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El regreso a las aulas

Tres centros de País Vasco, Cataluña y Galicia que han reabierto sus puertas tras alcanzarse la fase 2 cuentan su experiencia

Alumnos de cuarto de la ESO asisten esta semana a una clase de Ciencias Sociales en el colegio Summa de San Sebastián.
Alumnos de cuarto de la ESO asisten esta semana a una clase de Ciencias Sociales en el colegio Summa de San Sebastián.Javier Hernández
San Sebastián / Terrassa / A Coruña -

Tras 63 días sin clases, el 25 de mayo comenzó el goteo de la reapertura de centros educativos en varias comunidades. Alumnos y profesores de escuelas e institutos de Cataluña, País Vasco y Galicia relatan su experiencia en el reencuentro.

Una profesora toma la temperatura a un alumno en la Escuela Mare de Deu de Monserrat, en Terrassa (Barcelona).
Una profesora toma la temperatura a un alumno en la Escuela Mare de Deu de Monserrat, en Terrassa (Barcelona).Cristóbal Castro

“Lo peor del confinamiento ha sido no poder ir a la escuela”

“En casa me aburría mucho. Hacía los deberes, pero me gusta venir a la escuela. Me ha hecho mucha ilusión volver”, explica Mariam, una alumna de 6º de primaria que, con la mochila a la espalda y luciendo una mascarilla de tela blanca, entra por la puerta de la escuela Mare de Déu de Montserrat, de Terrassa (Barcelona). Son las 9.30 del viernes. Ella forma parte del segundo grupo de su curso que accede al centro de forma escalonada cada media hora tras la toma de temperatura y el chorrito de gel hidroalcohólico. Mariam explica que lo peor del confinamiento ha sido “no poder venir a la escuela ni ver a mis amigos ni a las profesoras”.

El plan de reapertura diseñado por Cataluña contempla que puedan regresar a las aulas, siempre de forma voluntaria, las etapas de infantil (con padres con problemas de conciliación), los del último curso de cada etapa como 6º de primaria o 4º de ESO, mientras que en el resto de los niveles se prevén solo tutorías individuales y puntuales. En la clase de Mariam eran 26 y este junio han vuelto 19. Aunque la ratio máxima de alumnos por aula en primaria es de 13 alumnos, el centro los ha tenido que dividir en tres grupos. “Nuestra escuela es pequeña y las aulas también. Si tenemos que respetar los cuatro metros cuadrados de espacio por alumno, en cada clase solo caben nueve”, tercia la directora Marina Mateu. Unas líneas verdes en el suelo marcan la cuadrícula donde se ubica la mesa de cada estudiante.

Aunque muchas escuelas han decidido reducir a la mínima expresión el regreso en junio (tenían margen para decidirlo), esta escuela de Terrassa —que está calificada como de máxima complejidad por el elevado número de alumnos vulnerables que acoge— ha optado porque los estudiantes de sexto acudan dos horas cada día (el resto solo lo harán un día en las dos semanas que queda de curso). “Queríamos que salieran de casa. Son niños acostumbrados a jugar y hacer vida en la calle, y de repente se han quedado encerrados en pisos pequeños. Queríamos que también se pudieran ver entre ellos, acompañarlos emocionalmente y despedirlos”, tercia Mateu, quien admite haber sufrido estos meses por sus alumnos. “De algunos de ellos no sabíamos nada, no pudimos contactarlos”. El primer día de clase, el 8 de junio, lo dedicaron a las emociones: “Sencillamente los dejamos hablar. Decían que lo han pasado muy mal y han estado muy tristes”.

Alumnos finalizan una clase de recuperación en un colegio donostiarra.
Varios alumnos finalizan una clase de recuperación en el colegio Summa Aldapeta de San Sebastián.Javier Hernández

“En clase se presta más atención, estás más centrado”

Aitor, Ekaitz, Lucas y Gorka acaban la clase de Ciencias Sociales con la profesora Idoia Alzola. Son estudiantes de cuarto curso de la ESO en el colegio Summa Aldapeta de San Sebastián. “Hoy hemos corregido unos ejercicios sobre la industrialización, repasado el tema de la colonización y después hemos pasado a la I Guerra Mundial”, cuenta la maestra. “En clase se presta más atención, estás más centrado y puedes resolver mejor las dudas con los profesores”, afirma Aitor. Estos jóvenes están recibiendo atención presencial desde que el Gobierno vasco autorizó el retorno a las aulas el pasado 25 de mayo. En la actualidad, la “práctica totalidad” de los institutos vascos, según el Departamento de Educación, han reanudado la actividad lectiva con “alumnos que necesitan refuerzo o tienen que recuperar asignaturas”.

