estructura de la Administración sea más funcional.

El dimitido Toni Quetglas considera que durante estos meses nadie ha estado a la altura de los acontecimientos: ni personal investigador, ni el grupo de trabajo coordinado por Albentosa ni los nueve directores de centros. ”En las circunstancias actuales, todos deberíamos habernos preocupado más de los problemas generales de la institución que de nuestros proyectos particulares”, señala. Quetglas alerta de que “se están autorizando campañas de investigación oceanográfica, pero no se sabe cuánto dinero hay en la caja; urge hacer una previsión de las actividades que se podrán financiar con los escasos recursos disponibles”, señala.

La persona que debía informar sobre el estado de cuentas era Blanca González, la secretaria general nombrada por el ministerio, quien se negó a participar en el informe independiente coordinado por Albentosa, en el que participaban tanto científicos del IEO como de otras instituciones. Según Quetglas, en estos meses se ha estimado que el IEO necesita una inyección de unos 15 millones de euros, por lo que los 3,7 millones anunciados solo servirán “para tapar agujeros”. Esta “falta de compromiso del ministerio con la institución” fue lo que le impulsó a dimitir, pues considera que se requieren acciones de calado, una apuesta firme como se hizo con el rescate del CSIC en 2012. “No puedo entender que, contando con un remanente de más de 80 millones, no podamos utilizar una parte para salir de la penosa situación en la que nos encontramos”, añade.

El informe coordinado por Albentosa destaca que el centro oceanográfico no tiene suficiente personal especializado. “Al contrario que otros organismos públicos de investigación como el CSIC o el IAC, este tiene una estructura obsoleta que data de los años 80 y que no es apta para la actividad científica del siglo XXI”, resalta la científica. Esta bióloga marina que lleva 30 años en el IEO señala con orgullo que a pesar de todas las dificultades el organismo aumentó su número de publicaciones científicas un 158% entre 2009 y 2019. El problema ahora es el desánimo entre los investigadores que ya dudan si pedir fondos para nuevos proyectos de investigación porque no saben si podrán gastarlos. “Si comparamos el IEO con los centros marinos del CSIC, estos se transformaron en los años 80 y adaptaron sus estructuras y procedimientos de gestión. En el IEO todavía no se ha hecho y por eso ha colapsado”, explica.

Tras tres meses de trabajo las conclusiones del informe son demoledoras. “No se han alcanzado ninguno de los objetivos planteados” por el Ministerio de Ciencia, entre ellos agar a los acreedores y al personal del IEO y aumentar el presupuesto disponible. Es algo sorprendente cuando hay aún unos 80 millones de euros en tesorería: la cantidad inicial de 90 ha disminuido porque parte del remanente fue usado por el Gobierno para asuntos relativos al covid, explica Albentosa.

El informe recomienda fichar personal con experiencia en gestión financiera y crear un equipo de refuerzo para reformar su estructura. Además pide un nuevo modelo “híbrido” para todos los organismos públicos de investigación, de forma que los fondos de funcionamiento normal se sigan gestionando de acuerdo a la normativa de la Administración mientras que los competitivos, como los proyectos de investigación europeos, sean gestionados de una forma más flexible a través de fundaciones que tengan presupuestos plurianuales. Esta última es una reivindicación histórica de la comunidad científica española para el organismo que gestiona todos los fondos públicos de I+D+i civil que nunca se ha hecho realidad.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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