Al terminar, desinfectan el pupitre y colocan encima el asiento como señal de que han sido limpiados. Todos llevan puesta la mascarilla y dejan las mesas de estudio con una separación de dos metros para la siguiente clase. Antes de marcharse, es obligatorio pasarse las manos con gel hidroalcohólico. Los jóvenes coinciden en que están sacando más provecho a las clases presenciales porque, en las sesiones online durante el confinamiento, “en casa siempre está la tentación de distraerse con el móvil, por ejemplo. Y hacer preguntas por ordenador es un rollo”, dice Lucas. La profesora Maite Álvarez matiza que “se mezclan las ventajas de venir al colegio con las ganas que los chavales tienen de estar con sus amigos”. Estos solo ponen una pega: “Hay que mejorar el gel, porque huele un poco mal”, comenta entre risas uno de ellos.

Para los docentes está siendo una experiencia compleja a la vez que enriquecedora. Además de la clase de sociales, Alzola ha tenido que desdoblarse para mantener atareados a otros alumnos que siguen el curso desde casa: “El cuaderno digital, que es el gran hermano de la educación, nos permite seguir al minuto todos los trabajos que realizan los chavales”. “El primer gran aplauso es para los sanitarios, sin duda, pero el segundo lo merecen los maestros”, opina el director del centro, Javier Cortés.

Summa Aldapeta tiene unos 140 estudiantes de último curso de la ESO —la nómina completa es de 2.130 alumnos en todas las etapas— divididos en cinco aulas. Ahora solo están asistiendo una veintena a diario: “No podemos tener a todos en clase, solo vienen los que iban un poco rezagados en los estudios”, explica el director, que cita con orgullo los mensajes de felicitación recibidos de algunos padres y madres. Este es, resumido, uno de los recibidos precisamente por Idoia Alzola durante la cuarentena escolar: “Mi hijo está llevando sus tareas con bastante responsabilidad (sinceramente pensé que le iba a costar más). Esto no sería posible sin vuestra ayuda y apoyo (no solo académico). Las videollamadas que haces le dan un chute de energía y le ayudan a no perder su conexión con el exterior”.

El gran desafío, apostilla Cortes, vendrá en el arranque del curso que viene: “La madre del cordero será decidir si duplicamos espacios y profesores o reducimos a la mitad la atención a los alumnos”. La solución es “muy complicada”, reconoce. En Summa ya están pensando en, si es necesario, habilitar los pasillos, salas de reunión o laboratorios para dar clase a partir de septiembre.

Tres alumnos del instituto público Eusebio da Guarda en A Coruña, que retoman las clases presenciales.
Tres alumnos del instituto público Eusebio da Guarda en A Coruña, que retoman las clases presenciales.OSCAR CORRAL

“Fue un alivio volver, incluso con algo de miedo”

“Las etapas no se cierran si se dejan medio abiertas. Fue un alivio volver, incluso con algo de miedo”. Así responde Ángela Pérez, recién graduada en 2º de Bachillerato en el IES Eusebio da Guarda de A Coruña, cuando se le pregunta por qué decidió dejar las clases virtuales y volver a pisar el instituto en estado de alarma. Esta joven de 18 años, que aspira a estudiar Pedagogía de la Danza, forma parte de la primera generación de españoles a los que una pandemia ha impuesto un extraño y frío adiós a su vida escolar.

En este centro de enseñanza secundaria fundado hace 130 años, del que fue alumno un preadolescente llamado Pablo Picasso y que ha pasado a la historia por ser testigo de su despertar artístico, un 40% de los matriculados en 2º de Bachillerato han querido regresar a sus pupitres. Han recibido clases con mascarilla, distancia, gel hidroalcohólico y solo una parte de sus compañeros. “En la marcha a la Universidad es muy importante desligarte físicamente de esas aulas con las que has tenido una relación permanente durante seis años”, opina la directora, Isabel Ruso, orgullosa del “vínculo personal” entre alumnos y centro. El equipo directivo busca alguna forma de reunir a todos los muchachos y celebrar el tradicional acto de graduación pese al coronavirus.

Ángela y sus compañeros Marcos Herrero y Iago Jopia vivieron el 12 de marzo sin imaginar que era el último día “normal” de su vida en el instituto. Solo unas jornadas antes habían llegado de un viaje a Toledo con todos sus compañeros que ahora recuerdan con especial nostalgia. “Noté mucho compañerismo en la cuarentena y las videollamadas me dieron pie a conocer más a mis compañeros”, cuenta Marcos, que quiere estudiar Psicología. “A mí [el confinamiento] me ha servido para conocer más a los míos. Y es verdad que hubo compañerismo. Me voy con lo bueno”, apunta Iago, inclinado a matricularse en un grado de Ciencias Sociales.

Estos estudiantes apuran las últimas clases preparatorias de la selectividad. Ángela dice estar “más tranquila” por el modelo especial de examen que multiplica las opciones, pero Pedro Rodríguez, jefe de estudios del IES Eusebio da Guarda, advierte que el sistema puede convertir el acceso a ciertas titulaciones en una pugna más apretada: “La flexibilidad ha hecho que las notas sean mejores. La mayor optatividad de la selectividad y las medias más altas pueden provocar que haya un bloque muy grande de buenas notas y que el acceso a las carreras se decida por unas centésimas”.

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